El país se encamina a una elección de renovación del gobierno nacional y algunas provincias importantes como la de Buenos Aires, la mitad de la de Cámara de Diputados y un tercio de la Senado.
Como bien se ha señalado en nuestras páginas a través de buen número de editoriales, un sistema electoral que se ha vuelto caótico, hace que llevemos ya 10 meses de campaña electoral.
Se advierte claramente un hastío en la población sobre el tema, un hartazgo, donde buena parte de ella desea que esto termine de una buena vez.
La repetición de elecciones, los desdoblamientos en las distintas jurisdicciones, puede haber traído una cierta mejora en algunos comicios, pero el cansancio resulta evidente en todos los sectores sociales.
Más allá de que algunas movilizaciones de los partidarios del gobierno nacional pudieran indicar lo contrario, por mucha gente que hay en las plazas y en las calles, es mucha más la que está en sus casas y que están hartos de la política y de los políticos.
Sus problemas siguen siendo los mismos, la inflación, desocupación, falta de horizonte para los jóvenes, inseguridad creciente urbana y rural, por mencionar sólo algunos.
Quizás la metáfora más elocuente de la situación sea la cantidad de personas que cada mañana se amontonan en los Consulados, sobre todo de Italia y España, en busca de hacer los trámites de la doble nacionalidad para poder emigrar.
Algo parecido ya lo vivimos en la década de los 80, y lo estamos viviendo de nuevo, pero ahora deberíamos contar las decenas de miles que emigraron en estas tres décadas, en un país que se desangra. Y recordar que entre los muchos que se van, una gran parte son los que tienen mejor preparación, capacidad de iniciativa y voluntad de progreso.
Cualquier mirada serena y objetiva sobre el último medio siglo de la vida de nuestro país comprobará que en materia económica los problemas son los mismos repetidos y muchas veces amplificados: Estancamiento, inflación, endeudamiento, crisis de la deuda, déficit del comercio exterior, falta de dólares, devaluación del peso, atraso tecnológico, incapacidad de competir internacionalmente.
Las causas son también de sobras conocidas, como venimos reiterando una y otra vez, ubicando en primerísimo lugar al crecimiento del gasto público en todas sus formas, que ha terminado ahogando a la sociedad.
Lo más grave y no se quiere ver en su verdadera dimensión y naturaleza, en un país que habla todos los días de las “grietas” que dividen a la sociedad, es que hoy por hoy la grieta más cruel y a veces no tan visible es la que divide a los que viven del Estado y del presupuesto, del resto de la población. Entre los que viven del Estado nos referimos a empleados, funcionarios y jubilados especiales (no a los jubilados ordinarios, ni a los planes sociales y asistenciales). Mientras que entre aquellos que subsisten por sí mismos nos referimos a aquellos que viven de su trabajo privado en blanco o en negro, de los trabajadores por cuenta propia, de los que hace changas.
Las diferencias en favor de los primeros son de tal magnitud que la sociedad parece dividida entre “patricios” y “plebeyos”, entre una clase superior, los que viven cómodamente del Estado y una inferior los que laboran la tierra, los servicios privados, algunas industrias. Podría agregarse más: dentro de los “plebeyos” están los que pagan todos los impuestos para pagar a los “patricios”, los que pagan algo y los que no pagan nada.
El IARAF desde hace varios años elabora un índice muy elocuente: toma a la familia asalariada típica que paga todos sus impuestos y cargas y establece el día de la Independencia Tributaria, es decir, aquel en que la familia termina de pagar todos sus impuestos y sus ingresos comienzan a ser suyos. Ese día este año ha sido a finales de junio: hay que trabajar 29 minutos de cada hora para el Estado.
¿Qué ha ocurrido para llegar a esta situación? Un aspecto evidente es que Estado se triplicó: el nacional le transfirió a las provincias la educación, la salud, la seguridad. Y las provincias replicaron la organización del Estado Nacional, sus organigramas, ministerios, secretarías. Y al final los municipios replicaron a los gobiernos provinciales. Las tres jurisdicciones hacen lo mismo, nadie eliminó nada.