El actor Pablo Echarri, figura de la televisión y cine, aseguró que en "Happy Hour", la coproducción entre Brasil y Argentina que protagoniza y se estrena hoy en las salas mendocinas, también se refleja "lo que le ocurre a un argentino que sale del país en busca de nuevos horizontes pero termina sintiéndose extranjero".
Echarri, que en los últimos tiempos ha vuelto a la carga con varias películas que empiezan a conocerse ahora, dialogó sobre "Happy Hour", del brasileño Eduardo Algarberia, en la que interpreta a un argentino profesor de literatura en una universidad de Río de Janeiro, que no sabe cómo darle lugar a su deseo.
El problema de este hombre, casado con una brasileña, y padre de un chico, es que no sabe cómo encarar la insinuante seducción de una alumna que lo lleva a tomar una decisión que compromete su matrimonio y lo sumerge a la vez en situaciones que devienen en graciosas, incluso ridículas. Para lograr el efecto buscado Echarri está muy bien acompañado por otro argentino, Luciano Cáceres, pero también por dos actrices brasileñas las televisivas Leticia Sabatella y Aline Jones.
-No es la primera vez que filmás una película en otro país...
-Solamente una vez estuve mucho tiempo haciendo algo en España, y entonces pensé en si convenía o no quedarme por allí, pero vivía muy bien en la Argentina y tener que exiliarme para buscar vaya a saber qué cosa a un mercado “prestigioso”, con más trabajo, me parecía innecesario.
-Tu personaje padece el ser extranjero...
Muchas veces tenemos la fantasía de que todo lo mejor está afuera, y sobre todo en el cine existe esa idea de ir a conquistar mercados más prestigiosos; pero te das cuenta de que es más importante el cariño de la familia, el de los amigos, ni hablar cuando uno va teniendo hijos.
-El personaje de tu película, muy tanguero, insiste en que nunca va a dejar de ser un extranjero...
-Albergaria analiza con claridad lo que sucede con el que decide irse de su país buscando mejores horizontes, que si bien se puede adaptar al lugar y hasta armar una familia, hay una realidad por la que siempre termina siendo un extranjero, y si pasan muchos años termina siendo un extranjero incluso en su propia tierra. En lo personal yo no quería experimentar eso. Quería la pertenencia de desarrollarme en mi país con los puntos altos y los bajos, con los vaivenes coyunturales que te puede dar un país como el nuestro.
-¿Cuál es la angustia de tu personaje?
-Lo que mi personaje cuestiona es la infidelidad y se pregunta por qué para darle espacio a ese deseo tiene que transformarse en un hombre infiel. Quiere el imposible de juntar esos dos extremos, lo que dispara la comedia.
-Digamos que además de meter la pata no tiene suerte...
-Es un tanto desatinado porque se lanza con este deseo justo en el momento en el que su esposa está recibiendo la oferta política de su vida, y eso me parece al menos desatinado.
-Este papel te obliga a caminar al filo entre del drama y la comedia...
-El director le suma ingredientes a la historia que la alejan de lo que puede ser una estructura de género, como un suceso al principio del relato, cuando mi personaje se convierte accidentalmente en un héroe que le agrega algo de comedia y después en la línea del entramado político, de cómo es manipulada la verdad al servicio de los intereses de una candidatura, pone sobre la mesa la importancia de la verdad.
-¿Qué pensás acerca de la verdad hoy?
-¿Qué tan importante es hoy la verdad como un valor inalienable? Hoy esa verdad está viviendo uno de sus momentos de popularidad más bajos. Para una parte grande de la población mundial es casi un obstáculo para llegar a la satisfacción, y la hipocresía parece que los dejara mucho más tranquilos.
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