Un gol de arco a arco; el primero en la historia del fútbol mendocino. Eso consiguió Raúl Amador González la tarde del 14 de abril de 1962. El otoño comenzaba a dorar las hojas cuando este tunuyanino, de 30 años por aquel entonces, marcó para siempre el historial de duelos entre leprosos y tombinos. El partido se disputó en el Feliciano Gambarte, ante una multitud (se recaudaron 247.660 pesos de la época), y bajo el arbitraje de Ítalo Pivetta. Corría la tercera fecha del torneo doméstico que ganaría finalmente Independiente Rivadavia para firmar tres títulos consecutivos (1960-1961-1962).
González, denominado por la prensa como el "Príncipe del Arco" por su elegante estampa bajo los tres palos, había surgido en Independiente Las Rosas, de su departamento, donde llegó a debutar muy joven: lo hizo en 1948, con apenas 16 años. El dato: nunca hizo divisiones inferiores. En 1950 llegaría el paso por Deportivo Goudge, de San Rafael, para luego desembarcar, definitivamente, en 1952, en Independiente Rivadavia, donde fue titular hasta 1964, alternando en algunas ocasiones con otro nombre inolvidable del fútbol mendocino: Juan Silverio Filizzola.
“Remataba muy fuerte”
Lo que pasó aquella tarde de abril, intentó ser explicado por sus compañeros: "Raúl le pegaba muy fuerte al balón; solía llegar al área rival. Tenía mucha potencia y dirección", dijeron sus compañeros cada vez que fueron consultados sobre aquel gol. Y González, fallecido hace un tiempo atrás, intentaba explicarlo desde otro lugar: "yo le tiraba la pelota bien alta, por elevación, para que él la fuera a buscar al área contraria y la empujara al fondo de la red con su instinto goleador". ¿De quién hablaba? De Roberto López, el recordado Arbolito, quien se convirtió en uno de los goleadores más fantásticos que tuvo el Azul del Parque.
A partir de este repaso, se puede contar lo que pasó aquella tarde de otoño en el estadio tombino. Corrían 28 minutos de la parte inicial cuando un defensor azul, asediado por la marca, le cedió el balón hacia atrás; y Amador, lejos de tomarlo con las manos, ensayó un potente remate que desanudó la historia de una leyenda que llega hasta nuestros días. "El balón hizo una rara parábola", dirían luego los medios de la época. El primer pique se dio en las inmediaciones del área local, donde Alberto Fumaroni, de la Lepra, y Alberto Castro, del Tomba, intentaron, sin éxito, cabecearlo. Y el segundo pique fue letal para Luis Pieruz, arquero del Expreso, quien solo pudo atinar a lanzar un manotazo por encima de su humanidad para evitar lo inevitable; para darle una esperanza más a la desesperanza. Su figura, tirada boca arriba, sobre la línea de cal, bajo un arco que simulaba un escudo que ya no podía protegerlo del rival, fue la imagen final. De un lado del campo la alegría desbordada por un gol memorable; del otro la tristeza de un arquero que no volvería a salir al campo de juego tras el entretiempo.
Una época inolvidable
La gloria del Azul del Parque tuvo años destacados durante la década de 1960. Bajo la conducción de Raimundo "Mumo" Orsi, los del Parque consiguieron el subcampeonato de 1959, en recordadas finales ante Atlético Argentino, y luego enarbolarían tres títulos consecutivos: 1960, 1961 y 1962. Además, conseguirían dos vueltas más: en 1965 y 1967.
Además de González, Filizzola y López (quien sería el goleador de aquel periodo con 41 festejos), aquel plantel tenía figuras de la talla de Eduardo Ferreyra, Hugo Torres, Amadeo Gándola, Juan Bendazzi, Luis Cortez, Manuel Santos, Emilio Fernández, Orlando Braconi, Manuel de Jesús Barrionuevo, Herman Yácomo, Ítalo Fernández, Héctor Fumaroni y Hugo Lencinas, entre otros.
Durante tres temporadas, ganó 47 de los 78 partidos que disputó (además sumó 22 empates y 9 derrotas).