Para Oriente Medio todavía es 1979

Para Oriente Medio todavía es 1979

Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2015

Empecé mi carrera como corresponsal extranjero en Beirut en 1979. No lo sabía en esa época, pero 1979 terminó siendo uno de los grandes años clásicos para las noticias internacionales, particularmente las de Oriente Medio. Puso en marcha la dinámica de mayor importancia que aún moldea a la región actualmente.

De hecho, ha sido 1979 durante 36 años. Y el gran interrogante con respecto al acuerdo nuclear de Irán alcanzado este mes es: ¿terminará siendo a fin de cuentas un progreso de la historia que se puso en marcha en 1979, y pondrá a la región en una nueva senda, o turbocargará 1979 en formas que pudieran sacudir al mundo entero?

¿Qué ocurrió en 1979? Para empezar, estuvo la toma de la Gran Mezquita en la Meca a manos de extremistas islamistas que desafiaron las credenciales religiosas de la gobernante familia saudí, acusándola de impiedad.

Los Al-Saud respondieron forjando un nuevo acuerdo con sus conservadores religiosos: Déjennos permanecer en el poder y nosotros les daremos mayor libertad para fijar normas sociales, relaciones entre los sexos y educación religiosa dentro de Arabia Saudí; así como vastos recursos para difundir el puritano fundamentalismo suní wahabita contrario a las mujeres, a los chiíes y antipluralista, en mezquitas y escuelas por todo el mundo.

Esta sacudida saudí hacia atrás coincidió con la Revolución Islámica de Irán en 1979, que llevó al ayatolá Ruholá Jomeini al poder. Esa revolución fijó un competencia global entre el Irán chií y la Arabia Saudí suní por el liderazgo del mundo musulmán, y condujo también a un gran repunte en los precios del petróleo que dio a ambos regímenes más dinero que nunca para exportar fundamentalismo chií y suní. Es por eso que al académico egipcio Mamoun Fandy le gustaba decir: “El Islam perdió los frenos en 1979”.

Esa competencia fue alimentada incluso más por la invasión soviética de Afganistán en 1979 -lo cual generó al movimiento yihadista de suníes y, con el tiempo, a Al Qaeda- y por el accidente nuclear en la isla Three Mile, también en 1979, que esencialmente puso fin a toda nueva construcción de plantas de energía nuclear en Estados Unidos, volviéndonos más dependientes de combustibles fósiles.

Por supuesto, la Revolución Islámica en Irán también condujo a un rompimiento de relaciones con Estados Unidos; y cambió a Irán de un aliado tácito de Israel a un país que desea “muerte a Israel”.

Así que el acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán marca un gran cambio; pero, debido a que conducirá a un final de las sanciones económicas que pesan sobre Irán, pudiera turbocargar 1979 tan fácilmente como terminarlo.

Eso depende de muchos factores: ¿le dará poder el trato nuclear a la mayoría más moderada y pragmática dentro de Irán en vez de al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria, de línea dura? La razón para estar preocupado es que los moderados no controlan el programa nuclear de Irán o su complejo militar y de inteligencia; la minoría de línea dura sí lo controla.

La razón para albergar esperanza es que la aspiración de la mayoría a reintegrarse al mundo obligó a miembros de la línea dura a aceptar este trato a regañadientes.

Mucho dependerá también de que Arabia Saudí modere la tendencia antimodernista que le impuso al Islam suní. El pasado martes, el Instituto de Investigación de Medios de Oriente Medio divulgó una traducción de una entrevista por televisión del escritor saudí Turki al-Hamad sobre el discurso extremista que prevalece en Arabia Saudí. “¿Quién hace las veces de combustible para ISIS?”, preguntó.

“Nuestra propia juventud. ¿Qué motiva a los jóvenes a unirse a ISIS? La cultura prevaleciente, la cultura que es plantada en la mente de las personas.

Es nuestra juventud la que lleva a cabo bombazos. Se puede ver (en videos de ISIS) a los voluntarios en Siria destrozando sus pasaportes saudíes”.

Es por eso que otro factor que determina si 2015 es un rompimiento respecto de 1979 o un multiplicador de éste será la revolución energética en Estados Unidos -eficiencia, renovables y fractura hidráulica- y sea o no que siga ejerciendo presión descendente sobre los precios del crudo.

Denme cinco años de un barril de petróleo a 25 dólares y verán cómo se fortalecen los reformistas en Irán y Arabia Saudí; ambos tendrán que aprovechar a su gente en vez del petróleo.

Pero, aunque es necesario ese descenso en el precio del petróleo, no es suficiente. Ambos regímenes también tienen que dejar de buscar dignidad y legitimidad en combatirse mutuamente -así como a Israel- y encontrarlas, más bien, en elevar a su propio pueblo.

El intento de Arabia Saudí de acabar con la influencia iraní en Yemen mediante bombas es locura pura; los saudíes están bombardeando escombros para convertirlos en más escombros. ¿Invertirá Irán su abundancia derivada de este acuerdo nuclear intentando dominar al mundo árabe? Quizá. Pero Irak, Siria, Libia y Yemen actualmente son como un gigantesco sitio tóxico de limpieza de Superfondo. ¿Quiere Irán ser dueño de eso? Eso mermará más su fuerza de lo que la fortalecerá. Lo sabemos.

El 9 de julio, la Agencia de Prensa Francesa informó que el Fondo Monetario Internacional estimaba que Arabia Saudí, cuya población se ha triplicado desde 1975, presentaría un déficit presupuestario este año superior a “130.000 millones de dólares, el mayor en la historia del reino”, y “para financiar el gasto, Riad ya retiró 52.300 millones de dólares de sus reservas fiscales en los primeros cinco meses del año”.

La población de Irán se ha duplicado desde 1979, en tanto 60 por ciento de sus residentes son menores de 30 años y su tasa de desempleo ronda por alrededor de 20 por ciento.

En abril pasado, Issa Kalantari, alguna vez ministro de Agricultura de Irán, advirtió que debido a los menguantes recursos de agua, así como a la sobreexplotación, si Irán no cambia radicalmente su consumo de agua, “50 millones de personas -70 por ciento de los iraníes- no tendrán más opción que abandonar el país”, informó Al-Monitor.

Las bombas nucleares difícilmente son las únicas amenazas para esta región. Tanto Irán como Arabia Saudí necesitan con desesperación hacer de 2015 el final de la era de 1979. Sería fantasioso pronosticar que ellos lo harán; así como totalmente realista pronosticar la destrucción que acaecerá sobre ambos si no lo hacen.

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