Fue una tremenda muestra de carácter del Jarillero. Otra más y van... Como ante Newbery en Villa Mercedes, como ante Luján en el José Castro, como ayer ante el puntero del campeonato, Palmira sacó a relucir su enorme amor propio y derrotó 3 a 1 nada menos que al indiscutible líder de la zona.
A pesar de todos sus problemas a cuestas (en la semana sólo había entrenado el lunes), Palmira apoyó los tapones en el terreno del “José Castro” con la insoslayable misión de revertir la historia. La carga emocional de la bandera (ver aparte) ofició de inyección anímica para gestar ese comienzo altanero que fue clave para liquidar el partido.
Palmira fue una ráfaga, un verdadero aluvión que se llevó puesto al Lobo alvearense. El equipo del Loro Ortiz protagonizó un comienzo de novela en el que a los 8’ ganaba 2 a 0.
Aturdido, abrumado, el puntero sintió el impacto, reaccionó y trató de acortar rápido la diferencia, pero cuando no se topó con el bueno de Irrera sufrió los polémicos fallos del juez puntano Noguera: claro penal no cobrado por mano de Abba en el área y exagerada roja a Ariel Olguín.
Eso sí, la mala actuación del árbitro no quita los méritos de Palmira, que hizo un partido colectivamente casi perfecto. Cuesta encontrar una fisura en el andamiaje del Aurinegro, que potenció rendimientos a partir de la valía del adversario de turno, un conjunto tan aceitado en su funcionamiento que en el complemento disimuló el hecho de tener un futbolista menos.
A partir de la expulsión se paró con un 3-4-2 y jamás renunció a la posibilidad de un heroico empate. Pero para ganarle un balón dividido a un Palmira ayer había que “matarlo”. Y el Jarillero transformó la bronca de la situación en “su” combustible. Fue un equipo con hambre. Y de hombres.