Cinco días después del devastador terremoto de 7,1 grados que dejó más de 300 muertos en México, cada vez hay menos esperanzas de encontrar a gente con vida bajo los escombros pero los rescatistas siguen pidiendo paciencia y fe.
Mientras tanto los mexicanos se recuperan de los dos sismos del 7 y 19 de septiembre, el suelo sigue sacudiéndose en el territorio azteca: el Servicio Sismológico nacional lleva contabilizadas cerca de 4.400 réplicas en los estados de Chiapas, Morelos y en Ciudad de México. La mayoría fueron leves.
Sin ir más lejos, ayer por la mañana se registró un temblor moderado de 5,8 grados en la escala de Richter que fue una réplica más del terremoto de hace dos semanas. El epicentro fue 122 kilómetros al suroeste de Tonalá, en el sureño estado de Chiapas.
El sábado, gracias a un escáner térmico, habían detectado a dos personas con vida pero era una tarea titánica llegar hasta ellas. Cerca de ahí, en la escuela Enrique Rebsamen, el ejército continuaba buscando a una empleada que supuestamente sigue bajo los escombros de esta primaria y secundaria que se desplomó causando la muerte de 19 niños y seis adultos.
“Se aclara categóricamente que por el momento no se realizará la demolición del edificio y no se utilizará ningún tipo de maquinaria hasta que se tenga la plena certeza” de haber rescatado a todas las víctimas, vivas o muertas, dijo a la prensa el capitán de la Marina Sergio Suazo.
El militar explicó que los rescatistas realizaron un túnel vertical de cuatro metros de profundidad que “hasta el momento no ha generado resultados positivos”, pero “se ubicó otra área de búsqueda donde podría encontrarse personal confinado”.
“Queremos que se haga un peritaje para deslindar responsabilidades” por el derrumbe de la escuela, aseguró de su lado Claudia Sheinbaum, delegada de Tlalpan.
En tanto, en el céntrico sector Roma-Condesa la esperanza se mantenía en lo que fue un edificio de oficinas.
“Paciencia (...) estamos en espera de que nos llegue un equipo de cámaras infrarrojas que van a poder detectar los cuerpos que puedan existir, vamos a poder ver a través de los muros”, dijo a la cadena Televisa Ulises Zárate, el coordinador tecnológico de la Cruz Roja mexicana.
“Vinimos a salvar vidas. Hay que tener fe y pensar que a lo mejor [las personas adentro] tenían algún lugar donde podían seguir recibiendo aire y así poder sobrevivir”, dijo Karin Kvitca, una rescatista israelí de 29 años. Las autoridades no precisan cuántas personas estarían ahí atrapadas pero en un poste cuelga una lista con 46 nombres.
Muchos rescatistas abandonaban las tareas vencidos por el agotamiento y lanzaron llamados en la televisión pidiendo apoyo en determinados sectores. El llamado surte efecto y en Roma-Condesa se organizan los turnos en la madrugada. “Hay una fila muy grande allá. Para que no estén formados toda la noche les pedimos que vengan en la mañana”, dijo Valentina Toledo, una coordinadora de voluntarios de 38 años.
También se pedía que los voluntarios llevaran alimentos calientes para reconfortar a los rescatistas, que se la han pasado con sándwiches y otras comidas frías.
En el norte, concluyeron las tareas de rescate en uno de los puntos más complicados: un edificio alto de departamentos que se derrumbó pero mantenía una fachada amenazadora. Vecinos y rescatistas, entre ellos varios chilenos, entonaron el himno mexicano, mientras que una de las víctimas fue despedida por sus familiares con mariachis.
Los capitalinos sienten psicosis por las constantes réplicas sísmicas. El sábado, despertaron angustiados por la alerta que sonó poco antes de las 8 (10 argentina) para anticipar un movimiento telúrico de 6,1 grados en el sureño Oaxaca, una réplica del terremoto de 8,2 registrado el 7 de septiembre, el más intenso en México en un siglo y que dejó 96 muertos.