Los payasos cuyanos celebran su día

Lo harán en homenaje a un mendocino que hizo honor a esta mezcla de arte y oficio. Historias de circo y tradiciones familiares.

Los payasos cuyanos celebran su día

Como Bárbara, Jonathan y Carlos explican, con voz queda y gesto tranquilo, el payaso no sólo busca hacer reír, sino mostrar una persona que no es perfecta, que se equivoca, que hace el ridículo; y a partir de ello arrancar la sonrisa. Pero en cuanto se maquillan, se ponen peluca o sombrero, ropa vistosa y la infaltable nariz, aparecen Lucrecia Insolenti, Tatan y Franchesco; y a los ojos les despierta el brillo y al cuerpo, movimientos enérgicos. Este domingo, ellos, con un grupo de colegas, estarán celebrando el Día del Payaso Cuyano en el Parque Estación Benegas.

Antes de ponerse su nariz, que esta vez eligió que fuera verde en lugar de la tradicional roja, Jonathan "Tatan" Cubillos (26) cuenta que es de la quinta generación de payasos, ya que la línea familiar comienza con su tatarabuelo. Sin embargo, sólo conoce algo de la historia de su abuelo, Alfonso Mario Cubillos, conocido como "Tony Chancletín". De hecho, es en honor a su reconocida trayectoria y a que con su circo salía a recorrer la provincia -con funciones que podían disfrutar tanto quienes pagaban entrada como quienes no podían comprarla- que se creó el Día del Payaso Cuyano.

Hace poco más de tres años, Alfonso estaba enfermo y su nieto Jonathan, que entonces trabajaba como payaso de hospital, decidió ir a visitarlo con un grupo de pares. Durante la charla, surgió la pregunta sobre cuál era la fecha en que se conmemora el oficio y decidieron fijar una para quienes lo ejercen en Cuyo.

Así, eligieron el 5 de febrero, el día del cumpleaños de Tony Chancletín, quien al año siguiente falleció y hoy tiene una pequeña carpa colorida sobre su lápida en el Cementerio de Godoy Cruz. La conmemoración les permite ofrecer un espectáculo (ver aparte) y también reunirse entre ellos.

Oficio familiar

"Tatan" comenta que empezó a ejercer cuando tenía apenas tres años. Su abuelo Tony y su papá, Domingo Cubillos ("Baquetita"), hacían una rutina en la que él aparecía desde atrás para pegarles, con lo que se generaba la discusión entre los adultos, hasta que lo pillaban. Su experiencia, sin embargo, fue distinta a la de sus predecesores, porque no se ha dedicado a ser payaso de carpa (o de circo), sino a otros espacios, muchos no convencionales.

En cambio, "Tony", relata el nieto, vivió con su familia hasta los 9 ó 10 años, cuando falleció la madre y una mujer del circo se hizo cargo de él, por lo que el niño se integró a esa vida, al punto que se casó con una equilibrista. De esta manera, Domingo ("Baquetita") nació, como el resto de sus hermanos, en la ruta y actuó con su padre hasta que la familia se agrandó mucho y la televisión comenzó a competir con ese espectáculo que llegaba a los pueblos, y el circo de Tony Chancletín se disolvió.

Del teatro a la nariz roja

Carlos "Franchesco" Lorenzi (39) estudió en la UNCuyo pero abrazó el oficio del payaso. "Es algo mágico, inexplicable. La nariz es la máscara más chiquita que existe. Lo que genera en el otro es increíble. La gente va, se ríe y se divierte", señala para explicar los motivos de su elección. Y agrega que lo complejo de la tarea es que hay que conocer de muchas artes, como música, canto, percusión, zapateo y acrobacias, para poder improvisar. Aunque también comenta que a veces le cuesta que lo tomen en serio. "La mujer te quiere por dos días cuando le decís que sos payaso", bromea.

Pero de inmediato plantea con entusiasmo, mientras juguetea con esa pequeña nariz con elástico, que "siempre el payaso te está salvando". Es que los fracasos personales se convierten para él en material para las rutinas. Así, en lugar de lamentarse por lo que pueda pasarle, piensa en que hay otras personas a las que puede ocurrirle lo mismo y que es importante que se puedan reír de eso, porque entonces se ve de otra manera la situación.

Bárbara Merli también proviene del teatro y, con su título de licenciada en Arte Dramático, empezó a buscar capacitaciones para convertirse con fundamento en "Lucrecia Insolenti". "Se dice que el payaso es el regreso al niño, pero al que no tiene que cumplir con un disciplinamiento, con lo que la sociedad te dice que es portarse bien. El payaso trae todos los vicios, los defectos, los papelones y el ridículo, para que el público se pueda reír de eso. Es lo más honesto", describe. Y añade que el oficio permite tratar temas, como el bullying, sin la solemnidad de otras artes.

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