“Amargo me gusta el mate” y Pablo Garay lo pasa de mano en mano mientras cocina fideos con mariscos.
“No soy de calzarme mucho el delantal. Sólo lo hago cuando invito a amigos y quiero agasajarlos con un plato. Hoy elegí esta comida por varios motivos: es sencilla y liviana porque, debido a mi actividad, como muchas pastas y porque es española”, dice el bailaor de flamenco mientras pica los ajos y sugiere acompañarla con un vino tinto.
“Pero si tengo que bailar no tomo vino ni cerveza porque me laxa los músculos o me da sueño y en el escenario, o frente a los alumnos, tengo que estar con toda la fuerza, con ímpetu”, explica el profesor que transmite su pasión por el tablao a jóvenes de 15 años hasta adultos de 65 en el estudio artístico La Herrería Flamenca.
-¿Sos muy exigente con vos en tu trabajo?
- Soy muy comprometido con lo que hago. Trabajo desde que me levanto hasta que me acuesto, pero lo disfruto tanto que no me molesta. Sí soy súper exigente con los horarios. Como tengo tantas actividades (da clases, estudia inglés, hace cursos, y carga al hombro -como todos los años- el Festival de Mendoza Flamenca), vivo cronometrado. Sin embargo cuando estoy dando clases el tiempo se esfuma.
Entrelaza: “Cuando lo ajitos están cocinados les ponés los mariscos. Hay personas que prefieren dejarlos más tiernitos y otros a los que les gustan más cocidos. Yo prefiero dejarlos un ratito más al fuego”.
-Sin embargo creo que me falta un largo camino para acercarme al flamenco. Cuando viajé a España (en dos oportunidades: 2007 y 2011) me di cuenta de que hay mucho para aprender, todavía.
- ¿Cómo ha sido tu mañana?
- A full, vengo de ensayar. Estamos preparando los diez años del Festival (empieza el 5 de mayo y se extiende durante todo el mes, con visitas y presentaciones de lujo que incluyen distintas disciplinas. Más info:
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-¿Te ves como un hombre viejo de tablao en tablao?
-Voy a bailar hasta que me den los huesos, hasta que el cuerpo diga basta. También me imagino en la vejez siendo un poco más tolerante. Trabajo todos los días en eso.
-Aparte de la impuntualidad, ¿qué otra cosa no tolerás?
-La mentira. Me saca. No soporto ni siquiera ésas que se dicen ‘piadosas’. ¿Qué piadosas? Son mentiras igual. No me banco que me digan que llegaron tarde porque tuvieron un problema, por ejemplo, y fue porque se quedaron dormidos. Decime ‘me quedé dormido’, si es totalmente entendible. Otra cosa que no tolero es la gente que no se apasiona con lo que hace. Yo soy muy intenso en mis actividades, entonces me encanta cuando las personas dejan todo de sí; ya sea en el trabajo o cualquier tarea que realicen. Eso se siente y se transmite.
Vuelve a enlazar: “¿Los fideos al dente o más blanditos? Los voy a dejar un ratito más”. La crema de leche ya está burbujeando sobre los bichos de mar. Apaga el fuego y tapa la sartén.
-En Mendoza hay mucha gente apasionada por lo que hace. Yo estuve trabajando en la calle Corrientes y la verdad...: el talento que hay acá es magnífico. Los artistas son brillantes y comprometidos, se desangran en cada obra, en cada proyecto. Por ejemplo a mis alumnos yo los admiro, les digo ‘gracias por haber hecho la clase’, porque son ellos los que ponen todo. Gente que trabaja, madres de familia que vienen de trajinar como locas y se entregan de lleno.
-¿Cómo te diste cuenta de que querías dedicarte al arte?
- Fue como a los 17 años, cuando vi a Miguel de Mendoza, mi profesor. No lo pensé, dije ‘quiero hacer eso’. Igualmente yo vengo del teatro (es licenciado en Arte Dramático). Hay cosas del lenguaje escénico que se van sumando a mi actividad actual. O el concepto colectivo de trabajar en grupo, de sacar por poco el narciso de cada uno.
-¿Y lo extrañás?
- Me parece alucinante. Es algo muy artesanal que tiene que ver con el corazón, con el ser humano. Pero el teatro requiere mucha presencia y yo ahora no podría acomodarlo a mis horarios. Soy medio obsesivo, entonces no puedo hacerlo a medias. Tengo como añoranzas de mi época de teatro. Por ejemplo el otro día estuve viendo unas fotos de la última obra que hice y me movilizaron. Era una adaptación de “La casa de Bernarda Alba”, dirigida por Marcela Montero. Hace un mes se me acerca una mujer de unos 80 años y me dice: ‘Te veo cara conocida, ¿vos no actuaste en tal obra?’ Y sí, era yo. Eso es fuerte, cuando vuelve de los demás.
Pablo cuenta que sus proyectos son dar continuidad al Festival, lanzar alguna revista o un programa radial que difunda el flamenco. Seguir estudiando y alcanzar una propuesta que pueda incluir teatro y danza. “Me gusta mucho lo clásico. Las tragedias griegas me encantan”, desliza.
Vuelve la cabeza hacia la fuente y dice: “Che, esto ya está, ¿comemos?”