Rivadavia sabe de básquet, esa podría ser la síntesis: sabe cómo jugarlo, sabe explicarlo y también sabe transmitirlo a los pibes para que la cadena no se corte; lo lleva en el alma, es un deporte que en Rivadavia se hereda en la familia, se aprende en las escuelas, se discute en los cafés y claro, se vive en la cancha y en las tribunas del Centro Deportivo Rivadavia, un club lleno de historia y de pergaminos; “un toro de local y un torazo cuando le toca afuera”, eso dicen.
Hoy la “Naranja” está primero en el torneo local y al mismo tiempo, juega por estos días una de las semifinales con Estudiantes por un ascenso al Torneo Federal B. De local es a cancha llena y con venta de entradas anticipadas que se agotan, es por ahí que hay que buscar entender la pasión.
“Rivadavia es la capital del básquet y eso que se dice fácil, se sostiene con historia”, cuenta el ex intendente Ricardo Mansur: “En los ‘70 el Centro Deportivo, que antes era Atlético Rivadavia, tenía su cancha detrás de la iglesia y cuando jugaba de local se suspendían las clases y no había forma de entrar a la cancha de la gente que iba”, recuerda Mansur, que jugó de base en aquel glorioso equipo del ‘74 que logró el primer ascenso, y que más tarde en el ‘80, casi se queda sin su luna de miel por un partido y que luego, durante sus doce años como intendente, nunca fue a la cancha a ver al Naranja: “Me caliento mucho con los árbitros”, se excusa y cuenta que prefiere escucharlo por la radio.
Así como en otros pueblos se habla de fútbol, en los cafés de Rivadavia la discusión pasa por el básquet, por la ausencia de tal o cual jugador, por si conviene un esquema así o asá. Son décadas de historia, hay pibes que hablan de lo que hacían sus abuelos bajo el aro porque en los ‘60, ya había una ligar rivadaviense de básquet con equipos como América, Casa de Italia, Paso de los Andes, Estrada y Colegiales, que eran alumnos de la escuela Normal, bajo la dirección de Américo Tondini, y también estaban los de la otra escuela, el Comercial, dirigidos por Leopoldo Brozovic, una de las grandes figuras del básquet local.
“Esa liga se disolvió, pero marcó un camino”, dice Marcelo Centorbi, de la actual comisión de básquet y referente, junto al puñado de hombres que dirige al Centro Deportivo, de aquella generación de estrellas que en los ‘80 llevó a Rivadavia al plano nacional.
“Acá el básquet es una cuestión generacional, hubo lindas épocas en los ‘70, en los ‘80 y ahora también es un muy buen momento y los chicos que empiezan se inspiran en toda esa historia”, opina Jesse Terrero, que jugó en la primera a fines de los ‘80 y que hasta el año pasado integró el equipo mayores de 35 años.
En Rivadavia hay un deporte social y uno federado; al primero lo sostiene la comuna y respecto al segundo, el municipio ayuda con subsidios al básquet, al hockey, al fútbol y al rugby. “Viajes, sueldos, hoteles, comidas todo es plata y lamentablemente no tenemos auspicio de la provincia pese a que representamos a Mendoza por todo en el país”, dice Sergio Tondini, de la comisión.
Mucha gente, cerca de 300 jugadores tiene el Centro Deportivo cubriendo todas las categorías y esa pasión, junto a la necesidad de conseguir recursos ha llevado a situaciones curiosas, como en el ‘91, cuando la campaña nacional del club se bancó con ayuda de los bodegueros, que le dieron al básquet el dinero de la borra semifluida que se llevaban las destilerías.
La plata de las entradas, el auspicio de comercios, la playa de estacionamiento de alguna Vendimia, rifas, sorteos, recitales todo sirve para aportar a la tesorería del club y de todos modos, siempre falta dinero. Los dirigentes lo saben, pero no aflojan porque los logros acompañan, desde hace seis años el club está entre los tres mejores de Mendoza: “Al club nadie le regaló nada y todo lo ganó en la cancha, sin escritorios de por medio, sin invitaciones, ni inscripciones en ningún torneo para cubrir un lugar que alguien dejó libre.
Rivadavia ganó siempre como se debe y como se les enseña a los jugadores de inferiores, en la cancha”, subraya Fernando Minelli, de la comisión, mientras recorre el estadio junto al resto del grupo. Un poco más allá, debajo de un aro, un grupo de chicas entra en calor.
En Rivadavia, el básquet mueve mucha gente, adentro y fuera de la cancha y no son raras las temporadas en las que hay 400 personas mirando un entrenamiento de la primera o fechas en que las entradas se agotan dos días antes del partido.
El Centro Deportivo Rivadavia se apoya en su historia, se sostiene en su hinchada y se consolida en dos premisas: la formación de jugadores y el mérito deportivo. “Hay todo un pueblo identificado con la Naranja, con su historia y hay que seguir apostando al buen juego, al esfuerzo porque no hay otra forma de atraer a la gente que no sea ganando”, dicen en la comisión y todo Rivadavia sueña con ganarle a Estudiantes, con el pase a la final y el ascenso de categoría.