Día: domingo 4 de marzo. Hora: 10.55 am. Locación: una construcción abandonada y casi en ruinas de Godoy Cruz. Un diáfano cielo celeste corona la silenciosa mañana estival.
La noche previa, Mendoza había coronado a una nueva Reina Nacional de la Vendimia, pero a los protagonistas de esta historia poco les importa ese detalle. De hecho, poco les importa en ese momento cualquier cosa que ocurra fuera del perímetro.
Los 10 integrantes del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) se han diseminado y escondido en algún rincón del área cubierta de la bodega abandonada. En simultáneo, la decena de Cazadores de Montaña se prepara con el fin de irrumpir en el lugar. Ya tienen sus máscaras colocadas, su uniforme de camuflaje militar y sus armas marcadoras con municiones listas.
Como los uniformes de ambos grupos no difieren demasiado entre sí, todos llevan radios de frecuencia -cada uno en un canal- para comunicarse e ir actualizando posiciones. Para evitar el "fuego amigo".
Cuando los Cazadores de Montaña bajen del techo en arneses e ingresen a las salas, comenzará oficialmente la batalla entre Cazadores y GOE. Cualquier movimiento en falso puede ser letal.
El crujido de una rama pisada, la acelerada e intranquila respiración que choca con la máscara (ésa que deben tener obligatoriamente todos los participantes): todo puede convertirse en una trampa. Para peor, a minutos de iniciar la partida, el capitán de los Cazadores anuncia una “baja definitiva” precoz.
“¿Estamos listos, Sergio?”, pregunta por radio Pichi, del GOE. La respuesta afirmativa marca el inicio de la partida que se extenderá durante poco más de 40 minutos, y que tendrá a vencedores y vencidos.
Al final los encontrará a todos reunidos en la zona fría, la misma donde dejaron los autos apenas llegaron. Donde fueron quedando los “soldados” que fueron cayendo, y el mismo punto en el que planificarán la ida a tomar una cerveza, el asado y -por supuesto- la próxima partida.
Disparos entre amigos
Tranquilamente la situación descripta podría ser la reconstrucción de una guerra cualquiera o el fragmento de una de tantas películas bélicas. Pero no: se trata de una breve síntesis de una partida de Paintball MilSim (Simulación Militar) en el que las armas son marcadoras, las municiones, “bolitas” de pintura (pelles, según su nombre técnico) y las bajas están definidas por las manchas de pintura en el uniforme militar.
Si bien el paintball es una práctica recreativa que está instalada hace años en Mendoza, la modalidad de Simulación Militar no es muy común todavía. Pero va sumando cada vez más adeptos, personas que de a poco van consiguiendo su equipamiento y que, al menos dos veces al mes, se reúnen para jugar una partida. Pero también para ir a tomar algo, para comer asados y para hacer lo que cualquier grupo de amigos hace.
“Así como algunos se juntan periódicamente a jugar al fútbol, nosotros nos juntamos a jugar paintball. Somos todos amigos, pensamos igual. Y, por sobre todas las cosas, compartimos valores”, resume Mauricio Raffa, capitán de los Cazadores de Montaña una vez terminada la partida.
Así como este domingo eligieron un edificio abandonado en Godoy Cruz, cada partida tiene su locación y siempre reúne similares características: espacios abandonados, campo abierto. Si hasta han llegado a hacer una partida en la montaña y en el pedemonte, detrás del Cerro de la Gloria (“donde haya un lugar con parrilla, ahí vamos”, dicen entre risas).
“Para muchos el paintball está mal visto porque se piensa que es para entrenar delincuentes o para algo ilícito. Pero está muy alejado de eso. Es un deporte en el que priman la camaradería, la amistad y, como cualquier deporte, tiene una asociación argentina, con reglas y donde se exige el respeto del reglamento de sus distintas ramas”, explica Vicente Escudero (alias ‘Pichi’), capitán del GOE.
Según destaca, Mendoza tiene 10 equipos de 10 jugadores cada uno para todas las ramas del paintball -unas 100 personas-, mientras que para la categoría MilSim hay tres equipos. “Empezamos hace dos años, éramos 12 y jugábamos en Blanco Encalada. Y si bien ha crecido, en Córdoba se hacen eventos con 600 o 700 personas. Nos gustaría llegar a algo así en Mendoza”, dice Pichi.
Entre los Cazadores y el GOE hay empleados de comercio, personal de seguridad, policías, penitenciarios y propietarios de comercios. Dentro de los equipos, cada uno tiene su rango, aunque se trata de algo más organizativo que otra cosa, puesto que fuera de la partida son todos amigos. Incluso, hasta los nombres son ficticios y parte del juego.
“Nuestro nombre nace del simple reconocimiento a quienes día a día han dado y dan su vida y espíritu por nuestra patria. Hace ocho años que formamos este club y practicamos este bellísimo deporte el cual nos apasiona, tanto por la adrenalina como por las vivencias del mismo en el terreno de juego junto a los amigos.
Nuestras prioridades y pilares para el buen funcionamiento y armonía son: camaradería, amistad, compromiso, confianza y valores. En pocas palabras, ser una buena persona”, destaca Raffa. “Somos y estamos orgullosos de lo que hemos logrado y siempre abiertos a nuevos desafíos”, agrega.
De hecho, en ocasiones hasta participan en partidas de paintball con algunas unidades militares para ayudar al entrenamiento y capacitación.
No vale sin máscara
Cada jugador se encarga de ir armando su equipamiento propio y de ir ampliándolo.
Más allá de las armas y el uniforme en sí, hay un elemento que es primordial y que no puede faltar: la máscara protectora. “Cada ‘pelle’ (bolita de pintura) sale expulsado a 360 pies por segundo de la boca de cañón. Eso te puede llegar a volar un ojo. Por eso es clave tener la careta”, aclaran los jugadores.
Solamente hay un lugar donde está permitido no llevarla puesta y es en la zona fría o de seguridad. Allí es donde inician la partida, donde van juntándose los jugadores que van siendo bajas y donde se reúnen al final del “combate”.
“Si un jugador se la saca en medio del juego, inmediatamente es baja. A la segunda vez que alguien se la saca, directamente pierde ese equipo”, resumen, dejando en claro que es una norma inquebrantable.
“La parte más linda es al final, cuando nos reunimos acá y comentamos toda la partida. Lo lindo de los combates en cuartos cerrados es que tenés que estar pendiente de todo, porque te ‘sopapean’ de todos lados”, cierran entre risas.
Algunos precios
Careta: $1.500
Debe estar homologada y garantizar que no se va a romper al primer impacto.
Arma marcadora: $4.000
Se pueden conseguir usadas en Facebook y funcionan con dióxido o HPA.
Pelotitas de pintura: $900
El tubo por 2.000 unidades
Uniforme: $2.800
Pantalón y camisa de estilo militar se pueden conseguir a partir de $ 2.200; el chaleco parte desde $ 600.