Otro drama vial, tragedias de nunca acabar

La tragedia vial se presentó otra vez en Mendoza, con niños como víctimas fatales. En la Cuesta de los Terneros se omitieron las reglas básicas del manejo prudente, y mucho más en un camino de montaña peligroso. Los controles viales siguen fallando.

Otro drama vial, tragedias de nunca acabar

Los mendocinos no logramos superar aún las consecuencias y el dolor de las últimas tragedias viales, cuando otro episodio de la misma naturaleza sacude la realidad y nos enfrenta a un drama vial doloroso, que nunca debió ocurrir.

En febrero la desidia y la imprudencia se cobraron la vida de 19 pasajeros que se transportaban a Chile en un ómnibus de línea internacional. La alta velocidad en una curva de la ruta  nacional 7 o Corredor Bioceánico fue la causa.

El domingo pasado la brújula de la imprudencia se orientó a la Cuesta de los Terneros, sobre la ruta nacional 144, en territorio de San Rafael, causando la muerte de 15 personas, la mayoría niños y adolescentes, resultando heridos varios más, algunas con lesiones muy graves, cuya evolución final no está definida.

¿Por qué ocurrió este brutal siniestro? ¿Había alguna premura para desplazarse por un camino en buen estado pero extremadamente peligroso a más velocidad que la permitida? Hay testimonios que señalan que miembros del pasaje pidieron en más de una oportunidad al conductor reducir la marcha. Como en el percance de la montaña, el de la curva de Horcones, no hubo acatamiento a las demandas de los viajeros, en definitiva, por ser un traslado chárter, los que fijan las condiciones de cómo quieren ser trasladados.

Aparentemente y la investigación pericial iniciada lo determinará, nada se hizo al respecto, hubo una aceleración del vehículo en plena curva y otras indolencias concurrentes que llevaron al vuelco del rodado y sus trágicas derivaciones.

Después, y sobre el drama ocurrido, se descubrió que el transporte realizaba una travesía de gran extensión, con un pasaje muy sensible por ser sus componentes en su mayoría menores de edad, con papeles habilitantes muy débiles, fuera de las exigencias que marca la Comisión Nacional de Regulación del Transporte. Esta omisión de documentación es muy grave y alguien se tendrá que hacer cargo por esta fragilidad de control desde el origen del periplo, durante el recorrido e inclusive en el destino de la travesía.

Cualquier pasajero es digno de ser respetado y transportado de manera profesional, pero mucho más si las transportadas son personas de pocos años, juveniles; entonces las precauciones deberían ser aún mayores.

¿Servirá para algo esta nueva tragedia sobre los caminos argentinos, mendocinos, en este caso, que brinde alguna esperanza de que no se volverá a repetir o que se hará todo lo posible para evitarla?

No hubo prevención y a contrario de lo que dicen familiares del responsable del manejo de la unidad, quienes con comprensible congoja defienden a su ser caído, de haberse empleado las condiciones clásicas del manejo seguro, que demandan guiar a velocidad baja en un trayecto como la Cuesta de los Terneros, todo hubiera sido distinto.

Se acaba de cerrar en Mendoza un congreso vial que realizó el Gobierno de la provincia y una organización médica privada. La recomendación de los expertos es lo que sanamente indica el criterio y el sentido común: hay que conducir con prudencia, ateniendo a las reglas viales, respetando las marchas que la cartelería vial indica a las orillas de las carreteras.

A esta altura de los acontecimientos no sabemos si el dolor que se vive por este accidente marcará un antes y un después, y si el concepto de seguridad vial interesa realmente, o es simplemente un eslogan que finalmente pocos cumplen.

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