Para Cristina en el 18F no hubo pueblo

No sólo no tuvo un mínimo gesto de afecto hacia la familia de Alberto Nisman. Para Cristina, además, los que marcharon por el fiscal ni siquiera son parte del pueblo argentino.

Para Cristina en el 18F no hubo pueblo
Para Cristina en el 18F no hubo pueblo

Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar

Apareció ayer una nueva y larga carta de Cristina, la tercera después de la muerte de Nisman. La primera fue para hablar de un suicidio entre signos de preguntas; la segunda, para asegurar que a Nisman lo mataron pero para hacerla sufrir a Ella, o sea que la víctima no fue el muerto sino Cristina.

Ahora, en la tercera, afirma que la marcha del 18F fue un nuevo intento golpista ahora mediante la aparición del partido judicial, sustituto del militar. 
Hasta allí nada que no sepamos: que en la Argentina nadie sufre más que ella porque si a vos se te murió un hijo, a mí se me murió mi marido. ¿Viste? Y que somos todos golpistas.

Lo original de esta nueva epístola presidencial va por otro lado: es su concepción elitista de la sociedad, su desprecio brutal por los ciudadanos que se movilizan cuando ella no los puede controlar.

En ese sentido, las frases más tremendas de su carta son dos que quizá no hayan llamado toda la atención que merecen en comparación con otras más espectaculares pero también más banales y reiterativas. Veámoslas.

La presidenta, devenida imitadora de los analistas de esos laboratorios de medios truchos que en las universidades K critican al periodismo no oficialista, llena su carta de tapas de Clarín y La Nación para supuestamente demostrar que la marcha del 18F fue una marchita donde no asistió casi nadie y sobre quiénes fueron, mejor ni hablar.

En un momento la compara con la marcha del 18 de Abril de 2013 y dice: “¿Te acordás? La marcha verde. ¿Vos decís por el calentamiento global? No, ésa fue en Nueva York, yo estaba y fue multitudinaria en serio. La de acá fue por el dólar”.

Pocas apologías del desprecio como la expresada por la señora presidenta. Para marchas multitudinarias “en serio” hay que asistir a las del imperio. Acá no sólo no son multitudinarias sino que la gente sólo sale a la calle por la guita.

Los yanquis que lean estas frases deben quedar anonadados por el asco que la presidenta de los argentinos siente por sus compatriotas y por la admiración inconsciente que siente por ellos, verdadero origen de su antiimperialismo envidioso de Barrio Norte y Puerto Madero.

La segunda frase es aún peor, más denigratoria aún: “Y ese Partido Judicial debe aparecer con ‘respaldo masivo’ (no popular, concepto impensable para los que concurrieron al evento)”.

En otras palabras, lo que Cristina está diciendo es que por más masivo que hubiera sido el 18F, los que concurrieron no son parte del pueblo, y no sólo porque ella no los considera así, sino porque ellos mismos ni siquiera se consideran pueblo. Es impensable que esa manga de oligarcas amontonados puedan considerarse pueblo, según la concepción peronista de Cristina. Para ella son sólo una masa amorfa.

Un libro muy simpático escrito por un tal Chono Martínez y prologado por Héctor Recalde, el papi del fundidor de Aerolíneas, lleva como extraño título: “Ordenamiento sistemático de la doctrina peronista y la doctrina social de la Iglesia”.

Allí, en uno de sus capítulos se encarga de diferenciar lo que Perón y la doctrina peronista establecen como diferencia entre masa y pueblo. Dice el Chono: “Cuando un hombre se encuentra en la situación de ser elemento integrante de una masa sufre un proceso de anulación de toda su personalidad y entonces adquiere el valor de un mero número, remplazable por cualquier otro hombre.... La masa se presenta allí donde se produce la absorción de la personalidad individual, allí donde el hombre pierde el dominio de sus actos y un sentimiento contagioso, pegadizo, "amasa" a los individuos uniformándolos hasta convertirlos en algo homogéneo, carentes de toda personalidad”.

Allí el Chono deja la palabra directamente al General Perón en su famoso tratado de la conducción política: “Las únicas fuerzas sin defensa y por consiguiente perjudiciales a sí mismas y a la sociedad son las masas inorgánicas, porque no tienen disciplina, porque no obedecen a un sentido de colectividad, que les permita como componentes de un mismo núcleo concentrar y acumular fuerzas en la lucha por la vida...El peronismo ha convertido a la masa que le fue legada por los gobiernos que lo antecedieron en un Pueblo con organización, con conciencia, con responsabilidad”.

Para la Cristina peronista, el 18F salieron a la calle las masas inorgánicas, amorfas, carentes de toda personalidad. Una forma indirecta de decir que los que van a los actos que ella convoca gracias al cachet de Fito Páez, donde baila como una adolescente son el Pueblo, mientras que los que van a pedir por la República son meras masas al servicio de golpistas. Más clara échele agua. Eso es lo que la Presidenta de todos los argentinos (como Ella suele llamarse) piensa de los que no piensan exactamente como ella.


La República en las calles
En la marcha del 18F era conmovedor ver a un participante italiano hablando con su cocoliche mitad criollo mitad tano, el cual dijo sentirse emocionado al inscribir la multitudinaria movilización que estaba viviendo dentro de una determinada línea histórica.

“Esta marcha me recuerda a mis padres partisanos (guerrilleros en lucha desigual contra los nazis) y al mani pulite (rebelión de los fiscales y jueces italianos contra la corrupción de su clase política, que llevó presos a la mayoría de sus miembros)”, dijo. Mejor comparación imposible.

En efecto, a lo que le tiene miedo Cristina es a un mani pulite argentino, a que la Justicia meta presos a todos los corruptos, desnudando el carácter sistemático, estructural de este mal que se ha infiltrado en el corazón del poder hiriendo de gravedad terminal a la República.

Porque de eso se trató la marcha del 18F, perfecta continuidad superadora de las marchas del 13S, 8N y 18A. En aquel entonces fue el pueblo en las calles con el fin de impedir la reforma constitucional que buscaba la reelección eterna de Cristina Fernández, objetivo que lograron con creces, meta claramente institucional, generosa y colectiva, aunque los peronistas gorilizados que están en el gobierno acusen a esos cientos de miles de ciudadanos de haber marchado por el dólar. Ahora, en esta cuarta marcha, las cosas quedan más claras aún porque por arriba todo está aún peor, mientras que por abajo cada vez se está mejor.

Es que frente a un gobierno que ha decidido irse del poder vaciando todas las instituciones, quitando todo valor al Parlamento, acusando de golpista al Poder Judicial, partidizando hasta el delirio al Ministerio Público, declarando la guerra al periodismo libre, en fin, quemando Roma, el pueblo ha decidido sacar la República a las calles. Allí donde ningún poder maligno pueda usurparla, infiltrarla, banalizarla, apagarla.

Allí donde la República se junta con lo mejor de la Democracia. Con el pueblo que además del voto participa poniendo su cuerpo en los actos decisivos de la vida pública.

La democracia popular cuidando en las calles a las instituciones de la República. Difícilmente pueda haber foto más hermosa que la de un pueblo de ciudadanos, cada uno de ellos considerándose a sí mismo, como dijo otro participante, “un granito de arena para vivir la libertad”.

Mientras, los elitistas lo miran por tevé.

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