Para comenzar tenemos que remontarnos a los años en que existieron: 1609 - 1769. Estos asentamientos de pueblos originarios en Sudamérica fueron promovidos por los integrantes de la Compañía de Jesús en tierras que habían sido conquistadas por Portugal y España, con el deseo de salvaguardar la identidad de las personas y de los vasallos de la corona.
Así, los pueblos que vivían con sus costumbres, aislados y en pequeños grupos, fueron reunidos por iniciativa de los jesuitas para formar asentamientos de 5.000 personas cada uno.
Estas misiones estaban muy organizadas. La civilización y la convivencia se pudo hacer realidad a través de una estructura donde había un cabildo, corregidor, alcaldías, jueces y también en su cultura, educación, arquitectura, escultura, música y ciencia.
La espiritualidad y la evangelización eran el eje. El adoctrinamiento cristiano y católico, los conceptos en que se basaban.
Existieron 30 reducciones que se extendieron a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay, en un vasto territorio que forman parte de Paraguay y Argentina, sur y sur oeste de Brasil y el sudeste de Bolivia y Uruguay.
Aquellos que las visiten podrán ver huellas claras y poco comunes de la experiencia misional jesuitica. Paraguay tiene en su haber siete reducciones jesuiticas.
San Ignacio Guazú fue la primera reducción jesuitica del Paraguay. Fundada en 1609, es bueno saber para los visitantes, que en ella se encuentra el museo más completo de las reducciones jesuiticas que hay en el país. La fundación la realizaron Marcial de Lorenzada y Francisco de San Martín junto al cacique Arapizandú.
San Cosme y San Damián es otra de las misiones jesuiticas. Fundada en 1632, lleva el nombre de dos hermanos y está a 342 kilómetros de Asunción. Se ha destacado en su época por realizarse en ella estudios astronómicos. De hecho hoy en día conserva un antiguo observatorio astronómico y un enorme reloj de sol.
También tiene un túnel que desemboca en el río Paraná. Santa Rosa de Lima, por su parte, fue fundada en 1698 a 248 kilómetros de Asunción. Exhibe casas de aborígenes, un campanario de la época, hecho en piedra roja, y la Capilla de Loreto con tallas y murales de gran valor.
Por último, Jesús de Tavarangüé es una de las misiones más destacadas junto a la Santísima Trinidad del Paraná, ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En Jesús de Tavarangüé hay tres grandes portales y varios edificios bien conservados. Es la única que tiene un estilo morisco.
Esta misión se fundó en 1658. Ya Nuestra Señora de la Santísima Trinidad del Paraná, fundada entre 1706 y 1712 es, de las treinta reducciones, la más visitada.
Cuenta con una plaza, un templo con pilar bautismal, púlpito y pórtico de la sacristía; casa de indígenas, colegio, talleres, cementerio, huerta y un museo con esculturas y ornamentos.
En esta última misión también se ofrece un espectáculo de luces y sonido para los viajeros que da a conocer lo mejor de su historia.
(Fuente: Compartiendo Turismo)