Al pan, ¿pan?

Al pan, ¿pan?

Si el camino hacia el infierno está lleno de buenas intenciones, cuando de trigo se trata Guillermo Moreno no se cansa de recorrerlo.

Es cierto que la performance del secretario de Comercio Interior tiene una amplia cobertura en desaciertos, y ahí están el Indec, el comercio exterior, la ganadería, la Papelera Massuh y los innumerables planes “para todos”, amén de la Supercard, cuya operatividad todavía es dudosa. Pero en pocos casos como el trigo y el pan fue tan notorio el desajuste entre los propósitos y los resultados.

Décadas de demostraciones del fracaso de los funcionarios que ensayaron políticas de precios controlados, congelados o “administrados” no fueron suficientes para convencerlo, allá por sus inicios en abril de 2006 en Comercio Interior, que es imposible que perdure demasiado un precio por debajo del costo de un producto, además del viejo principio de la economía que determina que no pueden controlarse simultáneamente precios y cantidades.

Pero como buen ejecutor del “relato” oficial, Moreno supo reflotar el mito del lecho de Procusto y adaptó la realidad a sus ideas.

Si el precio del pan en la realidad no se ajustaba a los dictados emanados de su despacho de Diagonal Sur, no había más que trasladarse media cuadra para manipular las cifras del índice de precios al consumidor del Indec. Y si en las panaderías se empecinaban en respetar la realidad, no faltarán los buenos servicios de alguna cámara empresaria amiga para anunciar efímeros acuerdos.

Pero a veces, ni siquiera esos dispositivos son suficientes para ocultar el problema. Si en 2006 y aun en 2007 el anuncio oficial daba cuenta de un pan a 2,50 pesos el kilo, hoy se habla de 10 pesos. De lo que no se habla es del cálculo obvio que cualquiera puede hacer: hasta para el relato oficial hubo un aumento del 300 por ciento.

No hace falta aclarar que ese incremento es muchísimo mayor en la realidad de las panaderías, supermercados y despachos de pan de cualquier parte del país, llegando en algunos casos a más del 800 por ciento en siete años. Pero más allá de los conflictos entre la industria molinera y los panaderos, o a las internas entre estos últimos, conviene ubicarse en el contexto histórico de un mercado que supo darle al país el título de “granero del mundo”.

Al asumir Moreno, la producción anual de trigo en la Argentina se ubicaba en 14,5 millones de toneladas (un 15,5 por ciento más que en la campaña anterior), con una superficie sembrada de 5,7 millones de hectáreas. Hasta entonces, la estructura administrativa del Estado parecía normal y el mercado de trigo era un asunto de la Secretaría de Agricultura.

Desde entonces, Moreno vio desfilar a Miguel Campos, Javier de Urquiza, Carlos Cheppi, Julián Domínguez y Norberto Yauhar, que en todos los casos terminaron por entender que el secretario de Comercio Interior contaba con un aval que excedía la formalidad de su cargo subalterno.

Hoy, con cupos establecidos y levantados alternadamente, programas de supuestos alicientes a la producción y la exportación y, antes que nada, una política que fogonea la inflación que dice combatir, la producción de trigo cayó un 33 por ciento y la superficie sembrada un 41 por ciento, con lo que suman campañas consecutivas debajo de las 5 millones de hectáreas, algo inédito en los registros oficiales de las últimas cuatro décadas.

Al menos, Moreno puede computar a su favor un mayor rinde por hectárea, pero tendrá que buscar alguna buena argucia publicitaria para explicar por qué se retrocedió a la menor superficie de trigo sembrada en más de 110 años, además de haber caído a la decimotercera posición entre los países productores.

Sí, al ex granero ya lo superan la Unión Europea, China, India, Estados Unidos, Rusia, Canadá, Australia, Paquistán, Ucrania, Turquía, Irán y Kazajstán.

“El trigo no tiene problemas estructurales. El problema es la falta de políticas públicas con objetivos claros a corto, mediano y largo plazo, que transmitan confianza y certidumbre, permitiendo la expresión de inversiones productivas, comerciales e industriales”.

Así lo señaló hace un año la Asociación Argentina de Trigo, anticipándose al presente y dejando en claro que los problemas no obedecieron a cuestiones fortuitas.

Los integrantes de la cadena triguera advirtieron por entonces que “con un sistema comercial claro, involucrando a todos en forma positiva, el área de trigo se ubicará por encima de las 7 millones de hectáreas con producciones que superarán las 20 millones de toneladas”, es decir, el doble de los niveles actuales.

A juzgar por las acciones del Gobierno, el reclamo de Argentrigo no fue tenido en cuenta.

A cambio de “un sistema comercial claro”, desde la Subsecretaría de Defensa del Consumidor, dependiente también de Moreno, se propuso el giro litalazzariano del kirchnerismo: como solución al aumento del precio del pan, se dieron a conocer recetas para amasarlo en forma casera. Si Cazuza veía el futuro repitiendo el pasado, qué mejor homenaje que este viaje sin escalas al siglo XIX.

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