Si bien a poco de terminar con el brindis de Año Nuevo y lanzarnos por la cabeza todos los modelitos nuevos de piletas y sillones de jardín, las cadenas de supermercados llenaron las góndolas de útiles escolares, arrugando el corazón de los que aún no tomaban su descanso anual o de los que estaban llegando, como empeñados en la maliciosa voluntad de no dejarnos disfrutar del verano en paz.
Y a pesar incluso, del inicio de clases, esta vez en tiempo y forma el 2 de marzo, los mendocinos no damos por concluida la etapa vacacional hasta que tenemos nueva Reina bajo el sol.
Así, con cabezas gachas y algunos entonando las bachatas de un tal Romeo, la semana se vivió como el verdadero “volver a empezar”.
Como en peregrinaciones desordenadas los autos en doble y triple fila avasallando las arterias céntricas, los colegiales descendiendo de esos mismos vehículos con caras marcadas por las almohadas, mientras las madres/padres entre besos y recomendaciones los empujan hacia la vereda, todo al ritmo de bocinazos. No hay que olvidar a los superconductores de los transportes escolares que con habilidad nata estacionan, toman a un puñado de criaturas y los depositan en el interior del establecimiento en cuestión, sí, en cuestión de segundos.
En cuanto a las obligaciones laborales, por más que nuestras vacaciones fueran del 1 al 15 de enero, es ahora cuando empieza a sentirse bajo la profundidad de la rutina, de tediosos horarios, las metódicas prácticas para sostener la estructura, o aparentarlo al menos. ¡Decí que viene el feriado del 24 y que pronto la Semana Santa! Se le escucha decir a una mamá cuando dejaba a su niño en el jardín de 4 con exclamaciones esperanzadoras.
Lo cierto es que estos días no son fáciles, muchas personas experimentan angustia y hasta cansancio “adelantado” por lo que vendrá, presas de la rueda sin fin, saben que no pueden pedir minuto fuera de juego o gritar paren que me quiero bajar. Desean unos días más bajo el sol, sin horarios fijos, sin un régimen de comidas nutritivas, sin planchar camisas o uniformes, sin tareas para mañana y sin leer los cuadernos de comunicaciones justo antes de salir camino a la escuela, que piden: una media roja, dos recortes de diario, 3 palitos de helado y 4 botones dorados.
De la misma manera los trabajadores/as sin niños temen sumergirse en la agobiante rutina que no se verá modificada hasta un próximo recital, una escapada con amigos o el amado setiembre cuando ya se vislumbra la Navidad (porque los supermercados así lo dictan) y con ella, las vacaciones.
El tema es cuando la angustia, o ese sentimiento de saudade –dirían los brasileños- se instala y se suceden los suspiros, las lagunas mentales, las ganas de salir corriendo. Ansiedad, nerviosismo, bajo nivel de tolerancia y varios dolores que nunca antes habían acusado los músculos, aparecen sin razón aparente. Ni más ni menos que estrés post vacacional.
¿Lo qué? "Yo no tengo tiempo para estas cosas, eso les da a los que pueden darse el lujo". Pero no es ningún lujo, es simplemente la dificultad para adaptarse al ritmo cotidiano luego de un período de descanso, y todos tenemos derecho a él, sea cual fuere nuestra tarea.
Vanesa Baulet, psicóloga, explica que muchos síntomas son similares a los de ataques de pánico, que pueden incluir: ahogo, taquicardia, desmayos. También falta de concentración o motivación, y explica que cuando la persona es muy exigente o tiene personalidad obsesiva el sufrimiento es mayor. Los adictos al trabajo, nos dice la especialista, esos que tienen problemas para desengancharse de sus tareas o los que están a cargo de labores muy rígidas y no "cortan" ni siquiera en vacaciones, padecen de esa incapacidad de adaptarse tanto a la salida como a la llegada. La alarma se enciende, hay que prestarle atención.
Algunos tips
La especialista Vanesa Baulet recomienda cosas bastante sencillas como para no estresarnos en la tarea de desestresarnos:
Darle tiempo al cuerpo para adaptarse: es decir tomar uno o dos días luego de llegar de viaje para retomar las tareas.
Pensar en lo que se está haciendo en el momento, no en todo lo que "se debe hacer en el día, en la semana o el mes", pues la mente se agota y el estrés sube y sube. Estoy lavando el auto, pelando zanahorias, corrigiendo un examen o conduciendo el auto, pues pensar en eso.
Preparar momentos de ocio, no importa cuáles ni dónde, recreos durante la semana y actividades recreativas durante todo el año.
Respetar las horas de sueño, las laborales y las de recreación, es clave. Dejar el trabajo en la oficina.
Y lo que es bueno para el corazón, también: la alimentación sana siempre ayuda, hacer ejercicio al menos 3 veces por semana, darse tiempo para uno mismo y tomarse las cosas con calma, especialmente los "pendientes" eso que dejamos antes de las vacaciones y aún siguen ahí. .