Al comienzo de esta entrevista, Roberto "Palo" Pandolfo menciona estar leyendo, hace años y fragmento a fragmento, "El libro del desasosiego" de Fernando Pessoa. Una obra magna (caleidoscópica, poética, filosófica) en la que su narrador, Bernardo Soares, se pregunta por la imposible elección entre la acción y el sueño. El comentario no es casual: Palo Pandolfo actúa. No sólo en vivo, como esta noche junto a su grupo Hermandad en Foxy Live Bar, sino con palabras, música y voz. Y en los últimos años de la mano de los discos "Transformación", el descomunal e iridiscente "Esto es un abrazo", el nuevo y triple en vivo, "El vuelo del Dragón" y su libro de poemas "La estrella primera". Pero Palo también sueña: Don Cornelio y la zona y Los Visitantes fueron (aún son), como en la obra de Pessoa, sus heterónimos. Grupos expansivos (por su influencia) y solitarios (por inimitables) en los que talló "Ella vendrá", "Cenizas y diamante", "Tazas de té chino", "Estaré", "Pi pa pu" o "Antojo", entre muchas gemas. Canciones con las que sueña cualquier habitante de esta tierra porque están hechas de rock, tango y folklore.
- Las letras son muy distintas en "Transformación", que comienza con la urbe y la noche, y "Esto es un abrazo" que se desarrolla más luminoso y campero y con una mitología propia que incluye a Florencio Parravicini, Neuquén, la pampa o Shiva.
- Sí, definitivamente me interesa lo simbólico, lo conceptual detrás de cualquier musicalidad y cada proyecto. Esto es un abrazo es un disco que además tiene que ver con mis hijos en canciones como “Leñador”. Y el mundo de las letras y los libros para mí siempre fue importante. De chico leía historietas bien criollas como Cabo Sabino de El Toni y también Batman que para mí era gótico puro. Y de ahí pasé a la ciencia ficción con Ray Bradbury y luego inevitablemente llegás a Baudelaire, a J.D Salinger... y de ahí a Virginia Woolf.
En la tabla periódica de los elementos del rock argentino, Pp, Palo Pandolfo, es masa, energía y electricidad. Y sus 30 años de actividad aún lo muestran sin estado de oxidación. Con Los Visitantes y discos como “Espiritango” fue un adelantado a la renovación del tango de comienzo de milenio, antes incluso que figuras claves como La Chicana o Alfredo “Tape” Rubín.
“Pero no estábamos solos -explica Palo-, tuvimos un aliado esencial para la cultura porteña y argentina que fue Omar Viola. La ‘gestalt’ de Los Visitantes fue tango, milonga y nocturnidad porteña en boliches como El Parakultural o New Border, capitaneados por Omar y que albergaban a los dementes, a los outsiders, a los performers y a milongueros viejos. Y allí comenzamos con valsecitos, ritmos en 6 x 8 y canciones como “Tanta trampa” o “Sangre”. Eran lugares reveladores, como un libro de Sábato, con sonidos perdidos y una magia que te hacía pensar en tangos como “Sur”. Espacios de la nueva democracia argentina que se contraponían a la dictadura: un gesto de libertad total, de punk.
Justamente su tango “Turbias golondrinas”, que suelen cantar Lidia Borda o el Tata Cedrón, dice: “Donde fueron escondidos, los cuerpos de mis amigos / El abismo del olvido, que corrompe al corazón”. Es esta una estrofa dolorosísima y a la vez histórica.
“Este tiempo en que te amo, esta colección de daño”, es el comienzo de alto octanaje del disco debut de Los Visitantes, ese agujero negro, universo paralelo en el rock nacional.
Y de ahí en más el yin-yang de Palo, reveló ese ‘zen fatal’, como dice su canción (“¡¡¡nada puede cambiar mi amor por vos!!!”, ruge en ella) donde habita la contradicción: lo masculino y lo femenino, Patria y muerte (un título de álbum insuperable), patrón y empleado (Palo es de los poquísimos roqueros en cuya lírica la materialidad del trabajo está presente) o racionalidad y pasión en “matemática… sangre”. “Practico el olvido, practico el perdón, practico la carga y el rencor” canta en “Guerra tras guerra”, una reducción del Freud de Duelo y melancolía en doce palabras. Eros y tanatos colisionan (“que mi corazón reviente” canta en La Pantera) y se produce el desborde casi sin sublimación: “la muerte no existe” (en “La Musa”). Y aún Palo hace uso de la aliteración (“Canción cántaro”, “Amor, practico el ritual”, “Tanta trampa”, “Verde cueva-cueva verde”) o muestra cosas sin palabras, en “Pi Pa Pu”, “Bi bap um dera” o en el último minuto de “Más que humanos” a pura tradición de scat jazzero.
“Es que amo por sobre todas las cosas a Billie Holiday”, sonríe Palo Pandolfo.
- Cuántas influencias musicales se sienten en tu música. Como Frank Zappa, que era un roquero que escuchaba música clásica y contemporánea.
- Me siento más cercano a Zappa que a un blusero perfecto como Albert King... o sea, Zappa tiene mugre, es complejo y sucio, rústico y fino. Discos como “The yellow shark” los escuché muchísimo. John Scofield me gusta también. Y en el rock The Cure y Joy Division son fundamentales, porque son bandas con “drama”, con poesía musical propia.
- Pero además en tus canciones se siente lo latino.
- A través de lo afro... por sobre todas las cosas la música que nos gusta está atravesada por lo afro. Es la raíz afro-criolla que nos atraviesa de norte a sur. El funk y el candombe en ese sentido se dan la mano, es la negra con puntillo (Palo se pone a tararear entusiasmado la figura musical “tan-tan-tan-taaaan”). A veces en las chacareras hay afro o árabe, o hasta aimara. El malambo también lo contiene.
Como si la dificultad y el esfuerzo fueran una clave para entender las armas creativas de un artista, Palo rememora su educación sentimental en la música: “Recuerdo pasarme días, obsesionado, traduciendo la letra de Lucy in the sky with diamonds de los Beatles: ‘una barca en un río con árboles mandarina y cielos de mermelada’, ¡había todo un mundo de poesía y surrealismo ahí! O ir hasta el centro, a Riccordi a comprar mis primeras partituras de tango, como ‘Vida mía’. Además, yo vivía en Flores sur, que todavía tenía todo ese noir porteño y tanguero, con canillitas silbando milongas. Y me volví loco cuando descubrí que la iglesia de Flores, cerca de la calle de mi infancia, Rivera Indarte, había sido un viejo cementerio de esclavos africanos. ¿Te das cuenta? Yo caminaba casi sobre esas tumbas. ¿Y cómo se trasmitían aquellas tradiciones musicales? Justamente, a través de la danza, de los pies y la percusión.
- ¿Y qué te emociona actualmente como en ese entonces?
- Los chicos, pero sobre todo las chicas que están cambiando todo. Y vamos a tener que acompañar todos los movimientos feministas. Mi espíritu crítico tiene un límite que son los jóvenes: no hay nada mejor que la juventud en ese sentido, porque ellas son la vanguardia, son un cambio cultural fuerte. Y si no te gusta lo que están haciendo la vas a pasar mal.
- ¿Y que quedó de la inconsciencia de aquella otra época del rock?
- Hoy es más emocionante lo consciente que lo inconsciente. Ese es mi “salto”, el que yo busco. Uno político, amoroso y creativo. Mirá a Charly, un verdadero genio, que pensó que había que romperse. ¿Para qué? ¿Para tener “aguante”? Dejá el aguante para la hinchada de Chacharita.
Ficha
Banda invitada: Éramos Pocos.
Día y hora: Hoy a las 23.
Lugar: Foxy Live Bar (San Martin 2289, Alameda).
Entradas: Anticipadas $300 (capacidad limitada) en Moicano Rockería (G. Caracol), Amadeus Rockeria (Necochea 75), Siempre Deportes (Luján , Chacras y Maipú).