Desde finales de 2014, en su hermosos estudio de la ciudad de Luján, Palito Ortega le comentó a Fernando Samalea que tenia ganas de grabar un disco con muchos invitados y el baterista convocó como coproductor a Nelson Pombal, que trabajo con Guasones, Rock a la Orden y La 25.
A medida que pasaban las semanas, Palito grabo el tema “A mi amigo le gusta el rock”, dedicado a Charly García con aportes de Pedro Aznar en bajo y Natacha Seara en armónica, y la canción de David Lebón “Vamos a pasarla bien” en la que participaron Juanse, Nito Mestre, el propio Lebón y Tweety González.
Le sumó una notable versión del clásico rockero “La casa del sol naciente”, de Eric Burdon y los Animals acompañado por Charly en piano, Moris en guitarra acústica y Aznar en bajo. Para la romántica “Un amor inmenso” la sumo a Celeste Carballo en voces y en la urbana “Sin una canción” se repartió los roles protagónicos con Moris.
Pero además lo tuvo al Guasones Maxi Tym sumando una pedal steel guitar en una canción con airecitos country, al estadounidense Jim Campilongo con su estilo country y rockabilly en guitarras, y a Daniel Melingo en saxo.
Sobre las ganas de darse gustos musicales y con amigos y sobre la carrera de sus hijos y su futura gira, Ortega habla en esta entrevista.
-¿Cómo nació la idea del disco "Cantando con amigos"? ¿Nació de vos o de una charla con alguien?
-En realidad no hubo un principio de programación del disco, no hubo un momento en el que surgió la idea de hacer un disco con todos y empezar a buscarlos. Esto se dio de una forma, casi podríamos decir, mágica. Yo un día estaba grabando.
Samalea había puesto una batería, yo había puesto un bajo y estaba poniendo una guitarra de una canción que tenía pendiente de grabar desde los años 60, una versión libre de “La casa del sol naciente”, de un grupo inglés llamado The Animals. En ese momento entró Charly al estudio y cuando escuchó los acordes la reconoció en seguida y me dijo “yo le pongo un hammond” y se sentó.
Cuando se lo comenta Samalea a Pedrito Aznar, él se ofreció a venir al estudio y después de comer un asado agarró el bajo y se puso a tocar. Le mostramos el tema y empezó a ecualizar para buscarle un sonido y ponerle el bajo a ese rock y después le puso a otro. Más tarde le hice escuchar el tema a Nito Mestre y él dijo de ponerle una voz, y además se quedó a grabar los coros en otros temas como Celeste Carballo.
Con Juanse yo le dije que tenía una medio Santana y por eso se apareció en el estudio. Es decir, se fue dando, las canciones parecían que las íbamos escribiendo para cada amigo. Así fue pasando el tiempo, se sumó Moris y mis hijos empezaron a ayudar en los coros. Si uno se sienta, como suele ocurrir, con una lapicera en la mano, no hay presupuesto para pagar esto.
-Pero terminaste masterizándolo en Nueva York con algunos nombres ilustres...
-Es que después de tantos años volví a grabar en mi compañía, porque Sony RCA fue la primera, y me dijeron de grabar donde quisiera y por eso fuimos a masterizar a Nueva York. Lo hicimos con Joe Blaney, que ya había trabajado con Charly y con Andrés Calamaro y también tocó con diferentes grupos enormes. Y el tipo se sentaba al mediodía, eran las 11 de la noche y seguía.
Ahí pusimos una guitarra de Jesse Harris, un músico que escribió los éxitos más importantes de Norah Jones, al que invité a Luján cuando tocaron en la Argentina y ahí nació una amistad. Son cosas que se fueron dando por afecto, porque cada uno que lo hizo fue con una predisposición enorme, cuanto más talento tienen más humildes son.
Por eso digo que es el mejor disco que hice, porque yo grabé en los estudios más importantes del mundo y hubo mucho más afecto que dinero, porque un músico que entra a un estudio y te da un abrazo no es el que llega, lee la partitura, toca y se va. Sí le nace a Charly García venir y tocar…
Eso se dio con todos ellos y acá está el resultado. Para mí, lo dije y lo sostengo, es el mejor disco que hice en mi carrera. Ese componente afectivo es el gran valor que tiene.
-Hay un estilo muy variado, muy completo en el disco, además te rodeaste de gente joven. ¿Cómo se dio eso?
-Fernando Samalea fue coproductor y coordinador con Luis Méndez, que se ocuparon de facilitarme todo porque uno está más bien concentrado en corregir letras y cómo pasarle la canción a uno u otro. Pero bueno, Nelson Pombal produjo ya a La 25 y no se cuantos grupos jóvenes que van apareciendo, venía con una onda de conocimiento de rock.
Lo bueno es que dentro de esos sonidos respetaron un estilo, que es el de mis canciones, no deformaron nada y no pusieron otros acordes que no fueran los que tenían que ir. A veces el músico, tentado por su conocimiento, tiende a agregar quintas o sextas aumentadas, pero para mí la música popular es escribir una melodía para que la gente la entienda. Es así, no me gustan las metáforas. Es mi formación.
Yo lo escuchaba a Charly tocar música clásica cuando convivimos en Luján siete meses y me moría de envidia. Pero con la misma admiración con la que yo lo escuchaba, él se alegraba con mis canciones y más de una vez para calentar la voz se ponía a cantar “Media novia”. Cada cual ha ido haciendo lo que pudo hacer, pero gracias a Dios después de 50 años me subo a los escenarios y veo que la gente canta. Me sorprendo mucho más cuando veo gente joven que canta esas canciones, ellos ni habían nacido cuando yo las empecé a cantar.
-Presentaste el disco en el Luna Park con muchos invitados. ¿Tenés pensado salir de gira?
-Estuvimos en Lima y en Colombia, pero yo pegué la vuelta porque sinceramente ya empiezo a sentir los viajes. Antes, cuando empezábamos a trascender con nuestra música hacia los países de Latinoamérica, teníamos demanda en países que nos alegraba mucho visitar. Nos hemos cruzado en giras con Sandro y con Favio, que éramos los que más salíamos.
También las películas nos daban gran difusión por esa época y todos nos pedían los temas de las que habíamos hecho. Pero ahora, cercano a los 75, tengo que llegar por lo menos dos días antes para recuperarme y preparar bien todo. Los años van pasando para todo el mundo, aunque una gira por el país podría ser. Pero quizá no con este disco sino por diversión, con un par de amigos.
-¿Y quién te gustaría que te acompañe?
-Yo tengo una relación entrañable con Cacho Castaña, que gracias a Dios ha superado el complicado cuadro de salud que tuvo, y siempre hablamos de salir a tocar juntos, por ahí este año. De hecho, hablando con Alejandro Lerner el otro día dijimos de salir a tocar los tres, salir al escenario a divertirnos. La idea es hacer lo que la gente espera que cantemos, pero también desde el punto de vista humano sentirse acompañado, sentir que estás cantando abrazado con amigos. Así que es posible que en algún momento salgamos los tres para divertirnos.
-¿Cómo ibas viendo el día a día del disco? ¿Qué pasaba por lo emocional?
-No había otra manera de hacerlo ni de vivir ese clima que no fuera emocionalmente, con mucha alegría. Como te digo, no es fácil que se dé, no es fácil convocar a mucha de la gente que participó. El otro día pasé por el Teatro Opera donde cantaba Celeste, toqué con ella “Sabor a nada” y sentí que la gente reaccionó con un aplauso hermoso, conmovedor.
Esas cosas se dan, yo sé que le digo a Celeste que canto una zamba en Tucumán, se la aprende y se viene a cantarla, puede pasar tranquilamente. A lo mejor uno no se da mucha cuenta, pero estás rodeado de la historia misma del rock argentino. Me tocó a mí ser una voz cantante y les agradezco profundamente a todos ellos.
-¿También sentís eso de extrañar a los nietos saltándote encima?
-Sí, totalmente. Pero no solo te saltan, quieren jugar al fútbol y yo no puedo correr, arrancan y ya no los alcanzo. Me pasaba con mis hijos, que jugábamos al tenis y al principio los sobraba pero después me daba rabia porque ya no llegaba nunca. Esos son los mejores indicadores que te da la vida de cómo va pasando el tiempo de buena manera: ahora son grandes, profesionales y hacen su vida, y está la tercera generación que son los que vienen. Es un juego hermoso que la vida te permite tener y yo lo disfruto inmensamente.
-¿Cómo viviste el éxito de "Historia de un clan", la miniserie en la que tus hijos Seba y Luis encararon la historia de los Puccio y la convirtieron en un boom argentino?
-Bueno, ya lo repite un canal importante. Sebastián, como productor, tuvo un par de aciertos que al viajar por Latinoamérica me detenía a mirar, como “Los Roldán”. Vendió los formatos en toda Latinoamérica. Después, lo de “Tumberos” le resultó muy bien, “Los Exitosos Pells” se vendió en varios países y después “Graduados”, que fue una excelente idea.
Lo veo con mucho entusiasmo, lo mismo que a Luis, que con “Historia de un clan” aceptó dirigir televisión por primera vez. Leonardo Favio me decía que Luis iba a ser su sucesor, porque él se toma su tiempo para hurgar mucho en el personaje, se detiene mucho en el detalle de la cosa humana y trata de sacarlo con la cámara adelante.
Los actores me dan una referencia de alegría por haber trabajado con él, porque es muy respetuoso pero también capaz de sacarle a cualquier actor lo que él necesita. Fijate lo que logró hacer con Tristán, que es un cómico, lo puso en un papel serio y le salió perfecto.