En la actualidad, los cementerios se presentan como sitios de gran interés histórico y cultural, tanto para la comunidad local como para los visitantes. El turismo necrófilo constituye una derivación del turismo cultural. Su principal motivación es el conocimiento de la historia, las tradiciones y la cultura local a partir de referentes materiales representados por bóvedas, túmulos y panteones.
El turismo funerario se origina en el siglo XIX como consecuencia de la influencia artística en la construcción de cementerios. Estos pasaron de ser lugares lúgubres a sitios compuestos por sepulcros caracterizados por su belleza arquitectónica, escultórica y pictórica; la majestuosidad de los panteones y las capillas, las esculturas angelicales no pasaron inadvertidas para los turistas que visitaban Europa, donde aconteció la explosión de este arte funerario. Luego, esta tendencia se trasladó a América Latina, influenciada por las corrientes estilísticas de los cementerios de europeos.
Los monumentos, conjuntos y elementos funerarios constituyen importantes testimonios del patrimonio cultural. Su valor presenta una dimensión material e inmaterial, teniendo en cuenta que en ellos conviven significados artísticos y arquitectónicos acompañados a su vez por usos, costumbres, ritos y manifestaciones de cada cultura en torno a la muerte.
Desde el punto de vista del ocio y el turismo, los cementerios conjugan historia y arte, y componen un escenario que permite considerarlos como museos al aire libre. Al recorrer una necrópolis, a través de un relato que vincula los referentes materiales con la simbología funeraria y la historia de sus personajes, se carga de sentido la historia de la ciudad. Se trata de espacios asociados al duelo y a la tristeza, pero también lugares de la memoria que permiten trazar la historia de las poblaciones.
A partir de la importancia que presenta el turismo necrófilo, planteamos un posible recorrido que abarca algunos símbolos que se encuentran en las tumbas del sector antiguo del cementerio de la Ciudad de Mendoza. Estos sepulcros del siglo XIX y XX pertenecían a sujetos que integraban diferentes sectores de la sociedad, desde actores notables del ámbito público o político hasta personajes populares e ignotos.
La simbología principalmente esta vinculada a temáticas religiosas, siendo en su mayoría ornamentación con signos de tradición católica: imágenes de Cristo, la Virgen y santos, cruces, ángeles. También hay iconografía que se relaciona con cuestiones cívicas. Ésta varía de acuerdo a las condiciones socioeconómicas de la familia, ya que se pueden observar diferentes elementos en un panteón que en un túmulo. Cada uno de los símbolos son susceptibles de ser interpretados de diferentes maneras, de acuerdo con sus características y contexto en el cual se encuentran inmersos.
Entre los símbolos más habituales encontramos la cruz. Su uso reafirma su sentido histórico en la realidad del cristianismo, el de la cruz propiamente dicha y el de la crucifixión. Este elemento se haya en la mayoría de las tumbas, sin importar el grupo socioeconómico al cual individuo perteneció.
Otros símbolos son las antorchas encendidas -que pueden estar invertidas- y los ángeles. Al primero, se los vincula con el sol, luz que ilumina la travesía de los infiernos y los caminos de la iniciación.
Los ángeles son seres etéreos que unen las fuerzas que ascienden y descienden. En la iconografía católica se consideran que son los intermediaros entre Dios y la Tierra, son seres espirituales que desempeñan funciones de ministros, mensajeros, guardianes y protectores de los elegidos.
La clepsidra alada, compuesta por un reloj de arena y un par de alas, es un símbolo recurrente en la simbología funeraria. Según la simbología masónica, el reloj representa el fin del ciclo humano, el tiempo final; también se lo puede relacionar con la inversión del tiempo, un regreso al origen. Las alas, por su parte, remiten a la idea de ligereza y elevación de la tierra hacia el cielo.
Otro elemento es el uso de guirnaldas y coronas de laureles que simbolizan la victoria, y columnas truncadas que se pueden asociar con el árbol de la vida, en donde la base simboliza las raíces, el fuste el tronco y el capitel el follaje. El hecho de que aparezca truncada puede estar representando la interrupción de la vida.
También, hallamos simbología vinculada a cuestiones cívicas, como en la tumba de Golfredo Paladini que presenta un conjunto escultórico compuesto por un fáblelo de palma, un pergamino, un tintero, una pluma y una lámpara. Probablemente estos componentes se relacionen con las actividades que desempeñó Paladini, ya que fue médico y participó en la lucha contra las epidemias que azotaron a la población a fines del siglo XIX. Además, tiene un retrato que tiene como finalidad eternizar su memoria y recuerdo; estos símbolos buscan resaltar aspectos vinculados a su vida profesional.
Otro elemento son las presentaciones de mujeres, las cuales pueden simbolizar a las llamadas dolientes o virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- y cardinales -justicia, fortaleza, templanza y prudencia. Simbolizan muestras de cariño por parte del deudo hacia la memoria del difunto, asegurando su compañía. Por lo general, son representadas en forma de mujeres jóvenes, y en algunas ocasiones con flores entre sus manos que simbolizan lo efímero y pasajero.
Por otra parte, en algunas las tumbas se manifiestan la fusión entre las creencias populares y el catolicismo, como es el caso del sepulcro del Gauchito Cubillos. Este bandolero es considerado por los grupos populares como un santo, y junto a su retatro se colocan estampitas y estatuillas de santos canonizados, además, de otros populares como la difunta Correa. Allí, se encuentran exvotos -botellas de vino, cigarrillos, velas, flores plásticas- los cuales han sido obsequiados en forma de agradecimiento por los favores concedidos; no obstante, este escenario se transforma de manera constante por los devotos. Estas demostraciones se relacionan con otras prácticas rituales en las que los cultos extraoficiales se vinculan con las necesidades cotidianas de las personas, quienes no acuden a la tumba familiar sino a la de aquellos difuntos que tienen algún poder especial.
A través de este recorrido podemos observar un amplio repertorio de la simbología funeraria de un sector del cementerio de Ciudad, en su mayoría vinculado al culto católico, aunque también a cuestiones civiles o de religiosidad popular.