Aunque agosto fue un mes particularmente más lluvioso que otros años, no impidió que el Parque Nacional Iguazú recibiera al promedio de 3 mil visitantes diarios.
Los turistas vienen de todas partes del mundo y las cifras, que van en aumento, tienen que ver sin duda por su rutilante ubicación entre las Nuevas Siete Maravillas Naturales del Mundo, a partir de 2011, elegidas según votaciones en el sitio web new7wonders.com.
Y ya no importa el orden del mérito, sino del hecho de que las caídas de agua de Misiones superaron las elecciones junto con otros espectaculares paisajes entre 450 nominaciones. Y al llegar a las tierras rojas, rodeada de verdes inconmensurables y caudales de cristalinas aguas, se comprende la selección.
Un show extra terrenal
Sólo imagínense un atardecer de colores perturbadoramente rojos extinguiéndose detrás de una explosión de verdes y horizontes turquesas. El viento, que arrastra las ráfagas del poderoso estallido del agua, es interrumpido por los silbidos de los pájaros y los animales en una lenta transición hacia la noche.
De repente, estalla un resplandor sobre la selva detrás de la caída principal: es la luna llena, una esfera intimidante que se asoma cambiando a cada minuto los tonos del entorno selvático, de un colorado turbio a una gama de plateados que se mece con el movimiento del río.
Luego, en el plenilunio, se descubre cómo el parque se convirtió en otro paisaje en el que los verdes se apagan en la medida que el reflejo del sol sobre el satélite convierte a la panorámica en una atmósfera onírica y alienígena. El plata del cielo parece detener el tiempo y abruman las sensaciones visuales difíciles de describir con palabras. Este paseo sólo puede realizarse entre tres y cuatro noches por mes aunque es el cambiante clima el que decide si se pone en práctica o no.
Safari histórico y ecológico
No todo es pasarela, trenes, restaurantes y verdes inconmensurables en el Parque Nacional, lo conocido. En la periferia se puede descubrir nuevos circuitos alternativos. Varios sincronizan historia, ecología y naturaleza cruda. Éste es el caso de la excursión en un jeep 4x4 Ika de los 50, llamada “Safari de Yacaratiá”.
El yacaratiá es un árbol que alcanza hasta 30 metros de alto y su fruto es comestible y dulce. Es una de las estrellas principales de este paseo que, como la humedad de la selva, absorbe historias de los pioneros misioneros, de la industria de la madera y de cierta gente regia que ya desde 1900 se alarmó de la depredación humana que marchitaba el bosque desde las últimas décadas del siglo XIX.
El primer propietario del parque fue el millonario terrateniente salteño Gregorio Lezama (1802-1889), que no le dio suficiente importancia a esta selva virgen y terminó por vendérselas a Domingo Ayarragaray, mejor conocido como “El vasco”. Otro terrateniente odiado y amado, que sí encontró el potencial comercial de la tala de los árboles depredando violentamente cedros, lapachos, inciensos y peteribíes.
Su visión también incluyó al turismo; construyó caminos entre los bosques como éste, abierto en 1921, para asomarse a las caídas, un pequeño hotel y estimuló a la aristocracia porteña para que viniera navegando desde Buenos Aires para conocer estas tierras espectaculares.
Las anécdotas que va relatando el guía y al mismo tiempo el chofer de la 4x4 se alternan con el cruce de animales por encima de los árboles que bordean un sendero recto de 20 kilómetros de distancia. El visitante tiene que tener la cámara siempre encendida, porque se van cruzando por las ramas monos caí, coatíes, ardillas serelepes, tucanes, inquietas urracas y hasta algún esquivo margay.
También sobre el suelo descubrimos zorros de monte, lagarto overo, agutíes, cuyes, corzuelas y adivinamos por las huellas frescas la presencia del hermosísimo yaguareté. Otra: observar de cerca una gran hormiga tigre y el fantástico camuflaje de la mariposa hamadrya. O quedar de una pieza frente a la hermosura de las orquídeas, las cactáceas y las bromelias.
Éste es un sendero extremadamente protegido que se visita en dos horas. Está cerrado al tránsito de vehículos y sólo entran dos expediciones por día con un puñado de visitantes. La legendaria tierra roja en su estado más cercano a su estado original. Un tesoro para amar y proteger.
Un parque renovado y accesible
El Parque Nacional Iguazú inaugura progresivamente distintas mejoras que amplían los recorridos para todos los públicos. Parte del plan da la posibilidad a que personas con capacidades motrices limitadas puedan visitar los circuitos con una silla con neumáticos anchos y conocer como cualquier otro visitante, casi toda la red de balcones.
Pero ahora la novedad es otra: desde el 3 de setiembre, Iguazú abrió la ampliación de 1.100 metros de pasarelas "Cero Kilómetro" que cruzan el río alto por encima de la caída San Martín, una vista que nos fue negada durante 30 años, ya que había un pequeño sistema de balcones que en los 80’ fue arrastrado por un temporal y nunca fue recuperado.
El reluciente brazo metálico en forma de “U”, va y vuelve al salto principal y luego devuelve al Circuito Superior por otra pasarela alternativa en el que el visitante camina sobre los islotes del Río Iguazú ubicándose a la altura media de los árboles de la impenetrable selva. El proyecto utilizó para su construcción 500 metros cúbicos de concreto, 2 mil metros de baranda, 4 mil de pasamanos y unos 500 m cúbicos de pisos.
El nuevo sistema se engarza primero con el Salto Mbiguá y va creciendo cierto grado de vértigo al llegar a las orillas de esta furiosa cascada que, dicen por ahí, tiene más torrente de agua que la misma Garganta del Diablo y cuando el viajero se asoma en la última plataforma, apenas unos pequeños pasos, rodeado de rocío y energía apabullante, no cabe dudas de que es cierto.
También la vista panorámica es insuperable: se observa la orilla brasileña, al Hotel Das Cataratas, los elevadores del Área Naipi del Parque Nacional do Iguaçú y del lado argentino el Hotel Sheraton, la Torre Tanque con forma de faro, los balcones de los circuitos Superior e Inferior, la isla San Martín y a lo lejos, la pasarela que conduce a Garganta, salto que en el futuro será también enlazada con otro nuevo recorrido de pasarelas sobre el río uniendo los balcones de la San Martín. Un proyecto que demandará años pero que ya está en estudio su diseño.
Es una lástima que todavía prevalezca cierta leyenda turística que determina que para visitar al Parque Nacional Iguazú se necesiten dos días: uno para el lado brasileño y otro para el argentino y volver. Los turistas que lo han creído, sobre todo argentinos, así como los que piensan que sólo está abierto para personas con total movilidad dejando de lado incluso a los abuelos y bebés. Las ofertas de aventuras y mejoramientos estructurales no ha hecho otra cosa que aumentar en estas últimas décadas, por lo que conocer sus 67.720 hectáreas, incluyendo los alrededores de la ciudad de Puerto Iguazú y la Triple Frontera, demandaría no sólo más días, sino más adrenalina para unas vacaciones inolvidables.