En el deporte en general y en el básquetbol en particular siempre hubo y habrá atletas que se destaquen más que otros y esto, no solamente por lo que pueden desarrollar en una determinada competencia, sino fuera del ámbito que los califica como deportistas de alto rendimiento. Y un caso de ellos es Ginóbili, el jugador que le terminó de dar forma y sentido al juego argentino, ese mismo que camadas anteriores empezaron cuando esos protagonistas incursionaron del otro lardo del charco.
Su decisión del retiro es tan personal que aquellos que fuimos fieles seguidores de sus campañas nos llena de nostalgia, pero al mismo tiempo cabe decir que el tipo cumplió. Lo hizo con creces, dejando la bandera celeste y blanca en lo más alto de los mundo FIBA y NBA.
Entonces no cabe otra que palabras de agradecimiento por ese esfuerzo mancomunado que supo desplegar sobre los rectángulos de juegos, muchas veces arriesgando su físico ante otros de mayor corpulencia, o hasta dándose el lujo de hacer un doble de palomita en una cita olímpica, algo que en el fútbol puede ser comparado con un gol de chilena o en el tenis con la gran Willy.
El vacío que deja Manu será difícil de llenar, y no digo imposible porque los amantes de la naranja esperamos que surjan jóvenes valores que nos permitan seguir codeándonos con las potencias como supieron hacerlo desde los Milanesio, Campana, Espil, a esta parte.
Ahora no estaremos representados en el básquetbol de elite, pero en el A&T Center de San Antonio el número 20 quedará inmoratalizado para toda la vida, como así también, la generosidad de persona de bien que siempre caracterizó a Emanuel, un hombre que se hizo desde bien abajo, que dejó su familia para cumplir un sueño cuando se fue de Bahía Blanca al Andino Sport Club de mi querida Rioja.
Ese camino duro para un chico lo hizo madurar de golpe y poco después entró en la consideración del planeta básquet al conseguir anillos de todo tipo y colores tanto en Europa, como en Olimpíadas como en la majestuosa NBA. Ya se lo extraña.
Patentó jugadas que los estadounidenses debieron tomarse varios días de trabajo para poder contrarrestarlas y seguramente los especialistas defensivos de las franquicias ahora estarán más tranquilos porque 16 temporadas después, el bahiense le puso fin a una exitosa carrera deportiva en la cual seguramente para el oro olímpico de Atenas (2004) sea el lauro más destacado para todo el deporte de nuestro país.
Hizo de todo, llegó su momento de disfrutar desde otro lado, de tirar palomitas desde el diván de su casa.