Al romper el alba en un tranquilo suburbio, Lorenzo Fiato cargó una maleta plateada llena de rompevientos y chicle para el mareo, saliendo de su habitación decorada con banderolas (“Basta de inmigración”) y repisas llenas de soldaditos de juguete con figura de caballeros medievales.
En la puerta de entrada, Fiato, de 23 años, se despidió de su madre con un abrazo y partió para tomar un vuelo a Sicilia, donde pensaba embarcarse en el último tramo de lo que se ha convertido en la odisea de la derecha alterna de Europa. Fiato es el dirigente del capítulo italiano de un movimiento europeo de derecha que se hace llamar “identitario”.
Todo empezó en mayo, cuando Fiato y sus compañeros, a bordo de una lancha inflable, detuvieron momentáneamente a un buque que llevaba personal de Médicos sin Fronteras que acudía a rescatar emigrantes en el mar. Esta táctica asombró a las organizaciones de derechos humanos, que alegan que los activistas, veinteañeros en su mayoría, amenazan la vida de los desesperados emigrantes que se embarcan en la peligrosa jornada de cruzar el mar Mediterráneo.
Pero la táctica también le valió publicidad al movimiento, nuevos miembros y, según los identitarios, por lo menos 100.000 dólares en donativos privados. Los fondos se canalizaron a Defensa de Europa, proyecto que tiene como elemento central fletar un barco de 40 metros de eslora que fue usado frente a las costas del Cuerno de África.
Fiato y sus aliados de toda Europa sospechan que los barcos de ayuda están en connivencia con traficantes de personas y suponen que le inmigración equivale a una invasión musulmana. Lo que quieren es trastornar y monitorear las operaciones de los navíos de rescate y asegurarse que no entren en aguas territoriales libias para colaborar con los traficantes de personas y llevar más emigrantes a las costas europeas.
Días atrás, un buque estaba atorado en Egipto, donde Fiato dijo que los inspectores estaban buscando "cualquier pelito fuera de lugar" para retenerlo a su llegada. En Italia, los miembros del parlamento han criticado duramente la misión, mientras otros se preguntan si la banda de activistas no podría ser atacada por contrabandistas armados. Un grupo asistencial español acusó a los identitarios de ser piratas. "El ambiente está muy feo", señaló Fiato. En Italia reina una atmósfera muy tensa estos días.
Aunque toda Europa está confundida por la oleada de emigrantes que llegan en los cálidos meses del verano, ningún país está tan expuesto como Italia.
La oleada migratoria ha suscitado grandes trastornos políticos en todo el continente, pero en Italia ha estado especialmente en el centro de atención. Ha hecho que el gobierno busque soluciones desesperadamente, desde suministrarle lanchas patrulleras a Libia, estudiar la posibilidad de cerrar los puertos del país a todo buque que no lleve la bandera italiana, hasta conceder visas de viaje a los emigrantes para que estos puedan seguir su camino hacia el norte.
Los políticos italianos han tenido escaramuzas sobre el tema de concederles la ciudadanía a los hijos de los emigrantes nacidos en Italia, mientras que el gobierno, de tendencias de izquierda, está agudamente consciente de que esta cuestión está alimentando a la oposición conservadora y está cada vez más desesperado por la reticencia de los demás países europeos a abrir sus fronteras.
Gran parte de la atención ha recaído recientemente en los barcos operados por organizaciones civiles que, según Marco Minniti, ministro italiano del Interior, manejan 34% de las misiones de rescate en el mar, donde este año se han ahogado unos dos mil emigrantes.
En lo que va del año se ha rescatado a más de 93.000 emigrantes, en su mayoría provenientes del Subsahara, quienes son llevados a puertos italianos. Existe la preocupación de que para fines de año, esa cifra podría rebasar las 200.000 llegadas.
Los grupos de derecha se han enganchado particularmente con un fiscal de Sicilia que, sin haber aportado ninguna evidencia, empezó a investigar si hay colusión entre los grupos asistenciales y los traficantes de personas.
Este mes, grupos de derechos humanos arremetieron contra una propuesta del gobierno, dada a conocer por un grupo asistencial, para impedir que los buques de las organizaciones civiles entren en aguas territoriales libias para llevar a cabo rescates, así como para frenar los rescates prohibiendo que los refugiados sean transferidos a buques más grandes.
Como algunos políticos de derecha, Fiato alega que los buques de ayuda constituyen un aliciente para que haya más emigración.
El miércoles pasado en Milán, Fiato parecía ansioso por salir al mar. Estaba en el bar Magenta con su amiga de la escuela primaria y compañera identitaria Lara Montaperto. El Magenta se ha convertido en el lugar predilecto de Fiato para conspirar en torno de la preservación de la identidad europea.
En una mesa al aire libre los dos hablan en contra del multiculturalismo y de la integración forzada como amenaza a la cultura europea tradicional.
Montaperto, que recientemente inició un capítulo de mujeres identitarias ("No nos quedamos en casa haciendo tortellini"), alega que la posición de Europa, de recibir con los brazos abiertos, es producto del complejo de culpa por las transgresiones de la era colonial y la Segunda Guerra Mundial. Afirma que ella no es la única que piensa que hay una horrible paradoja en que Europa establezca centros de refugiados.
Ellos consideran que la derecha alterna es un fenómeno diferente en Estados Unidos y una "gran sopa" en la que confluyen muchos sabores de la derecha. Pero Fiato admira el hecho de que una persona muy cercana al movimiento como lo es Stephen Bannon sea el estratega principal del presidente Donald Trump.
En 2012, un amigo alertó a Fiato sobre un video en YouTube llamado "Declaración de guerra" y promovido por Generación Identidad, un grupo de derecha de Francia. De 18 años en ese tiempo, él no tenía convicciones políticas sólidas pero los temas del video le tocaron una fibra en su profundo interés en la historia europea y en el "gran misterio" de los "orígenes del hombre europeo".
Poco después empezó a leer a filósofos de derecha, como Dominique Venner, Guillaume Faye y Gianfranco Miglio.
La oportunidad de hacer algo finalmente llegó en mayo, precisó Fiato. Copiando el estilo de Greenpeace, que lleva a cabo operaciones para impedir el trabajo de los buques balleneros, él y una pequeña tripulación alquilaron una balsa de goma con un motor de 40 caballos de fuerza e hicieron una banderola que decía "No hay paso". "Fue como David contra Goliat", asegura.
Los críticos de los identitarios en todo el espectro político italiano han puesto en duda la competencia de ese movimiento de derecha, más allá de su capacidad de perturbar brevemente a un buque de ayuda o de publicar videos en YouTube de gente no blanca saqueando y echando basura en las ciudades.
Los grupos de derechos humanos y algunos funcionarios italianos han cuestionado la moralidad y legalidad de sus tácticas. Lo mismo dice el padre de Montaperto, oficial retirado de la armada italiana, que discute con ella la posibilidad de que el grupo esté violando las leyes marítimas.
Los identitarios se indignan cuando los críticos dicen que ponen en peligro la vida de los desesperados emigrantes al obstaculizar a los barcos de rescate. "Hay chalecos salvavidas para que podamos ayudar", afirma Fiato, señalando que las leyes marítimas los obligan a ayudar a quienes lo necesiten. "No somos asesinos", asegura Montaperto.
Pero con toda seguridad sí son la noticia migratoria del momento. Mientras Fiato espera a que el barco llegue a Catania desde Egipto, afirma que ha tenido que vérselas con una horda de periodistas, algunos de los cuales llegaron a Sicilia aun antes de que él siquiera abordara el vuelo.