Paseos y sabores: chocolatemanía

Paseos y sabores: chocolatemanía
Paseos y sabores: chocolatemanía

Se trata de una de las más grandes delicias del planeta, de una pasión de multitudes. Sí señor. Hablamos de chocolate ¿no se le hace agua la boca? La delicia que proviene del fruto del cacao y que cuenta con una industria grande y añosa, no deja de hechizar a quien la prueba. No es todo, tampoco deja de innovar cualidades que lo hacen próspero en el mercado del siglo XXI como en aquel colonizador que empezó a comercializarlo en el viejo continente. Hay cientos de alternativas y diferentes métodos de preparación para todos los gustos.

Recetas secretas que provienen de un fruto que antes del Siglo XVI era desconocido para los europeos y el viejo mundo en general.
Por partes o de a pedacitos

El cacao es una planta tropical originaria de América la que fue conocida por los españoles en los primeros días de agosto de 1502 cuando la tripulación de Cristóbal Colón llegó a la isla de Guanaja al extremo norte de Honduras; este evento documentado en la bitácora de Bartolomé Colón cuenta que ellos interceptaron una enorme canoa de comerciantes indígenas en donde les llamó mucho la atención que sus tripulantes protegían celosamente los granos del cacao, evento que es evidencia del conocimiento del grano pero no del chocolate en sí.

Al pasar los años, los españoles fueron adentrándose en el continente y pronto llegaron a degustar el chocolate, receta y bebida que llevaron a Europa y que se popularizó en todo el viejo continente. Todo apuntaba a que Mesoamérica era el sitio donde se consumió por primera vez  pero nadie sabía el lugar específico.

La respuesta al misterio se develó cuando científicos de la Universidad de Pensilvania analizaron una botella encontrada en el sitio arqueológico de "Puerto Escondido" ubicado en el Valle de Sula, Honduras. En dicha botella analizaron los restos que habían en los poros del utensilio de barro cocido y lograron identificar que se trataba de una bebida de chocolate que había sido preparada entre los años 1.400 a 1.000 ¡antes de Cristo!, dato que era de 500 años menor de lo que se suponía como el tiempo en que los nativos de América consumían el chocolate.

Ése fue el principio de todo un mundo de sabor que cautiva al mundo, datos que sólo indican una cosa y es que el chocolate que hoy en día todo el mundo disfruta, tiene sabor hondureño.

Para mejorar el humor, para darse un gustito, para un momento especial, para alegrarse el día, el chocolate aliado, si los hay. Por algo mayas y aztecas hablaban del alimento de los dioses. Debe tener algún vínculo divino, no hay duda.Y como si fuera poco tiene los museos que lo homenajean y celebran, otra vez agua en la boca.

Aquí y allá

Astorga, en España, es uno de los lugares del mundo en donde el chocolate tiene su templo. Su deliciosa colección no sólo es comestible sino que revela datos de la industria chocolatera en los siglos XVIII y XIX, a través de objetos, fotografías, carteles y otros dispositivos que ayudan a comprender el fenómeno de aquellos días mientras adentra al viajero en la historia del chocolate.

Las primeras máquinas los rodillos, artesas, moldes, tostadores y morteros, son parte de la muestra. Y, entre los tesoritos de otros tiempos los envoltorios en los que guardaban el preciado producto, también los anuncios.

Pero la ciudad es parte de la gesta chocolatera europea, podría decirse. Resulta que era una parada obligada en el Camino de Santiago. Fue capital de una de las diócesis más extensas, pobladas e importantes de España por tanto había muchos sacerdotes a montones. ¿Qué tiene que ver esto? Pues que el clero era afecto al chocolate. Ellos creaban la demanda. La ciudad ganó fama además porque los viajantes de esos días, los arrieros, que viajaban desde Galicia hacia el interior, comerciaban con el chocolate de Astorga llevándolo a diferentes puntos de España.

En el lugar actualmente se conoce que durante largo tiempo el modo de elaboración del manjar era llamado "a brazo", tal y como se aprendió de los mexicanos. Así, el primer paso era tostar el cacao a fuego de leña para más tarde decorticarlo en artesas de madera. El grano limpio pasaba a una piedra de forma curvada denominada refinadera, bajo la que se colocaba un hornillo con fuego. Mediante un rodillo de piedra o madera se exprimía el jugo del cacao. A ello se añadía azúcar o especias muy molidas. La mezcla se volcaba en moldes de madera o cinc. La maquinaria facilitó el aumento de producción y la rapidez en el proceso de elaboración.

Otro de los aspectos que se pone en evidencia en la visita es la manera en que eran muchos los chocolates que pugnaban por ganarse los favores del público. Así fue como surgieron distintos regalos: no bastaba con producir el mejor chocolate o venderlo al mejor precio; había que fidelizar al cliente y para ello surgieron las primeras colecciones de cromos, muchas de las cuales, llegadas desde distintos puntos de España, están expuestas. http://www.museochocolateastorga.com/

El Museo del Cacao y del Chocolate

Bélgica se especializó en la materia. De hecho se apropió del producto y se adueñó de gran parte de la industria. Con algunas de las mejores etiquetas del orbe y la especialidad que también popularizó, los praliné de diversos frutos secos, se enorgullece de las recetas secretísimas, de los años que conserva esos viejos papeles escritos por los abuelos de los abuelos de los abuelos, y de la manera en que se hacía antes para que su sabor fuera impecable, cosa que no ha cambiado.

La hermosa Bruselas  y su despampanante casco antiguo es muestra empírica de que el chocolate alguna vez llegó para nunca más irse. Es que todo alude a él. Alcanza con llegar a la Grand Place. El viajero encuentra las chocolaterías repetidas aquí y allá. Desde Godiva y mucho más, cerca de 40 marcas se suceden con sabores y packaging de gran estilo. Con esta presencia constante, no es extraño que tenga su museo.

En la Rue de la Tête d'Or en el epicentro citadino, en un edificio del siglo XVII el Museo del Cacao y el Chocolate recorre la historia del producto desde la planta hasta el producto acabado en sus cientos de preparaciones, no sin antes dar una vueltita por el  del imperio maya, que consumían el Xocoatl con picante. Se sabe que era un brebaje espeso, oscuro, muy fuerte, pero además utilizaban la semilla como moneda. Desde aquellos usos en territorio centroamericano hasta la bebida adorada por las cortes francesas, pasando por los viajes de los españoles que introdujeron el cacao en toda Europa, el trayecto continúa en el interior del recinto.

Recordemos que Bélgica también era parte de territorio español. Por eso llegaron a este sitio algunas de las primeras partidas desde América y desde aquel entonces nunca  dejaría de llegar, logrando que las producciones de estos lares obtuvieran prestigio en todo el orbe.
Los franceses cambiaron la pimienta por el azúcar en Versalles. Más tarde se incorporaría a los postres y, con la industrialización, se comenzó a producir en cantidad y variedad. En el siglo XIX se consiguió solidificarlo, todo un logro que fascinó a las masas, y hacia finales de la centuria se lo mezcló con leche. No hace falta decir que enloqueció a todos.

En 1912 Charl Hause crea el praliné, la combinación de chocolates con frutos secos, fórmula exitosa si las hay que se trasladó a las costumbres de muchos países.

Más tarde, en presencia del maestro chocolatero, los asistentes quedan boquiabiertos ante las demostraciones de la fabricación artesanal, los tips y secretitos que cuenta el emblemático personaje. Luego se pueden ver las colecciones de chocolateros y tazas antiguas, esculturas e incluso vestidos de chocolate. Cabe señalar que en todo el trayecto las degustaciones van amenizando los datos con más de 200 variedades y presentaciones. Para el final, el centro de ventas apacigua los deseos.

Museu de la Xocolata de Barcelona

Situado en el mágico barrio de Borne, es otro ejemplo de cómo el producto se popularizó en Europa. Es más dicen que en esta ciudad se abrió por primera vez una fábrica de chocolate en 1780. Ubicado en el antiguo convento de Sant Agustí, hace pasear al viajero por el pasado. Resulta que en el siglo XVIII el ejército borbónico era un fanático consumidor de este producto. Según las ordenanzas, el chocolate estaba presente en los menúes de las academias militares del siglo XVIII: «Para desayuno de cada cadete y oficial de compañía se dará onza y media de chocolate con un cuarterón de pan...», y cuando la tropa estaba de guarnición en los cuarteles también se tomaba usualmente chocolate.

El cuerpo de alabarderos, la guardia personal del monarca, era llamado, con envidia, «los chocolateros», pues al ser un cuerpo mimado y de élite, tomaba mucho chocolate, así lo afirman en el museo. Hoy hay muchas actividades para compartir conocimiento y sabor, como cursos de pastelería para chicos y grandes, así como una tienda para comprar de todo chocolatoso, claro.  http://www.museuxocolata.cat/?lang=es

Museo del Chocolate Imhoff-Stollwerk

En Colonia, Alemania, donde en la época medieval estaba el lugar del fondeadero y de trasbordo, se encuentra hoy el Museo Imhoff-Stollwerk. Dar una vuelta por la exposición es como viajar a través de 3.000 años por la historia del chocolate. Los fanáticos de esta delicia se ponen al corriente en sus secretos, desde el culto al cacao de los habitantes nativos de América Central hasta la moderna producción del chocolate.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA