La mujer recién había ingresado al hospital de San Isidro. Estaba fracturada en la cadera, con dolor, sobre una camilla y esperando en el pasillo para hacerse el estudio que confirmaría su lesión.
De repente se le presentó la deportista que ella tantas veces había seguido por tele, la misma que había alentando en silencio desde su casa. Entonces su humor cambió y, pese a lo bizarro de la situación, le pidió una foto en el medio del concurrido lugar.
No le importaba otra cosa. La otra protagonista de la historia es Paula Pareto, la gran judoca argentina, una de mejores deportistas de la historia nacional. Pero, claro, allí es la doctora Pareto. ¿Qué se le responde? "Le dije que sí.
Terminé agachada, casi acostada en el piso, para poder salir en la foto", cuenta la Peque entre risas como resumen de lo que muchas veces le pasa en este primer año de la residencia en traumatología.
"Sucede seguido y la verdad es que me pone incómoda, porque a veces estoy con mis superiores, pero a la vez la gente se pone feliz. ¿Cómo decirle que no?", explica Pareto, que viene de un 2016 consagratorio (campeona mundial y olímpica), pero en este 2017 se encuentra mucho más abocada a la medicina.
“Los años post olímpicos son más tranqui y necesitaba empezar con la residencia. Por eso el judo estará en un segundo plano. No voy a dejar de entrenar(me) y competir, pero serán sólo cuatro torneos en el año, sin demasiadas exigencias porque el entrenamiento no puede ser el que necesito”, cuenta Paulita, que en marzo tendrá la copa panamericana en Perú, en abril el Panamericano de judo en Chile, en setiembre un Grand Prix en Croacia y a fin de octubre el Grand Slam en Abu Dabi.
Un calendario creciente en exigencia y sobre todo ambicioso teniendo en cuenta la vida que lleva hoy. Paulita se levanta a la 5 para entrar a las 6 al hospital y no tiene horario de salida.
"Puede ser a las 18 pero varias veces me fui a las 21. Esos días ni voy a entrenar(me). Y a eso tenés que sumarle el día de guardia, que trabajo las 24 horas y se engancha con el día siguiente, a las 6”, informa, como pidiendo clemencia. De hecho esta nota fue pospuesta por días porque la Peque está a full y duerme un promedio de 5 horas. “Estoy muerta”, reconoce.
Sin embargo, la famosa fuerza de voluntad de Pareto puede más y, pese a "las 13 ó 14 horas de hospital en las que no paro un minuto", a la tardecita se da una vuelta por el Cenard para entrenarse con su grupo de trabajo.
“Me dicen que me ven muy cansada, pero si pienso lo que me pide mi cuerpo o mi mente no voy... Y si dejo el judo por un año, no arranco más. Me conozco. Hago el esfuerzo y en un punto me sirve para la cabeza porque cambio un poco de ámbito”, comenta quien está acostumbrada a vivir corriendo, viajando y durmiendo poco.
“Cuando (me) entrenaba en Estudiantes, me iba de San Fernando a La Plata, luego a la facultad y a la noche pasaba por el Cenard. También eran días interminables”, compara quien asegura que su nuevo trabajo es el que esperaba.
“Me gusta, sí, aunque haya cosas que no tanto… Mi rol es atender a los pacientes de sala y ser un poco el nexo entre los especialistas. Por ejemplo, preparar a un paciente para operar: hablo con el cardiólogo, con el clínico, hago la parte administrativa… Y la verdad es que estando ahí, viendo, aprendés muchísimo. Es como dicen: quizá en una semana de práctica aprendés más que en un año en la facu”, analiza.
-¿Pero cómo es para ella ser una de las máximas referentes del deporte dentro de un nuevo trabajo donde arranca desde el puesto más bajo?
-¿Sigue siendo la Pareto famosa o una más entre los médicos de planta? "Es una situación rara porque todos saben quién soy en el hospi y a algunos les juega para bien y a otros, para mal. Están los que te tratan bien y de los otros también... Yo quiero ser una más, no tener privilegios, pero los residentes de primer año tenemos la culpa de todo lo que pasa (se ríe)”, cuenta.
Y, a la vez, esboza un interesante análisis sobre el sistema médico argentino y cómo están diagramadas las exigentes residencias y concurrencias de los recién recibidos.
“Creo que algo falla. Trabajamos 13 horas, corriendo, sin parar, y con mucha responsabilidad. Y la residencia dura 4 años. Sabemos que es normal, que aprendés mucho y que es un derecho de piso que hay que pagar, pero no deja de ser inhumano y peligroso”, evalúa con dureza aunque aclarando que no es queja sino una realidad que nota.
Son las 22.30 y de repente, el timbre suena en su nuevo departamento. Es una mujer que necesita su firma para una obra de bien y ella, muy cansada, baja y cumple con el trámite sin chistar. “¿Ves por qué te digo que no paro?”, dice con una sonrisa.
Así es ella, tratando de ayudar siempre. Además del judo y el trabajo, Pareto sigue muy de cerca el avance de su contribución al programa Huella Weber que su sponsor, Weber Saint Gobain, tiene desde hace 6 años e incluye a otros embajadores top del deporte nacional.
“Tenemos que elegir una institución, club u organización con necesidades, ver qué ayuda requiere y la empresa se encarga de construir o mejorar su infraestructura. Me encanta porque me da la chance de ayudar, de devolver…", explica. Paula escogió un comedor en Tigre para 200 chicos que, de entrada, necesita tener un tinglado.
“Pero está bueno lo que se genera, que otras personas también se sumen”, reflexiona. Hasta su madre Mirta se enganchó y llevó un TV y un lavarropas a la institución.
Así es Paulita. Mucho más que Peque, la campeona olímpica. O que la flamante doctora Pareto. En realidad es un todoterreno, un ejemplo para la sociedad...