Un Papa del Nuevo Mundo, muestra del afán de globalizar la Iglesia

Un Papa del Nuevo Mundo, muestra del afán de globalizar la Iglesia

Con la histórica elección del primer Papa de América Latina, la Iglesia Católica apuesta por la región con más creyentes para reafirmar su dimensión global y envía un mensaje de esperanza a los desheredados de todo el mundo, opinaron ayer varios expertos.

La llegada del argentino Jorge Bergoglio, que ejercerá su pontificado como Francisco, rompió con 13 siglos de eurocentrismo, 35 años después de que el primer Papa no italiano de la historia moderna, Juan Pablo II, ocupara el trono de Pedro.

El propio Francisco, que no proviene de la Curia romana     -el gobierno central de la Iglesia-, se refirió a ello en su primera aparición en el balcón de la basílica de San Pedro, diciendo con un inhabitual giro humorístico que los 115 cardenales que participaron en el cónclave (él incluido) lo habían ido a buscar “casi al fin del mundo”.

Esta “victoria del nuevo mundo” después de los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, “es un mensaje de que el Papado es realmente universal”, explicó Marco Politi, vaticanista del diario La Stampa.

Con 483 millones de los 1.200 millones de fieles repartidos por el mundo, América Latina es el mayor vivero para una Iglesia que ha perdido en cambio influencia en las sociedades occidentales cada vez más individualistas y secularizadas.

Para el historiador católico Alberto Melloni, la llegada de este Papa sencillo, austero y con experiencia pastoral, “permite al Vaticano liberarse de la obsesión por afirmar su presencia en la sociedad europea secularizada”.

“Abre horizontes completamente diferentes”, anteponiendo los valores católicos más profundos y “puede ser una fuerza inspiradora para aquellos que han perdido la fe”, agregó el especialista en una entrevista periodística.

La llegada del primer Papa jesuita, considerado ortodoxo en lo doctrinal y más moderado en lo social, aporta un soplo de aire fresco al Vaticano, tras los escándalos de pedofilia y abusos de poder que marcaron el último pontificado.

“Comenzamos este camino juntos, obispos y pueblo”, proclamó Francisco, cuyo nombre está inspirado en el santo de los pobres San Francisco de Asís, anunciando así, desde su primera aparición en el balcón de San Pedro, su intención de iniciar una nueva era marcada por una mayor cercanía con los fieles.

Francisco goza de un gran prestigio entre los miembros de la arquidiócesis de Buenos Aires, que aprecian su disponibilidad y sus dotes comunicativas, así como su forma de vida alejada de toda ostentación.

Para Politi, con esta sencillez y falta de boato envía también “un mensaje de esperanza a las masas desheredadas del Tercer Mundo de que es un Papa que conoce de cerca sus condiciones”.

Incluso los sectores más progresistas de la Iglesia recibieron con optimismo al Papa elegido contra pronóstico, cuando los vaticanistas apostaban por el italiano Angelo Scola o por el brasileño Odilo Scherer, considerado el candidato de la Curia.

El Pontífice argentino “es consciente de la crisis de la Iglesia, de la necesidad de una reforma seria, comenzando por la Curia romana. Esto me deja esperanzado”, declaró Fray Betto, uno de los referentes de la Teología de la Liberación, a la que Jorge Bergoglio siempre se opuso.

El teólogo Hans Kung, que en las últimas semanas ha instado a aprovechar la oportunidad de cambiar que brinda la dimisión de Benedicto XVI, opinó que el Pontífice argentino “puede ayudar”. “Los problemas de la Iglesia, del celibato a la crisis de vocaciones, son problemas mundiales”, declaró en una entrevista con La Repubblica. “Esperemos que un Papa extraeuropeo abra nuevas perspectivas”.

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