El referéndum independentista escocés puso nuevamente sobre la mesa la complejidad política del nacionalismo periférico que surge con similar intensidad en otras regiones en la actualidad -como el caso de Cataluña- al tiempo que evidencia el contraste con otros procesos de secesión que en los últimos años y con dispares resultados enfrentaron Quebec, Sudán del Sur, Kosovo y Montenegro.
Cualquiera sea hoy el resultado en Escocia, éste tendrá un insoslayable impacto político sobre Cataluña, que enfrentará el desafío de una consulta popular el 9 de noviembre, en medio de un tenso clima político con el gobierno de España profundizado tras una descomunal manifestación celebrada el jueves pasado a favor de la independencia.
Si bien ambos procesos tienen diferencias sustanciales, la principal es que los ingleses reconocen a Escocia como nación, con soberanía propia. La cercanía de las consultas y la similitud de las demandas hace que los catalanes esperen ansiosos un resultado que podría fortalecer sus expectativas.
Las últimas décadas, sin embargo, ofrecen otros procesos independentistas con orígenes, procesos y resultados variados a la luz de los cuales es posible observar y comparar el de Escocia. En Quebec, por ejemplo, territorialmente la provincia más grande de Canadá, con el 80% población francófona y un 9% anglófono, el movimiento nacionalista convocó dos referéndum, en los años 1980 y 1995. En ambos casos la ciudadanía rechazó la secesión, en el último por un estrecho margen de 1,43 puntos porcentuales (50,58% de los votos federalistas frente al 49,42% de los independentistas).
Sudán del Sur, el país más joven del mundo, consumó en julio de 2011 una independencia que tuvo como base el acuerdo de paz firmado con Sudán en 2005, pacto que supuso el final de un conflicto de guerrillas que duró más de dos décadas y dejó tras de sí un millón y medio de muertos. Como estaba contemplada en dicho acuerdo, los sursudaneses decidieron sobre su futuro en un referéndum celebrado en enero de 2011, en el que se pronunciaron con abrumadora mayoría -casi el 99%- en favor de la secesión y el 9 de julio de ese año se consumó la independencia de las diez provincias más al sur del antiguo Sudán unificado.
Otro caso cuyas heridas permanecen abiertas es el de Kosovo, que en febrero de 2008 proclamó su independencia de Serbia a través de una resolución parlamentaria, unilateralmente y sin acuerdo previo con Belgrado, con la que la antigua provincia serbia culminaba unas aspiraciones que se remontan décadas atrás y que en 1990 ya habían empujado una declaración fallida de independencia. Los episodios más convulsionados se vivieron, no obstante, años después, con una cruenta guerra que dejó Kosovo desde 1999 en manos de la ONU y la OTAN.
La disputa territorial internacional más reciente es la de la península de Crimea y la ciudad de Sebastopol, que en marzo de este año se pronunciaron en consulta popular a favor de su independencia y de su posterior integración en la Federación Rusa. La consulta, que no contaba con el visto bueno del Gobierno central ucraniano y fue duramente criticada desde EEUU y la Unión Europea, concluyó con más de un 96% de votos favorables a la anexión a Rusia.