El pasado en Berlín acecha como cuerda de trampa. Mientras los dirigentes de Europa batallan con los desafíos de un atormentado presente -el surgimiento del Estado Islámico, las duras experiencias de la Eurozona, las maniobras del Kremlin-, pareciera que a Alemania la regresan en la historia, como si estuviera condenada a nunca superarla.
En los últimos días, ha habido noticias de que herederos de comerciantes judíos en arte demandaron, en Estados Unidos, para que se les regrese un conjunto de tesoros litúrgicos en oro y plata -el tesoro Welfenschatz o Guelph-, aduciendo que a sus antepasados los obligaron a venderlo al Estado prusiano, bajo presión nazi, en los ’30.
Y también estuvo el recordatorio de que “Mein Kampf”, el manifiesto de Hitler, que se había suprimido desde la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, finalmente se volverá a publicar ahí en 2016, aunque con anotaciones críticas, cuando venza el existente derecho de autor del estado de Baviera a finales del presente año.
Sin embargo, quizá el más escalofriante retroceso en las décadas se produjo cuando Josef Schuster, el presidente del Consejo Central de los Judíos en Alemania, dijo que los judíos deberían considerar quitarse el kipá en algunos “barrios problemáticos” de Berlín para evitar hostilidades.
La mismísima noción de que los emblemas que identifican al judaísmo están de nuevo entrelazados con la política del odio parece llenar de pavor a los dirigentes alemanes.
“Los judíos no deberían tener que esconderse nunca más”, notó Heiko Maas, del Ministerio de Justicia. Christine Lueders, una funcionaria sénior contra la discriminación, dijo que la idea de que los judíos ponderen exhibir su fe es “intolerable”. Desde 1945, Alemania ha batallado para reparar la era nazi y el Holocausto, así como para confrontar a las personas de extrema derecha, a quienes se responsabilizó durante mucho tiempo de la mayor parte de los actos antisemitas, en un momento de aumento en el extremismo islámico.
“El antisemitismo no es un problema solo relacionado a la comunidad musulmana. Muchos ciudadanos de origen alemán también se apegan a los estereotipos antisemitas”, se dice en un editorial del semanario Der Spiegel. “Estos prejuicios son terreno de cultivo del odio hacia todo lo que es judío”.
Sin embargo, después del conflicto del año pasado en Gaza y los ataques recientes contra los judíos en capitales europeas, se ha disipado el tabú de ampliar la culpa a los extremistas musulmanes.
“El antisemitismo de las organizaciones islamistas radicales representa una amenaza tanto para la comunidad judía como para toda la sociedad y para nuestros valores democráticos”, observó Schuster.
El debate se ha intensificado con la invitación reciente del primer ministro Benjamín Netanyahu a que los judíos de Europa busquen refugio en Israel. Más allá de la preocupación de Alemania por su pasado, la posibilidad de que se reduzca la población judía alemana plantea interrogantes sobre el tipo de sociedad que los alemanes desean construir para el futuro, y el papel de los judíos y otras minorías va a intervenir en eso.
Antes del surgimiento del nazismo, los judíos alemanes sumaban 500.000. En la era de la posguerra, según el Consejo Central de los Judíos en Alemania, esa cantidad había caído a 15.000. Sin embargo, con la afluencia de judíos de la ex Unión Soviética y Europa Oriental desde 1990, el número ha ido aumentando a 100.000.
La cantidad real puede ser el doble de esa y, para algunos, su presencia se ha convertido en el barómetro de una integración amenazada por toda Europa. El surgimiento de una organización llamada Pegida, que se opone a lo que denomina la “islamización de Occidente”, ha sacudido a Alemania. Para algunos, se ha entrelazado el destino de los musulmanes y el de los judíos alemanes.
“Solo por puras razones egoístas, Alemania hoy debe hacer todo para prevenir un éxodo judío”, escribió el columnista Oezlem Topcu en el semanario Die Zeit. “Los judíos en Alemania son prueba viviente de que la nación ha encarado su pasado y se ha convertido en una sociedad en la que las minorías tienen un sentido de bienestar. Los alemanes necesitan a los judíos tanto como los alemanes musulmanes necesitan a los judíos”.
Con base en la evidencia actual, ese cálculo puede ser un trabajo en elaboración, en el mejor de los casos.