Parábola de dos niños ricos

Sus biografías son comparables, pero ni Scioli ni Macri pueden darse el lujo de parecerse al kirchnerismo.

Parábola de dos niños ricos

País joven y eternamente inmaduro, la Argentina decidió el domingo pasado dirimir quién será su próximo presidente entre dos hijos de rico nacidos a la política en los años menemistas. Hasta en eso fracasó un "Relato" que se soñaba fundacional y epocal.

Antes de ser ahijado político de Menem, Daniel Scioli, el hoy gobernador bonaerense y candidato masoquista del kirchnerismo, fue una creación mediática del difunto Alejandro Romay. Fue su Canal 9 el que popularizó los calculados desvaríos esotéricos de José de Zehr, con sus cuasi-encuentros del tercer tipo, y los igualmente fantasmales torneos de motonáutica que "ganaba" Scioli sumando carreras en las que competían él y unos pocos extras.

Acuática Opera Buffa en la que llegaron a filmarse finales truchos de carreras que Scioli no ganó pero que eran luego transmitidos como triunfos en noticiarios y programas del zar de la TV.

Después de fundir "Scioli Internacional", rama de la popular casa de electrodomésticos de su padre, y del desgraciado accidente en el que perdió su brazo derecho, Daniel volvió a competir como cabeza de un equipo "internacional" y cerró su etapa motonáutica ganando el campeonato mundial de off-shore con su lancha "La gran Argentina".

Esa parábola de resistencia a la adversidad fue su carnet de ingreso al mundo de la política, cobijado por el menemismo: tenía hasta un apellido afín; su madre es "Méndez". Scioli fue así electo legislador nacional en 1997, llegó a presidir la Comisión de Deportes de Diputados y en 2002, en su presidencia interina, Eduardo Duhalde lo designó secretario de Turismo. Su bonhomía y popularidad hicieron que Kirchner lo eligiera como compañero de fórmula en 2003, cuando inició su etapa masoquista, objeto de todo tipo de humillaciones públicas por parte de Néstor y Cristina.

Su popularidad, siempre indemne, hizo que el kirchnerismo recurriera una y otra vez a él: candidato a gobernador bonaerense en 2007, "candidato testimonial" en 2009, otra vez gobernador en 2011 y único candidato presidencial en 2015, tras el "baño de humildad" que Cristina impuso a candidatos menos competitivos de su escudería.

El cálculo era claro: Scioli sería así el candidato más votado en las PASO (de hecho, lo fue), lo que allanaría el camino para ganar la Presidencia en primera vuelta o, al menos, sacar una ventaja decisiva. Después, su vice impuesto, Carlos Zannini, kirchnerista indudable, y los muchachos de La Cámpora se harían cargo, y Cristina reinaría desde El Calafate.

Pero el cálculo falló, y lo increíble es que falló ante alguien de biografía tan parecida. A diferencia del niño rico Scioli, nota mitad en broma y mitad en serio el psicólogo y periodista Diego Sehinkman, el de Mauricio Macri no es un caso de masoquismo sino de "síndrome del príncipe incapaz", de rebeldía a un padre como Franco Macri, paradigma de empresario inescrupuloso, capaz de negociar prebendas de la dictadura y hacer negocios entre China y el kirchnerismo.

Puesto por su padre, Mauricio fue el mascarón del fracaso de Sevel ante Fiat y hasta de un par de causas por contrabando. Luego huyó en busca de su destino, pero nunca logró que Franco dejara de reprocharle su presunta incapacidad y su decisión de lanzarse a la presidencia de Boca Juniors, a la jefatura de gobierno porteña y, finalmente, a la Presidencia del país.

A diferencia de la pobrísima gestión bonaerense de Scioli, la porteña de Macri puede considerarse relativamente buena, en un distrito por cierto menos complicado. Pero seguramente no fue eso lo que hizo que el domingo, para sorpresa de los encuestadores, "Mauricio" casi empatara los votos a "Daniel" y se proyecte ahora como el más probable próximo presidente de los argentinos.

Un dato fuerte abona esta lectura: el histórico triunfo de María Eugenia Vidal, vice de Macri en el gobierno capitalino, en la elección para gobernador de Buenos Aires, ¿Hay acaso señal de repudio más clara a la prepotencia y el menefreguismo K que los cinco nítidos puntos de diferencia que Vidal sacó sobre Aníbal Fernández, ex y actual jefe de Gabinete de Cristina ídem, lenguaraz mayor del kirchnerismo y candidato oficial, a pesar de sospechas de su relación con el narcotráfico, a la provincia más grande y populosa de la Argentina? Igual votarán a Aníbal, habrá pensado Cristina, porque tenemos escriturada la provincia, así como en Calafate escrituramos (textualmente) las tierras fiscales. Pero no.

Cualquiera sea el próximo presidente, los desafíos serán durísimos. Recibirá un Banco Central virtualmente quebrado y con menos reservas de las que recibió Néstor Kirchner en 2003, una economía que hace cuatro años no crece ni crea empleo productivo, una inflación cercana al 25%, una tasa de pobreza cercana al 30%, un déficit fiscal superior a los 300.000 millones de pesos, una educación pauperizada (en los últimos exámenes PISA de calidad educativa, la Argentina salió en el puesto 61 sobre 65 países), un sistema de salud colapsado, una infraestructura severamente deteriorada y un déficit energético que, aun con la economía en recesión, insume miles de millones de dólares anuales.

Lo más urgente será, por cierto, la escasez de dólares. La Argentina está en "default técnico" con acreedores financieros (buitres y holdouts) desde 2014 y ahora en "default comercial": muchos importadores no pueden pagarles a sus proveedores porque el Banco Central no les da los dólares que se había comprometido a darles. Esa deuda, calcula Miguel Ponce, ex gerente de la Cámara de Importadores, ya alcanza los 9.000 millones de dólares. Mientras tanto, el superávit comercial desapareció. La economía lleva 22 meses consecutivos de exportaciones en picada.

En los últimos doce años nuestras ventas al exterior apenas si se duplicaron mientras las de los países sudamericanos en su conjunto se triplicaron. Y todo eso pese a contar, en promedio, con los mejores precios internacionales en sesenta años. El kirchnerismo tiró un tiro al aire, y le erró.

Un par de datos resumen el reciente cambio de fortuna: entre 2003 y 2011 el PBI en dólares de Brasil, nuestra fuerza de tracción más potente, creció 363%. Pero entre 2011 y 2015 cayó 39%, y el grueso de esa caída se registró este año.

Cualquiera de los niños ricos que gane el 22 de noviembre tendrá que lidiar con esa herencia.

Si hay algo que le estará vedado es parecerse al kirchnerismo.

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