John Katzenbach, Joël Dicker, Markus Zusak. Paula Ormaechea habla de escritores con la misma -o mayor- efervescencia que con la que lo hace de tenis.
La lectura es, para la sunchalense de 22 años, una forma de viajar mentalmente, de dejar de acarrear pensamientos negativos, de vivir menos tensionada después de un mal día en el court. Desprejuiciada, enérgica, “loquita fanática” de Boca y Unión de Santa Fe, la jugadora de sangre vasca es la bandera de un tenis nacional que atraviesa por una inestable etapa de transición.
Su aparición fue explosiva -en octubre de 2013 alcanzó el puesto 59° de la WTA-, pero padeció lesiones y altibajos deportivos y emocionales que interrumpieron su crecimiento (actualmente es 158°). Sin embargo, es todo un símbolo de su temperamento que su sueño siga siendo alcanzar el número 1.
-Sos sumamente autoexigente. ¿Te afecta o te beneficia?
-Soy exigente en todo, en el tenis y en mi vida; va a seguir siendo así. Pero he aprendido que con el tenis tengo que aflojar, ser más flexible; si las cosas no salen no significa que esté todo mal. Pero también seguir exigiéndome es lo que me empuja.
Soy chica y, por más que haya vivido un montón de cosas, a mi carrera le faltan muchas más. Una muchas veces se tiene que chocar contra una pared para darse cuenta de las cosas, porque por más que te lo digan hay cosas por experimentar. Pero es la vida, no sólo el tenis.
-¿El exigente mundo del tenis profesional es más difícil para la mujer que para el hombre?
-Sí, para las chicas de todos lados. El nivel del tenis femenino es mucho más bajo en todo sentido: en la plata que se gana, en los torneos que hay, en los beneficios que se obtienen. Pero una está en el circuito por el amor que se le tiene al deporte y hay que adaptarse, es lo que uno tiene. Hay un nivel de machismo, pero es a todo nivel.
En un mundo machista, el tenis no es la excepción. A veces veo que lo hecho por mujeres es rebajado; algunas se acostumbran, pero no es bueno para la sociedad que eso pase.
En los torneos lo notás también; salvo en los Grand Slam, cobramos mucha menos plata que los hombres. Pero, te repito, es una cuestión social; mientras esté implantado que la mujer es inferior al hombre, seguirá igual.
Yo tuve sponsors que me ayudaron y gracias a ellos pude subir, competir y viajar, porque hubiera sido imposible si no los tenía. Además, por la crisis mundial que hay hoy, se cancelan torneos y es cada vez más complicado poder trascender. No es sólo en nuestro país.
-Muchos piensan que todos los tenistas son millonarios.
-Es lo que algunos creen, es verdad. Salir en la tele es igual a tener plata. Creen que ganamos fortunas, pero no tienen idea de lo que se gasta, se invierte, de lo que vale hacer una gira. No todos ganan mucho dinero.
-En un momento de fuerte exposición tuya, muchos se sorprendieron de que viajaras con una máquina portátil de encordar para ahorrar en ese servicio.
-Nací en un país en el que económicamente nos cuesta un montón salir al mundo. Entonces, ésa es mi manera de ahorrar unos pesos. Lo hago porque no tengo mi carrera hecha, la sigo peleando como tantos otros.
-Sos crítica del tenis femenino. No es usual escucharlo de una protagonista vigente.
-Es que las mujeres somos más inestables que los hombres en la vida cotidiana. Imaginate lo que pasa en un partido, donde pasamos por todas las emociones. No es fácil. La cabeza es una montaña rusa. Hasta lo podés ver en Serena Williams.
La número 1 del mundo tiene juego de sobra, las pasa por arriba a todas, pero si no tuviera ese juego ya habría caído, porque mentalmente tiene altibajos gigantes. No sé si es que se aburre o qué. Pero la inestabilidad la ves en la número 1 y en la mil.