El caso de Barbie Vélez y Fede Bal sigue su montaña rusa de dimes y diretes, supuesta violencia de género, caracteres violentos e infidelidades. En la mitad de eso, las dudas acerca de quién dice o no la verdad, deja espacio a un tema irrefutable: la toxicidad de una pareja cuyo escándalo mediático pega donde más duele, en los casos reales de mujeres que viven a diario sumando golpes a su cuerpo.
Un vínculo tóxico que se explica desde los mismos protagonistas en denuncias por violencia de género por parte de Bal a Vélez (moretones, apretones de cuello) sumado a malos tratos. A la vez, una contradenuncia de él hacia ella, adjudicándole “agresiones y destrozos en su departamento...”.
Y sigue: “La imputada tomó un calzado y rompió el televisor de la casa como así el celular (...) causando lesiones a Federico Bal en la rodilla y el brazo izquierdo...”, cita Clarín.
Según argumenta la licenciada en Psicología Beatriz Goldberg (especialista en crisis individual y de pareja, autora de los libros “Parejas Tóxicas” y “No le tengo envidia a los hombres Dr. Freud”): “La pareja se hace de a dos, y en general en las tóxicas se arma un círculo en donde a veces existen etapas denominadas como cíclicas. En ellas, cada miembro, por período, puede llegar a ser más violento que el otro. Distinta es la violencia de género por femicidio, en la que la mujer acepta la voluntad de la pareja de manera pasiva, con una baja total de su autoestima. En este caso puede verse un círculo vicioso”.
El caso de Bal y Vélez parece un cuadro de situación con todos los aditamentos: “tendría los ribetes de una adicción de ambos a un modo de relacionarse totalmente conflictivo, al mejor estilo hollywoodense... Entonces van y vienen, experimentando cada momento con mucha adrenalina uno sobre el otro, y con la presencia de circuitos tóxicos en los que, por un lado, se ve un enamoramiento y fascinación; pero, por otro, la violencia, para luego volver a la etapa del arrepentimiento”.
Una de las fases del sujeto violento puede ser (según la profesional): “Desde una persona manipuladora leve hasta un psicópata, es que promete a la persona damnificada que nunca más ocurrirá otro episodio de violencia. En el caso de esta pareja mediática, ambos parecieran tener a flor de piel la violencia para relacionarse y los celos (a veces más en uno que en otro). Lo mejor en los vínculos tóxicos es pedir ayuda y denunciar a tiempo”.
La pareja tóxica tiene una sensación de luna de miel que le obstaculiza cortar la relación, debido a la fascinación que tiene hacia la otra persona.
“Muchas, cuando concluyen una relación de este tipo, sienten que la posibilidad de encontrar otra pareja de perfil distinto es aburrido. El problema es cuando se comienza a naturalizar la violencia y todo se ve igual. La personas contamos con un chip en el cual tenemos aprehendido determinado tipo de modelo de amor y aprendizaje”, dice la especialista.