Por Fabián Galdi - editor de MÁS Deportes digital -
Según los registros de la FIFA, los enfrentamientos entre Argentina y Brasil se enumeran en 102 partidos. Otro, que le suma amistosos no oficiales, marca que los duelos llegan a 107. En el primero de los casos, la verde amarela prevalece en el historial con 39 triunfos, 37 derrotas y 26 empates. En el segundo, la albiceleste se impone con 41 victorias, 40 reveses y 26 igualdades. Desde el primer partido -registrado en 1914- hasta nuestros días, el gran choque del fútbol sudamericano se entronizó en la categoría del clásico más importante del mundo. No le faltan razones a quienes así lo entienden: cinco Copa del Mundo y una medalla dorada olímpica figuran en las vitrinas de la CBF; dos Mundiales y dos preseas de oro olímpico decoran las repisas de la AFA. La tendencia hegemónica se plasma en las representaciones que marcan los clubes: los argentinos obtuvieron 69 copas internacionales - primer lugar en el ránking - y los brasileños suman 55. Y ni hablar de estrellas del máximo nivel: Di Stefano, Garrincha, Rivelino, Perfumo, Tostao, Gerson, Kempes, Ardiles, Fillol, Passarella, Sócrates, Zico, Rivaldo, Ronaldo, Romario, Ruggeri, Caniggia, Ronaldinho, Neymar y Kun Agüero. Éstos astros, por citar algunos, se ubican en una segunda línea por debajo de los tres máximos futbolistas de todos los tiempos: Pelé, Maradona y Messi, en una línea sucesoria que va desde 1958 hasta la fecha.
El jueves próximo, los ojos del planeta fútbol estarán posados sobre el Mineirao, el mítico estadio ubicado en la periferia de Belo Horizonte. A pocos kilómetros de allí, La Selección completará su preparación en el predio Cidade do Galo, el mismo en el que se alojó el subcampeón mundial 2014 conducido por Alejandro Sabella. En ese gigantesco espacio, perteneciente al Atlético Mineiro, el plantel nacional se prepara para afrontar una instancia clave y quizá la más movilizadora que se le recuerde a un seleccionado argentino en las cuatro últimas cinco décadas: ni más ni menos que la de hallarse inestable en cuanto a su participación en la próxima Copa del Mundo.
No será éste un partido más. Demasiadas consecuencias pueden derivar de un buen o mal resultado, depende cómo se lo mire. Hoy día, Edgardo Bauza tiene claro que regresar sin haber cosechado ni siquiera un punto le puede representar un punto de inflexión a su propia gestión al frente del plantel. Y el Patón lo sabe, aunque hacia afuera no lo demuestre y trate de desactivar la tensión con frases liberadoras de la presión, tales como: "Vamos a ser campeones mundiales".
Fue durante el pasado Mundial cuando había cobrado fuerza - mucha - una tendencia de opinión dentro del plantel que marcaba resistencia al plan A de juego que había desarrollado Sabella. A las pruebas nos remitimos: el día después del triunfo ante Bosnia (2-1) en el Maracaná, quien sorprendió a la prensa argentina en la sala de conferencias de Cidade do Galo fue el propio Messi. Habitualmente medido y controlado, Leo rompió el status quo con una opinión que causó revuelo. Citó que en el juego del segundo tiempo contra los bosnios había sido beneficiado porque tuvo 'más acompañamiento' de los delanteros; en la primera parte, en cambio, se había sentido aislado.
El vuelo estéril de Haghighi tras el perfecto remate - comba y potencia - de Leo frente a los iraníes.
Entre los códigos internos de los planteles, la premisa siempre vigente es que las diferencias se dirimen puertas adentro; sin embargo, el astro del Barcelona las puso en el afuera y encendió una luz amarilla en el marco de las relaciones internas. Pocos días después, contra Irán, en el minuto final, el diez asumió los riesgos en la jugada definitiva y tomó la decisión de resolverla de motu proprio: el silencio que precedió a que el balón superara el esfuerzo final del arquero Alireza Haghighi fue el prólogo a una explosión de desahogo que permitió ganar un juego que se había complicado in extremis.
Es Messi, otra vez, quien desembarcará junto a Javier Mascherano en la capital del Estado de Minas Geraes teniendo en claro que sobre él pesará una responsabilidad absoluta. Cuando los caminos empezaron a cerrarse tras la igualdad en Lima frente a Perú y sobre todo con la derrota ante Paraguay en Córdoba, la penalización a Bolivia por la mala inclusión del futbolista Nelson Cabrera dejó a la Argentina no sólo fuera de la zona de clasificación sino también de la del repechaje. Sobre llovido...aumenta el peso de la mochila cargada de piedras que porta Leo sobre sus espaldas. Y tampoco habría de qué sorprenderse: la influencia del mejor futbolista del mundo muy probablemente va a terciar en las decisiones del DT. No está mal que así sea, ya que nada sería peor que perder la posibilidad de un diálogo franco y sin protocolo. El crack ya lo hizo casi dos años y medio atrás con Pachorra. ¿Por qué no repetirlo ahora, ante una instancia tan fundamental para el futuro a corto y mediano plazo de la Selección.
Brasil sufrió el 8 de julio de 2014 la segunda derrota más contundente de su riquísima historia futbolística. Si 64 años después se buscaba borrar la decepción del Maracanazo de 1950 con la organización de una Copa del Mundo en casa, lo cierto es que los tiempos modernos evocarán la descarnada afrenta del 1-7 frente a los alemanes como el Mineiraoazo. Tantas preguntas quedaron sin respuestas aquella tarde fatídica, en la cual se disputaba la semifinal, que la sucesión de impactos letales provocados por Thomas Müller, Miroslav Klose, Toni Kroos (2), Sami Khedira y André Schürrle (2) aún sigue vagando como fantasmas por el gigante belohorizontino.
La tarde con Alemania en el Mineirao, el cual recién se abrirá para su Selección 29 meses después.
En consecuencias, qué mejor motivo que el de recibir a una Argentina herida en una cancha en la cual los torcedores locales esperan una venganza contra su propio fracaso. Inclusive, las estadísticas en el Mineirao les son favorables: la Selección nunca ganó y apenas pudo empatar una vez. Veamos: 3-2 en 1968 (amistoso), 2-1 en 1975 (Copa América), 3-1 en 2004 (eliminatorias) y 0-0 en 2008 (eliminatorias). Tras haber conquistado por primera vez la presea dorada en Rio 2016, nada mejor para los conducidos por el técnicoTité que cerrar el año en su tierra con una victoria de Neymar y compañía.
Cuestionada por la consolidación de lo que masivamente hoy se conoce como club de amigos, en el cual además de Messi -el único con porcentaje de valoración alto- figuran Chiquito Romero, Mascherano, Gonzalo Higuain, Ángel Di María, Kun Agüero y Ezequiel Lavezzi, asoman aportes llamativos desde las convocatorias de Fernando Belluschi, Julio Buffarini, Enzo Pérez, Marcos Acuña y Gerónimo Rulli.
Es una carta fuerte la que juega Bauza: mantener a los históricos pero además incorporar a cinco nuevos. No es un improvisado el Patón: tiene claro que noventa minutos pueden sellar su suerte...para bien o para mal.