Un tema que preocupa a operadores turísticos, paseantes, especialmente mendocinos, y, naturalmente, al Gobierno de la Provincia, es la prolongada inacción para poner en marcha el plan de ordenamiento del dique Potrerillos, una actividad prevista por lo menos desde 2006.
El espejo y los valles cercanos conforman uno de los principales destinos turísticos de Mendoza. Desde hace muchos años constituyó -junto con Cacheuta, Uspallata, Puente del Inca y Las Cuevas- una de las ofertas ponderables del turismo provincial en la zona norte del territorio.
A partir de la construcción del embalse, inaugurado en 2001, se habló mucho de los beneficios que brindaría como centro recreativo y atractivo paisajístico y su aporte a la industria sin chimeneas.
Se señalaba, hace ya 15 años, que la apertura de este enclave, gran obra de ingeniería, generaría un nuevo polo de inversiones y nuevos productos turísticos. Pasó el tiempo sin ninguna reacción a los planes esbozados para el dique y su contorno.
Empero, un progreso significó en 2007 la puesta en servicio del tercer tramo de la ruta provincial 82, denominado Camino del Perilago de Potrerillos, en una extensión de 4,6 kilómetros junto a la presa, con una utilidad netamente turística. No hubo mucho más en el área, salvo anuncios oficiales incumplidos, con la sola excepción de la recuperación del famoso Hotel Potrerillos, que constituye una realidad muy atrayente para el visitante.
Hace un año comenzó a repensarse la idea de concretar precisamente lo que hace pocos días logró Luján de Cuyo con su balneario a orillas del río Mendoza, en Las Compuertas. Es decir, boyar el área náutica, delimitar el resto, mejorar las playas, poner guardavidas, baños y puestos de comida, recipientes para depositar la basura y mantener limpia y señalizada el área.
La situación hoy es patética, con muy poco personal custodiando a los bañistas, sin controles de ingreso por lo cual hay alcohol, ruidos y desorden general que contribuyen a que la experiencia de ir a pasar la jornada al sitio no sea del todo satisfactoria por las diversas limitaciones actuales.
Además, no debe descartarse el potencial peligro que implica que muchos usuarios ingresen con sus autos por cualquier flanco y no son pocas las veces que los vehículos quedan empantanados, sin mencionar que hasta ahora, por pura casualidad o por intervención divina, no se ha producido ningún accidente. También existe un ingreso clandestino al lago, en vez de utilizarse la rotonda del acceso a Potrerillos, que agrega riesgos cuando los autos quieren salir a la ruta nacional 7, ya de por sí muy cargada vehicularmente en este tramo.
Por otra parte, el crecimiento inmobiliario es caótico y sin un desarrollo en armonía con el ambiente cordillerano. Cualquiera hace lo que quiere.
Las idas y vueltas por parte del Estado en la última década priva al mendocino y al turista de contar con una realidad concreta de disfrute de un nuevo polo de desarrollo turístico.
Por fin, sostenemos que el Estado provincial y los municipios involucrados en la jurisdicción de la presa, Luján de Cuyo y Las Heras, deben ponerse a trabajar de manera urgente para que en menos de cinco años la desordenada realidad del dique cambie de paradigma.
Hay que alentar la idea de que es el momento oportuno para pensar en una política de cuidado y desarrollo de los perilagos de nuestra provincia.