El Papa argentino ante su primera gran misión

La multitudinaria convocatoria de Brasil, con miles de jóvenes fervorosamente movilizados desde distintos puntos de América, principalmente, es una clara señal de la atracción que el papa Francisco irradia, lo cual resulta sumamente alentador, teniendo en

El Papa argentino ante su primera gran misión

El papa Francisco preside en Río de Janeiro la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud en su primera misión internacional de envergadura desde que se hizo cargo del pontificado a mediados de marzo.

Si bien se trata de un encuentro programado durante la conducción de la Iglesia por parte de Benedicto XVI, que abdicó en febrero, la presencia del papa argentino toma gran trascendencia porque llega a un país tremendamente sacudido en las últimas semanas por violentas protestas, generadas en el descontento social de un amplio sector de la población, que en algún momento hasta pusieron en duda la conveniencia de la visita papal y llevaron al Vaticano y a las autoridades brasileñas a extremar al máximo las medidas preventivas en seguridad.

Este evento toma mayor trascendencia por la  atracción que viene generando Francisco entre los feligreses católicos, que encuentran en su sencillez y espontaneidad un vínculo con la Iglesia que muchos habían perdido en los últimos años.

En el caso puntual de Brasil, si bien se trata del país más católico del mundo, no es menor el dato de la pérdida de seguidores en los últimos años. Según censos del vecino país, en 2010 el 64.6 por ciento de la población se consideraba católica, contra 73.6 por ciento que decía serlo en el año 2000.

En Brasil, esta disminución se produce cuando, a la par, se registra un aumento en el número de creyentes evangélicos, que creció de 15.4 por ciento en 2000 a 22.2 por ciento en 2010. Una señal de alerta más para la Iglesia, que, a diferencia de Brasil y el resto de América, en donde el éxodo es hacia otros cultos cristianos, en Europa tiene el grave problema de que la deserción de fieles se transforma en más ateos y agnósticos.

Pero más allá del indudable estímulo que para la Iglesia latinoamericana puede constituir esta misión papal, comentan expertos vaticanistas que uno de los principales objetivos de Bergoglio es renovar la presencia pastoral y social en la región.

Busca influir para que la labor de los sacerdotes y obispos se oriente en mayor medida hacia la evangelización por sobre la creciente burocratización y la inclinación hacia los poderes seculares que domina en estos momentos.

Francisco ha logrado imponer desde su elección, el 13 de marzo pasado, la imagen de una Iglesia Católica que para cumplir su cometido debe despojarse de lujos y privilegios, además de combatir el flagelo de los abusos sexuales, práctica condenable socialmente y totalmente alejada de la moral cristiana.

Y en ese aspecto el mismo Pontífice  da el ejemplo con sus actitudes cotidianas, sus austeras ceremonias y la exigencia de que los religiosos dispersos por el mundo lleven a cabo su acción pastoral con la misma premisa.

Antes de partir desde Roma, Francisco pidió que ésta sea considerada “la semana de los jóvenes”, en un mensaje enviado a la multitud de peregrinos que lo esperaba en Brasil. Qué hacer de la vida y cuál es el camino, son las preguntas que, según el Pontífice, los jóvenes deben plantearse.

Todo un desafío para futuras clases dirigentes y también para la Iglesia, que de la mano del papa argentino apuesta a reencauzar a sus seguidores desde una base de sustentación mucho más elevada que la del mundo facilista de todos los días.

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