Palabras que matan

La violenta expresión del dirigente kirchnerista Luis D’Elía, quien a pesar del revuelo que causó insistió en sus dichos, es una nueva prueba del estilo descalificador y amenazante que se utiliza desde el poder y al que, lamentablemente, nos estamos acost

Palabras que matan

Recientes expresiones del dirigente kirchnerista Luis D’Elía para referirse a la crisis social que vive Venezuela generaron indignación en nuestro país. “Si Perón hubiese fusilado a Menéndez en el ’51, habríamos ahorrado mucha sangre del pueblo.

Maduro debe fusilar a López, agente de la CIA”, dijo, textualmente, a través de las redes sociales el piquetero. Lo que hizo fue pedir, lisa y llanamente, la aplicación de la pena de muerte por causas políticas en un país en el que dicha pena se encuentra prohibida desde 1863. Es más: ha sido Venezuela pionera mundial en esa materia.

En cuanto a la Argentina, la pena de muerte por causas políticas está totalmente descartada por la Constitución.

A pesar de las fuertes críticas y una generalizada indignación popular, D'Elía insistió con sus conceptos. Sólo al final y forzado por el repudio generalizado emitió una autocrítica que no se creyó nadie, ni siquiera él.

Lamentablemente, los argentinos nos estamos acostumbrando a la exteriorización de todo tipo de apreciaciones descalificadoras, condenatorias o amenazantes cada vez que el oficialismo advierte que el normal funcionamiento de las instituciones republicanas no responde a sus inquietudes o estrategias.

Y muchas veces cuando, como ha quedado demostrado a través de la prensa independiente, se comprueban acciones reñidas con la ética pública por parte de los propios funcionarios.

En este caso puntual, D'Elía, además, efectúa detestables comparaciones cuando se remonta, citando a Perón y al militar Menéndez, a los aspectos más reaccionarios vividos por la Argentina a partir de la instalación del justicialismo en la vida social y política del país.

La del dirigente piquetero kirchnerista es una expresión de odio y muerte que trasciende y que nos pone en alerta en un tema tal vez más importante que el de la vida misma, como es la aplicación de justicia. Con sus apreciaciones nos asegura que la vida, el derecho y la justicia no tienen para él y sus partidarios ningún significado.

¿Cómo se puede pedir, entonces, leyes y derechos humanos o una política de Estado que termine con la inseguridad si lo que garantiza la seguridad es pensar como el señor D’Elía? La posibilidad de ejecutar a opositores políticos en cualquier país sólo es viable mediante la aplicación de la pena de muerte. ¿Es esa solución la que los argentinos queremos?

Afortunadamente, algunas voces dentro del mismo kirchnerismo se hicieron oír de inmediato para criticar lo expresado por el polémico y criticable dirigente social.

Son insuficientes, porque tamaña aseveración difícilmente pueda ser remediada con más palabras y sin un sincero arrepentimiento de quien fue responsable del hecho, pero al menos demostraron que hay quienes en los círculos de poder entienden que éste no sólo se defiende o sostiene con prepotencia.

No se debe olvidar al ejercer una función pública o de índole social que toda diferencia de criterio conduce finalmente a la perfección de lo que se pretende modificar mediante la discusión. En lo que atañe a la política, es la esencia del disenso.

La tolerancia, el respeto y todos los valores que nos permiten vivir en libertad constituyen un patrimonio de la sabiduría que sólo se consigue cuando la democracia está en manos de dirigentes que representan a pueblos con cultura, buena educación y un amplio sentido de justicia.

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