Una turista alemana posa para la foto con una gran sonrisa, mientras por detrás pasan dos amigas caminando y charlando sobre los últimos eventos del fin de semana. A unos pocos metros, una pareja con tres niños toma mate, chocolatada y galletitas, los que casi sin querer tienen que aceptar un folleto de un candidato que hace campaña por las elecciones.
Una tarde en el parque General San Martín, sitio en el que todos los mendocinos encontramos alguna actividad que nos convoca: descansar, hacer ejercicio, pasear, comer, aprender, escuchar música; sólo por mencionar las más frecuentes.
Cuesta imaginar que hace más de un siglo -cuando se creó el espacio verde diseñado por Carlos Thays- su uso estaba prácticamente restringido a las clases más acomodadas, tal como explica Ricardo Ponte, arquitecto especialista en patrimonio cultural.
"No era que estaba prohibido para las clases bajas, pero no había otra forma de llegar que no fuera en carruaje, lo que hacía que su uso fuera evidentemente aristocrático", expuso el investigador, a la vez que destacó que en el proyecto original, que se llevó a cabo en 1896, se había previsto dejar 80 lotes alrededor del lago para que las familias más pudientes de ese entonces construyeran sus casas quintas.
"En 1907, se desistió de la idea porque era inviable", aseguró.
El tramo del tranvía que llegaba hasta el lugar, las concesiones otorgadas a clubes deportivos y la creación de la Rosaleda (paseo que los mendocinos siempre llamaron Rosedal), fueron algunos hitos que democratizaron el Parque y lo acercaron al disfrute masivo.
Testigos actuales de ello son los miles de mendocinos que aprovechan cada momento de esparcimiento para recorrer sus arboledas y extensas áreas verdes.
"Venimos una vez a la semana desde que nos casamos hace 17 años", recordaron Fabio Rojas y Jaquelina Fernández, sentados cómodos en sus sillitas de camping frente a la ciclovía. "Primero damos una vuelta y después nos tomamos unos mates", narraron a dúo bajo la mirada atenta de sus tres hijos.
En vez de mesa, Romina David optó por compartir una lona en el pasto junto a su pequeña hija de un año Jazmín. "Estoy acá con tres parejas con niños, pero todos se fueron a jugar a la pelota y a mí me dejaron con la bebé", dijo con simpatía la joven mamá, para quien ir al Parque es una alternativa económica de salida, "más cuando tenés chicos; otro lugar se hace bastante caro", deslizó.
Si el lago resultó una formidable atracción cuando estaba vacío, ahora que está limpio y lleno encanta mucho más.
Así lo manifestaron las consuegras María Formica y Carmen Barrese, sentadas con la mirada perdida en el agua. Las mujeres eligen el espacio verde para "desenchufarse, gozar de la naturaleza y despegarse un rato de los maridos, que se quedaron durmiendo la siesta", comentaron risueñas.
Además de sitio para admirar, el lago también nuclea a cientos de mendocinos que en bicicleta, skate, rollers, monopatines o a pie, dan vueltas sin parar.
Cada uno a su ritmo y a diferentes velocidades, dependiendo del grado de entrenamiento que posean, se ejercitan solos o en grupos.
"Hay que bajar los kilitos de más", vocifera Luciana Fuentes cuando es consultada sobre la motivación que la lleva a hacer ejercicio cuando el calorcito invita a relajarse.
"No queda otra porque hay que ponerse la bikini", ríe mientras recupera el aliento después de su primera vuelta trotando.
Diferente es el motivo que aduce Carlos Neira, aunque la compañía de "Toto", su perro labrador, lo hace bastante evidente. "Si no lo traigo, no me deja tranquilo en toda la tarde", cuenta el hombre, que pasea a su mascota y de paso toma aire fresco.
Aunque él prefiere escuchar música con sus auriculares, de fondo se escuchan melodías entremezcladas. Vienen desde autos y camionetas que prenden sus estéreos a "todo lo que da" cual si fuera una pelea para ver quién impone la canción que suena.
El sol va cayendo y mientras algunos parten a sus hogares, hay otros que prefieren quedarse para tomar algo con sus amigos, compartir un rato más con su familia o simplemente buscar un rinconcito para pasar un rato en pareja.