El 19 de marzo, el Papa Francisco dio a conocer su exhortación apostólica “La alegría del amor”; un texto -bastante largo, por cierto- que desea ser como una síntesis de los dos Sínodos (2014 y 2015) que versaron sobre la temática de la familia, hoy.
Sin pretensión alguna de ser exhaustivo, y con el solo deseo de que sea de utilidad, quiero exponer lo que, a mi juicio, son los grandes ejes del documento.
El amor
Con lenguaje práctico, cercano, esperanzador y existencial, Francisco habla del amor concreto y real como una preciosa ayuda para el camino de maduración en el amor y, sobre todo, en el amor conyugal y familiar. Nos dice que el verdadero amor no es el de las telenovelas. Nos recuerda que la gracia del sacramento del matrimonio está destinada ante todo "a perfeccionar el amor de los cónyuges", aplicándose aquí las palabras escritas por San Pablo: "Aunque yo tuviera toda la fe del mundo, si no tengo amor, nada soy; podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aún dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve".
Pero como la palabra “amor”, una de las más utilizadas, aparece muchas veces desfigurada, apela a las características del amor verdadero: El amor es paciente/ es servicial/ el amor no tiene envidia/ no hace alarde/ no es arrogante/ no obra con dureza/ no busca su propio interés/ no se irrita/ no lleva cuentas del mal/ no se alegra de la injusticia/ sino que goza con la verdad/ Todo lo disculpa/ todo lo cree/ todo lo espera/ todo lo soporta (1 Corintios 13,4-7). Y “el amor matrimonial no se cuida, ante todo, hablando de la indisolubilidad como una obligación, o repitiendo una doctrina, sino afianzándolo gracias a un crecimiento constante bajo el impulso de la gracia”. El gran objetivo es alentar “acciones pastorales tendientes a ayudar a los matrimonios a crecer en el amor”.
Francisco insiste, a diestra y siniestra, que “todo esto se realiza en un camino de permanente crecimiento”. Sólo podemos crecer “respondiendo a la gracia divina con más actos de amor, con actos de cariño más frecuentes, más intensos, más generosos, más tiernos, más alegres”.
Situaciones especiales
Con respecto a las situaciones especiales, el Papa recuerda que el camino de la Iglesia "es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración... es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero...".
Recuerda que algunas parejas “pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral”.
Este discernimiento “debería reconocer que, puesto que el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas”.
“Si se tiene en cuenta la diversidad de situaciones concretas, puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta exhortación una nueva normativa general de tipo canónico, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral...”. No se puede aplicar a todos exactamente la misma vara.
En la nota al pie Francisco explica: “Tampoco en lo referente a la disciplina sacramental, puesto que el discernimiento puede reconocer que en una situación particular no hay culpa grave”. Afirma que, a causa de los condicionamientos que sufren muchas parejas, “ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada ‘irregular’ viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante”.
El gran paso que se da aquí es que se admite que un discernimiento pastoral desde el fuero interno pueda tener consecuencias prácticas en el ámbito externo, en la aplicación de la disciplina de la Iglesia. Pero no se trata de un permiso rápido que otorga un sacerdote. Es un “camino” o “proceso” que hace la persona, o la pareja, en diálogo con el sacerdote. El Papa utiliza palabras muy fuertes al decir que “nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites, y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones en que se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias pero no a pretender sustituirlas”.
Es una tarea pastoral dirigida siempre a “acompañar, discernir e integrar” con misericordia, paciencia y audacia. El discernimiento ayuda a encontrar siempre “los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites”.
El obispo y la Iglesia local
Al referirse Francisco a la pastoral familiar afirma que "serán las distintas comunidades las que deberán elaborar propuestas más prácticas y eficaces, que tengan en cuenta tanto las enseñanzas de la Iglesia como las necesidades y los desafíos locales".
Sobre esto, Francisco muestra su exquisito cuidado en no imponer su opinión sino abrir el camino para que madure el juicio comunitario a través de la descentralización (lo contrario sería dogmatizar desde la izquierda como antes se dogmatizaba desde la derecha). “Se trata de una suerte de ‘iniciación’ al sacramento del matrimonio que aporte los elementos necesarios para poder recibirlo con las mejores disposiciones y comenzar con cierta solidez la vida familiar”.
“Los presbíteros (sacerdotes) tienen la tarea de acompañar a las personas interesadas en el camino del discernimiento de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y a las orientaciones del obispo”.