Vamos a intentar ser condescendientes en razón de que somos conscientes de la preocupación de las autoridades provinciales (en la Argentina) y regionales (en Chile) por resolver la situación.
Pero, como dirían nuestras abuelas, "si no es por un roto es por un descosido", lo cierto y lo concreto es que los problemas para cruzar hacia y desde Chile se siguen repitiendo y no se trata de un tema de infraestructura vial, que podría ser aceptable por las diferentes circunstancias que rodean geográfica y climáticamente a la zona, sino por la ¿ineptitud?, ¿incapacidad?, ¿incompetencia? (resulta difícil encontrar el calificativo que se adapte al hecho) de quienes tienen a su cargo la responsabilidad de organizar para acelerar los trámites aduaneros, de inmigraciones y de controles sanitarios de uno y otro país.
A lo largo de los años se han multiplicado las reuniones entre autoridades regionales (de Mendoza y de la Quinta Regíón, de Chile) para intentar encontrar soluciones a los problemas que se multiplican en forma permanente y que generan demoras en el paso al vecino país.
A ello se suman los cónclaves que han mantenido y mantienen (porque el actual Presidente Macri también ha participado) los jefes de Estado que han colocado al tema a la cabeza de la agenda de conversaciones.
El gobernador Alfredo Cornejo ha manifestado en numerosas oportunidades que su intención es impulsar el mejoramiento del viejo túnel ferroviario en la zona de Las Cuevas, a los efectos de hacer más fluido el tránsito de vehículos en esa parte de la montaña.
La iniciativa es coherente y mucho más accesible que otras alternativas, pero nos encontramos con que el problema no es de infraestructura vial sino de funcionamiento de los mecanismos administrativos -y edilicios- que hay que cumplir para cruzar hacia uno u otro país.
Debemos partir de la base de señalar que, cuando se proyectan las grandes obras viales, los profesionales tienen en cuenta una serie de elementos, entre los que sobresale lo que puede llegar a ocurrir muchos años después.
En el caso de los accesos Este y Sur, muchos mendocinos se preguntaban el motivo por el cual se procedía a expropiar franjas tan anchas de terreno pero, medio siglo después, los hechos les dieron la razón y es así que se pueden ampliar hasta tres vías de circulación por lado.
No sucedió lo mismo en el caso del complejo de Horcones que, a los pocos años de su inauguración, se vio colapsado y las soluciones de emergencia que se improvisaron, como el funcionamiento de cabinas externas, no dieron los resultados esperados.
Una situación similar se vive en Los Libertadores, el complejo fronterizo chileno, que debe recurrir a cabinas en el exterior, pero que no dan abasto con las exigencias, con el agravante que el nuevo edificio que está construyendo el vecino país está en las adyacencias del actual complejo, por lo que el futuro no es muy halagüeño.
Como no podía ser de otra manera, porque es un hecho que se repite en forma permanente, días pasados, como consecuencia de que las nevadas cortaron el paso, en la reapertura, argentinos (casi todos mendocinos) y chilenos debieron esperar hasta 15 horas para cumplimentar sus trámites migratorios y aduaneros.
Frente a ese panorama, aterra pensar lo que puede llegar a ocurrir a mediados de enero del año próximo, cuando se produzca la visita del Papa Francisco al vecino país. Porque pueden llegar a juntarse los viajeros que concurren a las playas del Pacífico a pasar sus vacaciones (para colmo se produce durante el cambio de quincena), con las decenas de miles de fieles que querrán participar de los actos litúrgicos del Santo Padre.
Las autoridades provinciales deberán advertir a sus pares nacionales sobre lo que pueda llegar a suceder porque es muy factible que, como siempre ocurre, los funcionarios de los complejos recurran al latiguillo de la "sorpresa" para deslindar responsabilidades al ser superados por la demanda.