Natalia tenía una deuda con ella misma: estudiar. Terminar el secundario es algo que no se le había dado por esas “cosas de la vida”. A Elías le pasó lo mismo: una infancia dura lo empujó a la calle y al trabajo temprano y lograr un título era un objetivo esquivo que siempre tenía en mente.
Ahora están a punto de lograrlo: están cursando la secundaria en las empresas donde trabajan y en horario laboral.
Gracias a un convenio entre la Dirección General de Escuelas y algunas empresas, muchas personas que allí trabajan pueden acceder a terminar la primaria y la secundaria. Es un proyecto de crecimiento personal y en esto coinciden tanto los protagonistas como quienes lo hacen posible.
Finalmente
Natalia Geromini tiene 40 años y cuatro hijos. Tres son adolescentes, de 14, 15 y 18 años, fruto de una relación con su pareja anterior. El último llegó hace sólo nueve meses, y tenerlo fue una decisión que tomó con su actual pareja, a quien conoció en Bodega Zuccardi, donde ambos trabajan.
“Entré a trabajar hace cinco años y medio. Empecé limpiando barricas, y a medida que pasó el tiempo me cambiaron de sector. Ahora estoy en abastecimiento, donde están los insumos para vestir botellas que salen al mercado y me gusta mucho”, cuenta la mujer.
Entre el trabajo y los niños, Natalia encontró el espacio que tanto anhelaba. Asiste a clases dentro de su lugar de trabajo para terminar la secundaria, ya que sólo llegó hasta tercer año y debía algunas materias.
“Estudiar era algo pendiente para mí, no había podio y lo postergaba; pensaba que estaba muy grande y se complicaría con los chicos”, confesó.
Contó también que había abandonado el colegio porque, como a la mayoría de los adolescentes, no le gustaba, aunque reconoce que se arrepintió. Relató que conseguir trabajo se hacía difícil: “En todos lados me pedían el secundario completo. Por mi edad y por tener mis hijos chiquitos y ser separada, era imposible”.
Aunque dice que no se iría de la empresa donde trabaja piensa que esto puede implicar mejoras laborales. Pero, sobre todo, se siente bien con ella misma. “Es algo que me va a ayudar no solo en el trabajo sino a relacionarme con mucha gente. Cuando entré no sabía ni prender una computadora. Estoy muy contenta”, reconoció.
En lo que más piensa Elías Lucero (29) es en ser un buen ejemplo para su hijo. Por eso lo invade la emoción cuando piensa que ahora podrá lograr lo que tanto quiso. Se desempeña en la bodega como conductor de autoelevador.
La infancia no fue fácil. "Me crié en la calle" recuerda y tuvo que trabajar desde los 9 años para sobrevivir. Pero lo que siempre quiso fue estudiar.
"Luché por un futuro y esto es parte del que yo quería. Lo necesito para mi vida, tengo un hijo de 4 años, quiero darle un ejemplo. Así podré acompañarlo mejor cuando crezca y apoyarlo como persona, que no le pase lo que me pasó a mí", asegura.
Oportunidad
Andrea Vayone es profesora coordinadora y tutora pedagógica de esta extensión del CENS donde trabaja. Contó que tienen un ciclo lectivo diferido de octubre a octubre, y que en Zucardi hay 84 inscriptos de los cuales cursan 50.
Es que algunos lo hacen semi-presencial. No es la única empresa que participa de este programa y en todos los casos el dictado y la orientación se adaptan a la empresa.
"Cursan en horario rotativo, adaptado a los requerimientos de la empresa, y se reconocen las horas que están estudiando como horas de trabajo", detalló. En este caso asisten a clases tres días una semana al mes y egresan en tres años. Comienzan todos primer año para nivelar. En 2021 saldrán los primeros egresados con el título bachiller con orientación agrícola.
Hace años que coordina este tipo de programas. "Lo que les digo a los alumnos es que el título es de ellos y es un mérito personal, sigan trabajando en ese lugar o en otro", subrayó la docente. Y explicó que el valor agregado es que comienzan a percibir un dinero extra en su salario a lo que se suma la posibilidad de ascender. Comentó que la mayoría de ellas tiene intención de seguir capacitando a estas personas con por ejemplo, tecnicaturas.
Convenios que ayudan a aprender
Durante esta semana, la Dirección General de Escuelas y diversas bodegas de la provincia firmaron convenios. En Zuccardi, por ejemplo, hay 84 alumnos que se suman a los 574 que en otras organizaciones que están recibiendo clases tendientes a su terminalidad.
De ellos, 361 aspiran a terminar el secundario y 213 el nivel primario.
Las empresas que adhieren son varias y de diversos rubros: gran parte son justamente bodegas, pero también figuran en la lista un banco, iglesias y organizaciones de la sociedad civil.
"El principal beneficiario es el estudiante, todo su capital está allí. Nosotros ponemos las horas y la empresa pone el mobiliario. Esto beneficia a los estudiantes porque no tienen que movilizarse hasta la sede", explicó María del Carmen Feliziani, directora de Educación Permanente de Jóvenes y Adultos que tiene a cargo estas acciones.
Detalló que la edad promedio de los alumnos es 35 años, aunque hay hasta de 60 y remarcó que algunos no estaban ni siquiera alfabetizados.
“Es muy interesante, muy productivo y muy satisfactorio cuando el adulto va adquiriendo conocimientos y se siente protagonista de su propio aprendizaje”, destacó.