Cuando todo parecía estar en paz, la bomba estalló por varios lados. ¿Es casualidad que en tiempos de convulsión, a muy poco de una elección que marcará el rumbo que tendrá el país nuevamente aparezcan las barrabravas en todo su esplendor? Sinceramente hay que darse cuenta que no. Los barras son personas que viven de los negocios periféricos que el fútbol tienen para aportar y que muchas veces, por no decir siempre, son altamente rentables: la reventa de entradas, los trapitos, el manejo de puestos de comidas y bebidas, el comercio de merchandising trucho.
En tiempo de crisis económicas y con pérdidas de puestos laborales, la situación se agrava y llega a límites insospechados. Los hechos delictivos suelen ser cuestión de todos los días, pero en esta semana la situación se agravó porque la batahola la hicieron los de River. Esto es como los temblores, uno sabe que en Mendoza la tierra se está moviendo casi en forma permanente, pero todos somos conscientes de la situación cuando viene un terremoto o algo que se asemeje a ello.
Por ejemplo, hace unos días, cuatro hombres que integran una de las facciones de la barra brava de San Telmo fueron detenidos por la policía de Buenos Aires. En su poder tenían camisetas e indumentaria deportiva de los jugadores luego de un encuentro disputado el pasado 21 de agosto, casi una travesura que quedó perdida en alguna crónica policial.
Y a principios de mes también fue noticia que el jefe de la hinchada de Merlo fue baleado en la cabeza, lo que quedó como un ajuste de cuentas que todos los que conocemos el ambiente sabemos que tienen que ver con lo futbolero. De hecho, el padre del baleado había sido el mandamás de esa hinchada durante años y su muerte había llevado a una interna entre sus hijos por el control de la tribuna.
Y cómo ya es conocido, también pasó en Chacarita, donde dos hermanas se disputan el poder de la tribuna. Claro que en este caso un vecino hizo abortar una emboscada que podría haber terminado de la peor manera, especialmente por la gran cantidad de armas que se le secuestraron a los delincuentes que esperaban ocultos para cumplir con su objetivo.
Pero volviendo al caso de River, todo hace indicar que la olla llegó a su máximo punto de ebullición por la proximidad de un nuevo enfrentamiento con Boca, ese partido que se convierte por si sólo en un negocio multimillonario. Recordemos que el año pasado, antes de la final que finalmente se tuvo que jugar en Madrid, la policía desbarató una red que hacía entradas truchas y que tenía como líder a Caverna Godoy, el cabecilla de los Borrachos del Tablón.
“Perdimos la batalla pero no la guerra. Nos jugaron sucio. Entraron los del Oeste, listo. Pero prepárense para cuando vuelvan a pisar el Monumental”, fue uno de los mensajes que Nahuel Ojeda, uno de sus integrantes, publicó en las redes sociales. Incluía amenazas y agresiones contra Rodolfo D’Onofrio y la dirigencia, promesas de venganzas y un enunciado muy fuerte: “Las balas y los muertos van a volver”.
Uno de los detenidos en el partido frente al Tomba fue Sergio Alejandro Medina, alias El Gordo Ale (46 años), cabecilla de la barra de Budge,y recordado por ser uno de los que apretó al árbitro Pezzot ta en el entretiempo de la Promoción contra Belgrano en 2011.
Se vienen horas muy tensas. La policía tendrá que hacer un trabajo de inteligencia minucioso si no queremos volver a sufrir por los verdaderos dueños del espectáculo.