El triunfo por 15 puntos de la fórmula Fernández-Fernández, es una victoria contundente, quedando además 2 puntos por encima del 45% para ganar en primera vuelta. Ello implica que la principal fuerza opositora queda con grandes posibilidades de ganar en primera vuelta. La diferencia en puntos respecto al oficialismo, es casi imposible de revertir. No es tan fácil de descontar como en 2015, porque entonces en las PASO entre el primero y el segundo (Scioli y Macri) sumaron 68%. Ahora, las dos principales fórmulas, reúnen 80%. Es decir que resulta muy difícil revertir la diferencia sobre este porcentaje.
El efecto “ganador” queda en manos de la principal fórmula de la oposición. El gobierno esperaba un empate y los mercados el fin de semana de la elección, mostraron que pensaban iba a ganar Macri por pocos puntos. La suba de 8% del Merval, los ADRS en Wall Street y la caída del riesgo país en la tarde del viernes 9 de agosto, así lo mostraron.
En lo estrictamente electoral, Macri ha perdido votos en las ciudades, que eran el epicentro de su apoyo electoral. En términos muy simples, el aumento de pobreza, de desempleo, desigualdad y un gobierno que ha tenido tres de sus cuatro años en recesión, explican esta pérdida de apoyo en los sectores medios y en particular en los medios-bajos.
Para la primera vuelta faltan 70 días y la combinación de riesgo electoral y volatilidad económica, plantean problemas de gobernabilidad, en los cuatro meses que restan de este período. El aumento de las posibilidades de la fórmula Fernández-Fernández de ganar la elección presidencial, acentúa las dudas sobre la transición económica.
Macri debe evitar ahora la experiencia de Alfonsín en 1989. Perdió la elección el 14 de mayo y ante el riesgo que implicaba Menem para los mercados en ese momento, se precipitó una crisis económica, que obligó a adelantar la entrega del poder del 10 de diciembre al 9 de julio. Entre la derrota electoral y el adelanto de la entrega del poder, mediaron 54 días.
Ahora entre las PASO y la primera vuelta quedan 70. La gobernabilidad hoy en realidad es más importante que la campaña electoral. Cualquier alternativa de recuperar la confianza sólo en el marco del oficialismo, no alcanzará. Cambiemos tiene sólo 5 de 24 gobernadores, no alcanza a la mayoría en ninguna cámara y ya le es muy difícil negociar con sectores del peronismo. Cabe señalar que en lo que va del año el Congreso sólo sancionó 9 leyes, la cantidad más baja en el mismo período desde 1983. Además, Macri ha perdido las PASO en todos los distritos, menos Córdoba y Ciudad de Buenos Aires, en el período similar.
El problema para encauzar el tema de la gobernabilidad requiere un acuerdo de Macri con la fórmula Fernández-Fernández. Macri debería recordar en esta circunstancia, lo que hizo el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, en 2002. En ese momento, el país sufría fuga de capitales y caída de sus bonos, porque Lula un dirigente sindical de centro-izquierda, iba a ganar las elecciones presidenciales.
En esa circunstancia, Cardoso lo convocó al igual que a su propio candidato, José Serra. Reunidos por el Presidente, los dos firmaron un acuerdo, garantizando el pago de la deuda y logrando reconstruir la confianza que se había perdido por la probabilidad de que la izquierda llegara al poder.
Esto permitió a Lula asumir la Presidencia con la economía en estabilidad. Aunque este acuerdo favoreciera electoralmente a su adversario, Cardoso privilegio los intereses de Brasil, por sobre sus conveniencias electorales. Podía haber jugado a agudizar el temor de los mercados para transformar a su candidato en la única garantía posible de estabilidad, pero no lo hizo.
Por esa razón, la transición de un gobierno de centro-derecha al primer gobierno de izquierda en cuatro décadas, se realizó en estabilidad y cooperación.
En el Frente de Todos, ha predominado una estrategia de moderación, en cambio en Juntos por el Cambio, una de confrontación. La misma noche del triunfo, Alberto Fernández sostuvo que no venía para favorecer la grieta ni para la venganza. Logró moderar a los sectores más radicalizados de la amplia coalición kirchnerista. Las palabras de Cristina fueron más moderadas que en otras circunstancias.
La militancia kirchnerista fue contenida, aunque mantiene posiciones más radicalizadas.
Dentro de Cambiemos, la situación no está clara. Rodríguez Larreta, se repliega sobre su distrito, buscando impedir que el candidato K (Lammes), que superó el 30% de los votos, polarice el voto opositor porteño. Carrió por su parte, representa una línea principista, que intenta llegar a la segunda vuelta con un discurso anti-K.
Vidal ha quedado debilitada tras una derrota rotunda por casi 20 puntos. Ello implica el probable fracaso del quinceavo proyecto presidencial de la provincia de Buenos Aires, desde las últimas décadas del siglo XX.
Macri a su vez, enfrenta ahora una primera vuelta con muy pocas posibilidades. Ya en las PASO, Fernández-Fernández superó el 45% necesario para ganar en primera vuelta.
Las PASO han funcionado así como una suerte de referéndum no vinculante: no han decidido en realidad nada, pero políticamente parecen haber resuelto todo.