En los lugares en los que llueve mucho, como es el caso de Buenos Aires, el consumo de paraguas es enorme. Pero aquí, en Mendoza, los paraguas terminan rompiéndose por el solo hecho de estar guardados en el armario. Ver un paraguas roto, abandonado es algo relativamente habitual. A veces, sin embargo, tienen arreglo, y quizás no vuelvan a servir para lo que fueron concebidos, pero podemos encontrarles otros usos. Por ejemplo, hacer con ellos una lámpara. Las posibilidades son muchas.
La más evidente es la de introducir un cable por la base y colocar un foco en el interior. Con las varillas abiertas, el tejido se convierte en una pantalla divina de lo más original. Se puede, incluso, colocar más de una de estas simpáticas lámparas y combinarlas con paraguas sin manipular para darle más gracia al espacio.
Y con paraguas infantiles, más pequeños, se pueden fabricar lámparas de mesa, y aprovecharnos de su capacidad reflectora, como los paraguas blancos en los estudios fotográficos. Colocados al revés y en fila, también sirven.