Cuando está en La Habana, no se trata ni lo tratan como lo que es: el escritor cubano vivo más famoso en el mundo. Aquí, Leonardo Padura es un hombre "semivisible", inquieto por los cambios que está viendo en la isla.
Antes de caer la tarde, Padura ya consumió los cinco cigarrillos y cinco tazas de café habituales frente a la computadora. Está sereno. La barba blanca, en la cara ovalada y rellena, le confiere un aire de monje.
Atrás quedó, por hoy, la revisión de su próxima novela, "La transparencia del tiempo", que marcará el regreso de su personaje fetiche, el detective Mario Conde.
En las tardes Padura ya no es escritor. En el primer piso de Villa Alicia, la casa de dos plantas con rejas verdes que lleva el nombre de su madre y donde él ha vivido junto a su esposa Lucía todos estos años, lo esperan un albañil amigo y una cornisa cayéndose a pedazos.
En este lugar “siempre sé que tengo que hacer cosas y hacer cosas para mí es importante. Yo disfruto muy mal el ocio”, dice el autor de “El hombre que amaba a los perros”, la obra que le dio fama y en la que retrata el fin de la utopía comunista a través del asesinato de León Trotski.
No es profeta en su tierra
A los 61 años Padura podría vivir, muy cómodo, en España o en Estados Unidos. Su extensa y reconocida obra está traducida en 20 idiomas; en 2015 recibió el premio Princesa de Asturias, y en 2016 Mario Conde llegó a Netflix.
Pero solo aquí, en Mantilla, el barrio de origen rural donde fecha sus textos, reconoce que podría escribir literatura. Hoy, sus compromisos editoriales lo obligan a pasar fuera cuatro meses al año.
También aquí es un cubano corriente, de pantalones cortos y sandalias, que debe buscar arena para reparar la cornisa, sacar escombros y cuidar los árboles de plátano, guanábana y limón que crecen en el solar de Villa Alicia.
Y quizá solo en Cuba los medios -todos bajo control del Estado y para los que trabajó como periodista entre 1980 y 1995- ignoran al Padura escritor, cuando afuera lo asedian.
“Soy semivisible”, dice sonriente. Padura no se queja, apenas reflexiona. “Aparezco con muy poca frecuencia en la televisión en Cuba, aparezco muy poco en los medios, sin embargo tengo muchos lectores”.
Fragmentación social
Padura no vivió como escritor los terribles años setenta, cuando fueron "silenciados y marginados" artistas por homosexuales o por sus críticas a la Revolución cubana.
Forma parte de lo que describe como la generación de los "sospechosos habituales". Él, recuerda, fue diagnosticado con "problemas ideológicos" cuando trabajaba en una revista cultural, y fue llevado a "reeducarse" en otro medio, donde a pesar de la presión pudo "escribir lo que quería".
El derrumbe del protector soviético, en los noventa, sumió a la isla en su peor época de escasez, pero para los artistas cubanos hubo más libertad de creación.
Así lo siente Padura, quien ahora está inquieto por lo que está dejando la cauta y lenta apertura cubana, incluido el acercamiento a Estados Unidos.
“El tejido social tan compacto se ha ido dilatando. Y hoy hay gente que son más pobres de lo que eran en los años ochenta, y gente que son mucho más ricos de lo que eran”.
“En Cuba eso había desaparecido, y ahora empieza a producirse esa fragmentación de la sociedad (...), y por lo menos a mí me resulta alarmante”. Padura retoma el semblante sereno.
Beisbolista frustrado, Padura admite que se hizo escritor por “espíritu de competencia”. No soportaba que otros pudieran escribir y él no, y ahora es un narrador respetado y exitoso.
“El hombre que amaba a los perros” va por las 50 ediciones. En Cuba, se siente bien con los 10.000 ejemplares que, calcula, puede haberse impreso de toda su obra. También ha sido reconocido con premios en Cuba, pero aun así sus opiniones no circulan.
En la pasada Feria del Libro de La Habana, presentó La novela de mi vida, el “más entrañable” de sus textos. 468 ejemplares - a ocho centavos de dólar cada uno - se esfumaron entre empellones y gritos.
Pero Padura apenas pudo celebrarlo.
Ningún medio cubano citó las opiniones de Padura sobre su obra. Es lo habitual. Aun así no planea irse. “El escritor Leonardo Padura no existiría sin Cuba”, afirma, siempre sereno.
"Falta una respuesta coherente frente a Trump"
A Leonardo Padura no le gusta hablar del fallecido Fidel Castro. “Diga lo que diga siempre cae mal”. Pero con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no se muerde la lengua.
El autor de “El hombre que amaba a los perros” cuestiona la falta de respuesta “coherente” frente a Trump por parte de Europa y América Latina. A raíz de ello, agrega, la gente está encontrando más respuestas en la literatura que en la política.
-¿Con la elección de Trump, aumentó su fe o escepticismo en la democracia?
-Ni una cosa ni la otra. Yo creo que me alarmó sobre algo que pensamos que a veces puede tener límites y después comprobamos que no tiene límites que es la estupidez humana. Creo que el hecho de que Trump llegue a ser presidente de los Estados Unidos es un acto de estupidez y de soberbia (...)
Me preocupa mucho, sobre todo, el hecho de que está lanzando al viento semillas que son muy peligrosas y que van a caer en terreno fértil porque hay un sector importante de la sociedad norteamericana que le tiene miedo al otro, que piensa que el enemigo está afuera, que vive aterrorizada por lo diferente, y todo este discurso de Trump le suena bien en los oídos.
Hay, afortunadamente, una parte de la población norteamericana que está hoy en las calles, una buena parte de ella tratando de evitar el desastre.
No sé si (la elección de Trump) es un defecto de la democracia; si hay que ser un poco escépticos a partir de ahora, lo que sí creo es que tenemos un poco todos que ser más responsables, y específicamente pienso que América Latina no ha dado una respuesta coherente a lo que está pasando, siento que falta esa respuesta.
-¿Por qué después de la llegada de Trump al poder se multiplicaron las ventas del libro 1984, de George Orwell?
-Creo que es porque no (se) encuentran respuestas en la política. Creo que los políticos y este sentimiento que te decía anteriormente puede apoyar eso, porque incluso ni en Europa ni en los Estados Unidos ha habido una respuesta coherente y la gente busca respuestas donde las encuentre.
Hay algunos que van a la iglesia y rezan, encuentran ahí la respuesta; otros leen literatura y las encuentran. Creo que en 1984, y seguramente, en algún momento, en La conjura contra América (de Philip Roth), (se) van a encontrar ahí reflejos de qué cosa puede ocurrir en una sociedad que se va de control o que entra en otro control y se convierte en una sociedad enferma.
-¿Qué va a pasar con Cuba en la era Trump?
-Creo que estamos como a la espera de ver qué pasa porque sobre todo ha sido agresivo con México.
Con otros países todavía no lo ha sido de manera directa, no lo ha sido incluso con Cuba, que se esperaba. (...) Donald Trump había dicho que cuando asumiera la presidencia iba a revisar la relaciones de Estados Unidos y Cuba, y estamos como esperando a ver si las revisa y cómo las revisa. Todo el mundo está como esperando a ver qué cosa es lo que hace Trump.