Para nosotros y para nuestra posteridad...

La pasión futbolera ha vuelto a encolumnar a todo el país detrás de los colores nacionales y ha servido para que una generación descubra sensaciones que estaban en el olvido.

Para nosotros y para nuestra posteridad...
Para nosotros y para nuestra posteridad...

Según datos que se desprenden del padrón nacional, diecisiete millones de argentinos nunca vieron al Seleccionado en esta instancia de un Mundial. Para mí es la cuarta definición del equipo albiceleste y los recuerdos están vigentes.

Parece que fue ayer cuando Kempes luchaba contra las camisetas naranjas y Bertoni lo tomaba en el área para darnos la primera alegría. También es imposible no recordar aquella corrida de Burruchaga y el aliento contenido de millones de argentinos. Tampoco me olvido de aquella espina que nos clavó el mexicano Codesal con ese penal “inventado” en la definición del ’90.

Todos esas imágenes, que tantas veces pasaron por mi mente y que en cientos de oportunidades se las conté a mis hijos (la más grande nació en 1992, dos años después del último recuerdo), parecen de la prehistoria para una generación de argentinos que hoy vivirán una experiencia única y créanme que irrepetible (cada definición lo es), con el agregado de que se jugará en la casa de nuestro clásico rival, el que no pierde oportunidad de recordarnos que son los más ganadores y que algunos de sus jugadores tienen más títulos que nuestro equipo.

Eran épocas en los que la pasión nos unía y nos llevaba a sentirnos orgullosos de ser argentinos. Poco importaba la situación económica y social del país, el fútbol nos permitía sentirnos del primer mundo. No importaba el rival, simplemente porque teníamos a Maradona y eso nos convertía en invencibles.

Diego fue elevado a la categoría de dios y hubo miles de argentinos que fueron bautizados con su nombre, como hoy está pasando con Lionel Messi, Javier Mascherano, Angel Di María y Gonzalo Higuaín. Un informe, revelado ayer da cuenta de que dos de cada diez chicos que nacieron en junio fueron bautizados con el nombre de alguno de esos cuatro jugadores de la Selección.

Esto demuestra que esta generación de jugadores, más allá de lo que pase hoy en el Maracaná, nos ha llevado a recuperar el sentimiento de pertenencia que habíamos conseguido y lo hacen en un momento esencial para la vida institucional de nuestro país, cuando kirchneristas y no kirchneristas habían llegado a un nivel de intolerancia que rozaba la locura y cuando ni el fútbol lograba la posibilidad de unirnos.

Incluso la mayoría en el plantel forma parte de esa generación de argentinos huérfana de grandes festejos y llena de frustraciones que vivimos en la era post Maradona, un tiempo que parecía eterno con cinco mundiales y un sinfín de decepciones. Consiguieron también que las mujeres, quizás como nunca, se atrevieran a mostrar su costado erótico y llenaran las redes sociales hablando de su morbo con Lavezzi o que Javier Mascherano fuera elevado a la categoría de héroe nacional, al punto de compararlo con San Martín y el “Che” Guevara o que varias calles del país amanecieran ayer con su nombre como homenaje.

El fútbol tiene la particularidad de poder hacer que todos nos sintamos parte de éxitos ajenos (en realidad, los que ganan o pierden son los jugadores) y podamos encolumnarnos en esa sensación. Hoy un triunfo nos permitirá, al menos por un ratito, volver a sentirnos “invencibles”. Nos olvidaremos que Boudou está procesado o que los fondos buitres pueden seguir golpeando un bolsillo que está cada vez más asfixiado y sigue pidiendo algo de oxígeno todos los meses

Estamos en las puertas de recuperar aquella fuerza interior que nos dio la posibilidad, como sociedad, de levantarnos de tantos golpes. Ojalá tanta pasión pueda prolongarse y sirva para que estos chicos, hoy muy cibernéticos pero poco sociales, entiendan lo que sentimos aquellos que ya pasamos los 40. “Para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar suelo argentino”.

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