¿No dicen que la música es un lenguaje universal? Pues el viernes se comprobó el aforismo: el público aplaudió realmente satisfecho el estreno de “El barbero de Sevilla”, pese a no haber comprendido totalmente qué es lo que sucedía en el escenario.
El mal dispositivo de subtitulado (supratitulado, en realidad) empañó en muchos momentos la conexión de la audiencia con la obra. Los vimos desincronizados, distribuido de a parrafadas o simplemente no los vimos: especialmente en tertulia y paraíso, donde literalmente los tapó la parrilla de luces (al igual que el año pasado con “La Traviata”, y sin haber encontrado una solución al respecto).
Hubo público desconcertado, desilusionado, pero no resignado: quienes pudieron resolver el obstáculo de la barrera lingüística (comprendiendo el italiano intuitivamente, especialmente en los recitativos) o simplemente dejarse llevar por esa buena maquinaria teatral y musical, disfrutó y se fue feliz.
Y en general fue así: el público (que agotó la primera función) aplaudió por varios minutos el “Barbero”, la segunda ópera montada por la Secretaría de Cultura desde el año pasado.
Integralmente, esta producción es el resultado de un gran esfuerzo artístico. Escuchamos bellas voces, entre las que destacaron la Rosina de Griselda López (voz lírica refinada y de cálidos armónicos, en un papel quizás no del todo apto para ella), el Don Bartolo de Luciano Miotto (un cantante-actor de excelente dominio escénico, voz llena de matices y fraseo impecable) y el Fígaro de Omar Carrión (barítono de gran oficio y voz corpulenta). Ricardo Mirabelli, de vocalidad inadecuada para el papel del Conde de Almaviva, tuvo solvencia teatral. Completaron bien sus partes Alejo Laclau, Gloria López y Daryl Figueroa.
Gustavo Fontana, dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Mendoza, acompañó cómodamente la escena. Una escena que logró ser en todo momento dinámica (contrapesando el ritmo dramatúrgico lento de este tipo de óperas). Federico Ortega Oliveras, a cargo de la régie, creó un dispositivo eficaz y contemporáneo, a través de una variedad de recursos: elementos vintage y kitsch, secuencias coreográficas, proyecciones y buenas soluciones teatrales al libreto.
En general, hay que decir que el camino para que la ópera siga madurando en Mendoza es lento, y que no empezó hace mucho tiempo tampoco.
Este tipo de espectáculos, salvando ciertos desajustes fácilmente corregibles (como un buen subtitulado), son muy saludables para la cultura mendocina: ganan los artistas que vienen desde el oficio teatral, ganan los músicos, los técnicos y diseñadores. Y gana, sobre todo, el público porque, como ya dijimos al principio, la música es un lenguaje universal y (entre esas músicas, entre esos lenguajes) la ópera es la expresión más integral.
La Ficha: “El Barbero de Sevilla”
Ópera bufa de Gioachino Rossini. Con la Orquesta Filarmónica de Mendoza, dirigida por Gustavo Fontana. Cantantes: Omar Carrión (Fígaro), Luciano Miotto (Don Bartolo), Griselda López Zalba (Rosina), Ricardo Mirabelli (Conde de Almaviva), Daryl Figueroa (Fiorello), Alejo Laclau (Don Basilio) y Gloria López (Berta). Ensamble de voces, bajo la dirección de Mónica Pacheco
Director de escena: Federico Ortega Oliveras.
Fecha y hora: estrenó el viernes pasado, repite hoy, el 3, 5 y 7 de julio, a las 21.30.
Lugar: Teatro Independencia (Chile y Espejo).
Entrada: $ 500 (platea y palcos), $ 400 (tertulia) y $ 300 (paraíso). En entradaweb.com y en la boletería del teatro, de martes a sábado de 18 a 21.
Calificación: Muy buena