Pablo Echarri y Leonardo Sbaraglia: dos actores jugados por el género

El próximo jueves se estrena “Al final del túnel”, thriller protagonizado por ambos actores que charlaron con Estilo acerca de la película y de la manera en que la mediatización de sus opiniones políticas repercutió en sus carreras y su intimidad.

Pablo Echarri y Leonardo Sbaraglia: dos actores jugados por el género

Echarri hace como que deja caer cansados los brazos sobre la mesa donde viene dando entrevistas y ni bien nos sentamos dice, sonriendo: “Hablemos de cine... por favor”. A días del estreno de “Al final del túnel”, la coproducción argentino-española distribuida por Warner Bros. que a la vez marca su primera incursión en el cine como productor, no se lo ve con ganas de aprovechar la promoción que podrían darle el foco mediático y las pasiones encontradas que despertaron sus posturas políticas a favor del gobierno anterior.

Por supuesto hablamos de cine, pero ya entrada la charla resulta inevitable hablar también del boicot que un grupo de personas organizó a través de Twitter contra “La Leona” -la miniserie producida por él y protagonizada por su mujer Nancy Dupláa- y de cómo se tomó el hecho de pasar de ser un actor querido por todos a encontrarse con gente que se ensaña con insultos hacia él y su mujer por Internet.

Apenas comenzada la charla se suma también Leonardo Sbaraglia, protagonista de la película en el papel de Joaquín, un hombre en silla de ruedas cuya situación parece mejorar desde que Berta (la joven española Clara Lago) llega a su vida para alquilarle una habitación y vivir allí junto a su hija.

Sin embargo, cualquier esperanza de tranquilidad en la vida de Joaquín pronto se desvanecerá cuando una noche da de bruces con un grupo de ladrones que, liderados por Galereto (Echarri), construyen un túnel debajo de su casa para robar un banco cercano: allí se desata una carrera de paranoias y engaños a través de una puesta visual con un despliegue atípico para una producción local.

“El guión me fascinó de entrada”, arranca Echarri, entusiasmado con su nueva producción. “Es que te atrapa y no te suelta”, completa Sbaraglia. Viejos conocidos de trabajos anteriores como “Plata Quemada” o “Las viudas de los jueves”, ambos bromean entre sí y completan con confianza las oraciones del otro. Y entre mates y masitas transcurrió una charla en la que no se guardaron nada:

- ¿Qué los atrapó del guión para decidir producirla y protagonizarla?

- Echarri: La intensidad. Cuando el director Rodrigo Grande me lo acercó, lo leí en tiempo récord, me agarró de las narices y no me largó hasta el final. Entonces dije: "sí, vayamos a por esto". Pero necesitábamos un mascarón de proa que nos dejara a la altura de lo que queríamos, y ahí pensamos inmediatamente en Leo.

- Sbaraglia: Cuando lo leí noté algo súper sólido, contundente, la verdad que no lo dudé nunca. Y tenía ganas de trabajar con Rodrigo desde mucho antes. La película quedó fantástica.

- ¿Tuviste que hacer algún entrenamiento para interpretar a este personaje en silla de ruedas?

- S.: Sí, es como aprender a tocar un instrumento, tenés que practicar para que el director tenga más recursos para filmarte, para que pueda hacer planos largos y se vea que podés moverte con facilidad sin que salga forzado. Desde que empecé como actor aprendí de todo: a bailar griego, manejar armas, robar bancos, andar a caballo, ¡hasta chocar coches! (risas).

- El público argentino es muchas veces reticente con el cine de género hecho en nuestro país, ¿esto los llevó a dudar a la hora de encarar el proyecto?

- E.: Sí... Es que tenés que tener un espesor grande de presupuesto como para crear ese nivel de verosimilitud de Hollywood al que el público está acostumbrado. Pero logramos cosas impresionantes, y de por sí yo le tenía mucha fe a Rodrigo; un director muy preciso, un cinéfilo de atar... Tiene mucha información y logró encuadres muy atractivos.

- ¿Viajaron a España para filmar algunas escenas?

- E.: Filmamos escenas dentro de un túnel que fue construido en un estudio en Canarias, junto a unas grandes piletas con agua en las que el túnel se sumerge... Cuando vi todo eso montado me puse muy orgulloso como productor, que fuera la primera película que producía me pareció una muy buena manera de empezar. Ahora hay que ver si podemos mantener ese nivel (risas).

- Últimamente estuvieron en foco por cuestiones ajenas a su trabajo, ¿cómo tomaron el hecho de que, de pronto, hubiera gente que los insultara en Internet por sus opiniones políticas?

- E.: Es que... Fue algo irrefrenable, no es que hicimos una evaluación de qué se ganaba y qué se perdía. Definir en qué clase de país querés vivir y qué podés aportar para lograrlo es mucho más importante que cuidar tu quintita para no generar grandes contradicciones en el público. Yo me abstraigo de los comentarios crueles o malintencionados.

- S.: También hay mucho "troll", mucho comentario mandado... En la calle respirás otra cosa. Por supuesto habrá gente que no está de acuerdo con lo que uno piensa. Yo mismo puedo no estar de acuerdo con lo que piensan algunos compañeros del medio, pero no voy a salir a decir: "Pensé que eras inteligente" o "Te voy a clavar un cuchillo". Uno entiende que hay opiniones diferentes, pero lo que recibimos en la calle es mucho cariño. La gente sabe que uno labura desde hace 30 años.

- E.: Que es honesto, que no le ha sacado plata a nadie.

- S.: Exacto, y de pronto vos leés una nota mía de hace veinte años, de la época de Méndez y decía lo mismo que digo hoy. Ojalá este gobierno estuviera haciendo las cosas tan bien como para decir: "Qué bueno que no cambiaron tal cosa", o "Qué bueno que mejoraron esto otro que era perfectible".

Pero hay cosas que te ponen mal y es inevitable decirlas. Cuando hay una bajada de línea tan extrema que ves las balas de goma en los chicos del corso, o las orquestas y coros que están cerrando cuando eran un programa social, ya no te podés quedar callado. Ojalá pudiera hablar sólo del trabajo, o sea, uno claro que piensa: “No quiero quilombos con nadie”, pero es medio inevitable.

- ¿Vos, Pablo, cómo viviste la campaña contra "La Leona"?

- E.: Es parte de lo mismo, parte de una intolerancia que aparece cuando hay otro que piensa diferente a uno. Pareciera ser que uno debiera estar de acuerdo con este gobierno o callarse la boca. Es como si lo aceptable fuera callarnos.

Eso me parece difícil de digerir, y de alguna forma me hace seguir haciéndolo. Lógicamente queremos cuidar nuestro trabajo, pero también creo que al opinar, sin faltar el respeto a nadie pero con firmeza, estoy marcando un camino para mis hijos: respetar al otro sin dejar de manifestar la opinión de uno, y sobre todo si eso tiene que ver con el tipo de país que uno quiere tener.

- Está también el ejercicio de paciencia que habrá que ejercer cuando se meten, por ejemplo, con tu mujer...

- E.: Sí, bueno... El odio es un sentimiento que existe en todos nosotros y se dispara enseguida, viste. Nosotros como actores lo podemos sublimar con un personaje, qué se yo... Pero hay formas, a través de los informativos e Internet, de hacer despertar el odio en los demás, maneras no del periodismo en general sino de ciertos periodistas que buscan catalizar ese odio. Y lo logran.

No sé, en la búsqueda que uno tiene para vivir mejor, para ser mejor padre, mejor esposo, actor, productor, trato de desterrar el odio de mis posibilidades, no puedo entender cómo alguien mercantiliza eso. Cuando siento odio trato de salir de ese lugar, me digo “Pará, te está liquidando”.

– Se te criticó mucho cuando dijiste que Buenos Aires es un bastión del conservadurismo...

- E.: Eso es algo que le duele al conservadurismo, que le digan que es de derecha, pero: ¿qué debería hacer? ¿Debería dejar de decirlo porque les molesta? Me parece menor e insignificante, yo estoy a favor de los gobiernos que toman medidas a favor del pueblo y sus derechos, y lo expreso. Lo pienso y lo pensé toda la vida: vengo de un barrio bajo, nací en Villa Domínico, en una familia de hijos de inmigrantes, laburantes.

Quiero ser productor, tengo ambiciones de crecer, entonces apoyo un movimiento que creo que me va a dar posibilidades de crecer. No, no me arrepiento de nada de lo que he dicho. Cada uno puede decir lo que quiera. Me hago cargo de lo que digo y las consecuencias.

- ¿Y les pasó de cruzarse en la calle con gente que les manifiesta una opinión contraria?

- E.: Sí, claro, me he puesto a charlar. También he discutido en malos términos, pero en la calle en general ves demostraciones de afecto, la gente cuando no concuerda con vos, por lo general pasa de largo.

- S.: Sí, eso es lo que yo veo en la calle también, la verdad nunca me pasó que alguien se me acercara para discutir.

- E.: A mí alguna vez sí, pero han sido las menos, y en definitiva también son consecuencias de la decisión de uno de cristalizar sus ideas. Por supuesto, cuando alguien viene de mala manera voy a reaccionar, y me ha sucedido. Hace muchos años que no busco que todos me quieran. No quiero tener un millón de amigos como Roberto Carlos, quiero tener los que tengo. Al que le guste lo que hago que lo vea, y al que no, no, eso siempre fue así. Y al que no pueda ver lo que hago más allá de las cuestiones ideológicas, está perfecto: lo acepto también.

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