Pareditas, con toda la mística cultural

El autor traza una semblanza de su pueblo, recordando sus andanzas de niño entre el bosquecito y la barra del club, y rescatando a los artistas que dio el lugar.

Pareditas, con toda la mística cultural

Hay millonarios que darían lo que tienen por disfrutar de los pequeños placeres que brinda mi lugar: su tranquilidad, sus arboledas, sus paisajes de montaña, las tardes de niños jugando en la calle, la hospitalidad de la gente...

Nosotros lo tenemos porque lo heredamos de nuestros ancestros y no cambiaría a Pareditas por nada del mundo.

Todos los pueblos chicos, alejados y algo olvidados, se autoconstruyen y superan por el afecto y el esfuerzo de su gente. Es lo que pasa en Pareditas.

Estaremos lejos de un gran hospital y no tendremos cadenas de supermercados, pero yo vivo a mi pueblo con un profundo amor. Todo lo que tenemos lo hicieron nuestros abuelos y uno no hace más que continuar esa obra.

Recuerdo este paisaje de niño, en las andanzas con mis amigos. Pasábamos todo el día en la calle con el ‘Polo’ y el Elías jugando a la pelota.

Yo ya sabía tocar la guitarra y con la excusa de que les iba a enseñar nos internábamos en una especie de bosquecito que estaba frente a mi casa. Dejábamos la guitarra entre los árboles y nos metíamos a nadar en una represa, que era similar a la de los Ingalls.

Eran tiempos en que lo privado no se marcaba con tanto alambrado. Sin embargo, estaba el condimento de la adrenalina en la cuestión. Allí confluían los canales de riego de la zona y cada tanto aparecía el dueño o alguien enviado por él para inspeccionar la represa.

Lo que hoy es el bar La Estafeta fue en la década del ‘50 y por mucho tiempo el correo postal de Pareditas, que atendía mi mamá (Leti Mendez). Mi tía Elba, además, tenía un negocio allí.

Era un punto de reunión del lugar y de niño recuerdo que me fascinaba el clima de camaradería y las charlas que se tejían. Mi mamá era muy agradable para el diálogo. Alguien venía a comprar, otro a buscar una carta o simplemente a tomar unos mates...

El correo y mi casa estaban sobre la vieja ruta 40, algo retirados del área más urbana. Es como si allí hubiese levantado un centro cívico a la antigua. Aún está la escuela Río Negro, donde asistí de niño y ahora pude volver como maestro.

Estaban las dependencias de Gendarmería, la gran bodega y distribuidora de bebidas Naim y el Club Pareditas.

Nunca fui bueno para el fútbol y de grande vine a descubrir que había otros deportes en los que era bueno. Pero el fútbol y el club eran como una tradición familiar.

Mi padre jugaba, mi hermano era buen arquero y hasta la cancha lleva el nombre de mi tío Cándido Gallerani por su trayectoria.

Mi manera de disfrutar del fútbol era desde la barra. Yo siempre fui un hincha y fanático del club y sabía tocar el bombo, así es que me encargaba de los cánticos.

Antes había más clubes en el distrito y nuestros contrincantes eran los de Juventud Unida. Los domingos del clásico son inolvidables.

Se puede definir a Pareditas como un pueblo tranquilo, de familias históricas, que tiene una energía particular que le viene dada por estar atravesado por la ruta 40.

Ofrece una vista completa de la montaña de la que sólo pueden hablar algunos sitios privilegiados y lugares de ensueño con lagunas y diques chiquitos.

Acá se vivencia un vínculo especial con el campo. Todos de adolescentes trabajamos en la cosecha de manzana, de uva o de orégano para comprarnos lo que queríamos y darnos los gustos.

Para mí es cotidiano lo que para otros es mágico: el silencio del campo. Acá llegan las bandas a probar sonido y se sorprenden de la tranquilidad. No pueden entender que en medio de la nada empiece a caer gente y en plena noche el sitio esté lleno de amantes del rock.

Y uno se escapa de ese ambiente rockero y bullicioso y está en la paz absoluta del campo.

Creo que Pareditas está marcada también por cierta mística cultural. Han salido de aquí muchos poetas, músicos, artesanos, escritores que se ocupan de potenciar el arte en nuestros lugar.

Cada uno a su manera y en su época ha generado productos artísticos, revistas, encuentros, festivales... Una vez alguien hizo una encuesta que ratificó con cifras esta magia que se respira en nuestras calles.

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