Por Alfredo Leuco - Periodista. Gentileza Radio Mitre
Paren de matar. La verdad es que no se me ocurre otra cosa que decir: paren de matar. Le cuento brevemente dos historias absolutamente desgarradoras.
Dos laburantes fueron atacados por delincuentes que terminaron muertos y esas dos víctimas ahora están detenidas.
Por un lado está lo que le pasó al remisero en el partido de San Martín. Un ladrón intentó asaltarlo a mano armada. El chofer lo enfrentó, forcejeó con el atacante y logró arrebatarle la pistola. ¿Qué hizo? Le metió dos tiros y lo mató.
El otro trabajador es un carnicero que trabaja de sol a sol y se rompe la espalda de tanto esfuerzo. Esto ocurrió en Zárate. Dos chorros entraron al negocio pero el comerciante se resistió y logró poner en fuga a los pistoleros. El carnicero persiguió con el auto a los que escapaban en moto mientras disparaban con su pistola.
El carnicero los atropelló a propósito y uno de ellos quedó aplastado entre el auto y la base de caño de un semáforo. El otro, herido, alcanzó a huir. Pero el que quedó en el suelo, apenas podía moverse mientras los vecinos lo insultaban y algunos lo golpeaban. No lo lincharon por casualidad porque lo vieron muy mal herido. Estaba muy golpeado y, de hecho, murió a las pocas horas en el hospital.
Dos ladrones muertos, dos trabajadores que se defendieron ahora están presos. Uno en Zárate y otro en el partido de San Martín, el mismo lugar donde hace poco se levantó el gran debate producto de que el médico Lino Villar Cataldo abatió a balazos al delincuente que le quiso robar el auto con un pistolón en la mano.
El médico está libre pero es un muerto en vida. Tiene arruinada su existencia y vive amenazado.
Todos los delincuentes muertos tenían antecedentes y dos de ellos ya habían estado presos y por distintos motivos habían recuperado su libertad. Este es otro tema de debate. ¿Qué hace la Justicia que no puede mantener a los delincuentes presos? ¿Todo el tiempo salen por la llamada puerta giratoria? Supongo que habrá jueces que lo harán por miedo, otros por plata y algunos por ideología.
Pero lo cierto es que vuelven locos a los funcionarios civiles del Estado. Todos los días tienen casos en los que detienen a algunos cabecillas del narcotráfico y a la semana los vuelven a detener en otro operativo porque no estuvieron presos más de 48 horas. Algo hay que hacer al respecto.
Hace apenas dos semanas le dije y quiero repetirle que nuestro trabajo siempre está lleno de dilemas éticos que nos interpelan todos los días. Yo utilizo una fórmula que me sirve para equivocarme lo menos posible.
Trato de contar los hechos con la máxima rigurosidad posible, pero parado en el lugar de las víctimas y nunca de los victimarios. En estos casos terribles pasa lo mismo. Me pongo en el lugar del remisero, del carnicero y del médico. Ahora están acusados de haber matado a una persona. No se vuelve fácil de ese lugar sin pasar por pesadillas, culpas terribles y hasta insomnios prolongados. Nunca es gratis matar a una persona. Quedan como víctimas de un delito pero también de una Justicia que todavía duda si fue en defensa propia o no. Si se excedieron o no en su intento de que no los asesinaran.
¿Quién es capaz de juzgar eso? ¿Cuáles son los parámetros para medir si la reacción fue desproporcionada o no? ¿Quién sabe del miedo, del terror y del odio que se le despierta a una persona cuando es golpeada y amenazada de muerte con arma? Una bala era suficiente.
¿Dos balas? ¿Tendrían que haberlos dejado escapar en la moto o chocarlos suavemente para que solo se cayeran y luego llamar a la policía?
Resulta que ahora los tres están en el banquillo de los acusados y tienen que dar explicaciones.
Es un tema muy delicado y complejo. Yo estoy absolutamente en contra de la justicia por mano propia y de que la gente se arme para garantizar la seguridad que le tiene que garantizar el Estado. Pero tampoco creo que haya que ensañarse con la persona decente y honrada que se defendió de un ataque feroz e inesperado. Insisto: ¿Quién sabe cómo va a reaccionar en una situación tan violenta?
Yo sé que a las armas las carga el diablo... y ya se sabe quién la descarga. Todos los estudios científicos de todos los países del mundo sin excepción demuestran que si una persona tiene armas en su casa hay más posibilidades de que los delincuentes lo asesinen.
Por eso es una verdadero despropósito que algunos irresponsables fomenten esa idea nefasta de que una familia debe armarse para garantizar su propia seguridad. Ojo con la chantada demagógica propia de dirigentes rústicos y derechistas.
Soy consciente de que el Estado no hace todo lo que debería hacer. Que en muchos casos lo hace tarde y mal. Pero hay que luchar, reclamar, exigir y movilizar para que los estados nacionales, provinciales y municipales nos brinden una mejor protección a nosotros y a nuestras familias. Pero un padre o un hijo no pueden reemplazar al Estado y tener una pistola debajo de la almohada.
Comprendo que el miedo y la desconfianza en las autoridades políticas y en la propia policía empujó a mucha gente honesta a tener un arma, o varias, en su casa.
Lo entiendo pero no lo justifico desde ningún punto de vista. Tener un arma siempre es mucho más peligroso para la víctima del hecho delictivo. Siempre hay más posibilidades de que salga herido o muerto alguien de la familia asaltada. Por varios motivos, pero uno fundamental: los profesionales en la utilización del arma son los delincuentes. Los ladrones y criminales andan todo el día con armas y las manejan mucho mejor que el mejor de los civiles aunque de vez en cuando vaya a practicar al tiro federal.
Esa persona está dispuesta a todo. Su vida no vale nada. Está jugado, como dicen en su jerga. Yo sé que es difícil en estos momentos explicar esto. Que mucha gente tiene una escopeta en el ropero y eso le permite dormir mucho más tranquilo. Pero es un autoengaño. Una película de Rambo que proyectamos en nuestra conciencia pero que pone en mayor peligro a toda la familia. Necesitamos mucha mayor seguridad. De eso no hay duda. Hay que exigirla a gritos a las autoridades. Pero la responsabilidad de cuidarnos es del Estado. Para eso pagamos los impuestos y por eso una sociedad democrática delega esa tarea.
Hay que decirle adiós a las armas. Una sociedad con menos armas es una sociedad donde hay menos muertes. No tenga duda. La presencia de un arma en una casa triplica las posibilidades de que haya un homicidio. El 50% de los disparos accidentales que afectan a los chicos ocurren en la propia casa de la víctima. Y el 38% en la casa de amigos o familiares. Es de terror.
Un suicidio social en cuotas. La mitad de las armas que hay en la Argentina están en manos de gente que no tiene la menor idea de cómo se manejan o que alguna vez tiró algún tiro en el campo. Por eso el tiro siempre sale por la culata. Aunque maten al delincuente ya no podrán vivir con esa carga. No les haga caso a los demagogos y oportunistas. No caiga en la locura de la justicia por mano propia. No se convierta en lo que combatimos. Hay que educar a nuestros hijos para la paz y no para la guerra. Si el diablo no carga las armas, nadie debe cargarlas. La vida no vale nada pero nada vale una vida. La Argentina sangra. Antes de que todos terminemos muertos, por favor, paren de matar.