¿Qué significa ‘salvaje’ en el 2013? Pandolfo sonríe, tira un chiste cómplice en el estudio de grabación y dice que en el disco nuevo “hay momentos de éxtasis celebratorios, tanto como lo permiten las reglas de convivencia”.
Un cuarto de siglo se cumplió ya del debut discográfico de Don Cornelio y la Zona y Palo Pandolfo sigue, acústico o enchufado, solo o acompañado, propiciando la magia donde pise.
Algo flotará mañana en el aire: el latido poético, el recuerdo zarpado y las canciones desesperadas a lo Pandolfo (“Imagen proyectada”, “Cenizas y diamantes”) es posible que convivan, en la Sala Circular del Le Parc, con la sensibilidad acústica del “Ritual criollo”, el disco que vino a presentar en 2010, y con lo que vendrá en este 2013. Porque el poeta de nuestro rock, el guerrero existencial de la guitarra criolla, promete disco nuevo.
Pandolfo es de esas personas que renuevan su capacidad de asombro todo el tiempo: hace unos años, en su pago suburbano, Paso del Rey, hizo contacto con un Carabajal y encontró el sendero del folclore psicodélico.
Fuimos testigos de ese ritual criollo que vino en formato carne viva; entonces, Palo llegó cargado con sus cuerdas de nylon y las de metal y con ecos de bombo legüero. Pero una vez más decide pegar el salto, irse por la tangente y, en defensa de la canción, sacudirse las etiquetas como hace con el polvo el cantor itinerante.
Así que enchufa de nuevo. Y mucho, al perecer. Para abril se anuncia el compacto de ese tan esperado material que viene fogueando junto a su banda La Hermandad.
Opuesto perfecto de su álbum anterior “Ritual criollo”, este álbum viene un plus cuyano: la producción del ex Karamelo Santo, Goy Ogalde.
“Con él hicimos una gira hace tres años, salimos a la ruta juntos. Ahí se generó una amistad que desencadenó en una promesa: hacer un disco juntos. Tuve la suerte de que fuera el mío”.
¿Cómo será? “Es eléctrico, tiene batería en todos los temas, bajos, guitarras eléctricas, sintetizadores, secuenciadores. Tiene fuerza y suavidad y llega a momentos de rock pesado, algo bastante salvaje”. Claro que también tiene la marca del vivo, porque la mayoría de los temas los grabaron en vivo en el estudio. “Trabajamos mucho con los productores, con Goy y Charlie Desidney (que es socio artístico) y la energía humana nos permitió soltarnos en el estudio, nos dio libertad”.
Dice que esas canciones le vienen saliendo desde que terminó “Ritual...” en 2008, como por arte de payador. Lo ha dicho: “Para mí cualquier lugar es un escenario, me interesa mucho la oratoria, la intención, el personaje. Cuando vas a tocar con la banda, estás el mes previo con una adrenalina infernal, pero en la Feria del Libro es lo mismo, siempre hay un precalentamiento, porque es el mismo concepto: el juego, el ‘subidón’.”
A los 45 años, compone sin parar, con la frecuencia y la intensidad de un trovador, guitarra en mano, en una sola toma y bajo una suerte de estado de gracia.
La Hermandad, a su vez, está compuesta por Mariano Mieres (guitarra), Gerard Farez (teclados), Santiago Capriglione (bajo) y Carlitos Fernández (percusión).
“Es un disco más honesto y emotivo”, añadió. “Sin filtro”.
De tal Palo
Músico de culto: periférico por destino, inclasificable por naturaleza... Eso se ha dicho y se dice de él, y es lógico. Porque el músico - que ha andado por el dark, el punk, el pop, el rock, el tango, el folclore- agarra su guitarra de solista y entrega canciones acústicas e íntimas como si estuviera en el living de su casa y luego vuelve a enchufar hasta el paroxismo sin perder un pelo de su melena indomable.
Hay una anécdota famosa que le sirve como marca personal. Cuando Don Cornelio y la Zona se hizo reconocida como revelación, una importante revista de rock lo llamó para entrevistarlo y fotografiarlo junto a Charly García, Spinetta, Cerati . "Fui, emocionadísimo, y esperé, esperé, esperé... Increíble, estaban a la vuelta y yo en la esquina equivocada, perdido." Él cree ahora que esa anécdota señaló y sigue señalando su camino, al margen de los grandes sellos discográficos, al margen de la fama hipermasiva.
Antes, en 2004, su mundo desbordante y pasional había dado un segundo disco solista, alucinado de versiones (de otros y de sí mismo) que, desenfadadamente, bautizó “Antojo”. Allí repasó una catarata de autores que van de David Bowie a Charly García, de Charles Aznavour a Manu Chao, pasando por Luis Spinetta. Especie de renacimiento artístico después de un complicado debut solitario – “estábamos en plena debacle de fines del 2001”– logró encadenar su continuidad después de la letal desaparición de Los Visitantes, una banda que fue desenchufada intencionalmente antes de entrar en el circuito comercial, hace varios años.
Palo Pandolfo mirando, al mismo tiempo, hacia atrás y adelante, prefiere colocar la charla en otro punto: “la música popular en general pertenece al pueblo, habla por él, dice por él. Todo eso está vivo, hoy”.