París era una siesta

París era una siesta

Lo raro sería asombrarse. O reclamar transparencia o pedir por más calidad o cierta equidad. Este gobierno se ha dispuesto a conjugar una política que es más que tendencia. Y al que no le guste deberá cambiar de canal. Algo así ya pasó en la Feria de Frankfurt y en la última Bienal de Venecia. Creo, como una de las autoras no invitadas, Pola Olaixarac, que “suponer que no hay motivos políticos detrás de la composición de una delegación cultural de Argentina es simplemente ingenuo”.

Dijo Piglia, esta semana: “Me parece que monsieur Morisset se ha tomado en serio la idea de que la literatura argentina se divide en K y anti K, y no sabe que la mayoría de nosotros –viajen o no a Paris- pensamos a  nuestra literatura actual de otra manera y con otros criterios”. Le respondía al comisario del Salón del Libro, Bertrand Morisset, que se manifestó en esta polémica de toilette.

Para el poeta Juan López esta situación desnuda cierta “enfermedad de la importancia”. Y lo explica: “Muchos o casi todos los escritores con obra publicada en editoriales importantes –que evidentemente no es mi caso ni el de la mayoría de los escritores– están enfermos de importancia. Que si Piglia sí, que si Piglia no, que si tal o cual. Estoy tan lejos de ese mundo del mercado literario que lo único que puedo decir es que me aburre. Tanto el gobierno como sus detractores.  Más allá de esto, si estuviera en el lugar de Piglia, seguramente me hubiera quedado acá. Intento no ser “usado” por nadie, ni por un empresario editorial ni por gobierno alguno”.

La literatura argentina hacía tiempo no escalaba el plano internacional. Distintos medios de Francia se ocuparon. En Le Nouvel Observateur, por ejemplo: “La fiesta de la literatura argentina se pone amarga. A una lista de 30 autores traducidos en Francia se deben agregar otros 18 escritores inéditos en Francia, unilateralmente elegidos por Argentina. Está en la naturaleza de las listas: hacer infelices a los que no son parte. Pero para muchos escritores que se expresan en los medios hostiles al gobierno, la lista ha sido elaborada a partir de consideraciones políticas y los opositores han sido deliberadamente excluidos”.

En Le Figaro de días pasados, en cambio, el comentario salió de la coyuntura: “El peronismo tiene una historia cuando menos conflictiva con la intelectualidad. Julio Cortázar fue exiliado porque no podía soportar el ambiente de la primera presidencia de Perón. En ese momento, los críticos del régimen estaban en listas negras y eran condenados al exilio o al ostracismo. El caso de Jorge Luis Borges sirve como ejemplo: el escritor fue trasladado de su puesto en la Biblioteca Nacional a inspector en los mercados de aves de corral. La vieja consigna peronista ‘alpargatas sí, libros no’, sigue siendo una parte superior del anti-intelectualismo populista”.

Raúl Silanes, una de las voces literarias más destacadas de Mendoza, también tiene posición sobre este cotilleo. “Piglia y los demás que renuncian a ir, ejercen su pleno derecho a hacerlo. Si no quieren ir que no vayan, si no pueden ir que no vayan. A ese nivel de discusión o de planteo, el lugar que ellos dejan vacante puede ser ocupado por otros, total están hablando de personas y no de libros. Los libros de Piglia y los demás supuestos “renunciantes”, tienen sus prioridades y también sus intereses, están y van a estar en las librerías en Francia”.

El escritor repara en la figura de Cortázar. Y aprovecha para sacudir el avispero: “Esta supuesta controversia, fogoneada por intereses ajenos a las obras literarias, muestra cómo somos. Es paradójico que este año ese gran evento se lo dedique Francia al queridísimo Cortazar, justo a él que en sus obras retrató situaciones como esta (Ver sobre todo “Los Premios”), con sus acciones y sus reacciones patéticas”.

También entiende que las exclusiones son moneda corriente. “¿Acaso en los suplementos culturales de los grandes periódicos nacionales no pasa lo mismo? Unos aparecen publicados a cada rato y otros siempre quedan afuera, ni hablar si son escritores del interior. En Argentina nunca hay lugar para todos. Preferimos jugar al bodrio de las internas permanentes, en vez de ocuparnos en escribir mejor y sentir orgullo porque una de las ferias más importantes del mundo nos elije y nos honra como país invitado. No nos hagamos los ingenuos tampoco: este es un evento cultural, por lo tanto es un evento político”.

Y, por último, se declara partidario del grupo de César Aira, “quien sin levantar polvareda rechazó educadamente la invitación, aduciendo la misma razón mía: “Tengo que trabajar”. Al mismo tiempo me alegro mucho por Liliana Bodoc, que sí va a estar en París y se merece estar, tanto ella como su obra”, explicó.

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