Por Gustavo F. Iaies - Educador. Fundación CEPP - Especial para Los Andes
Nos recorre un déjà vu, la sensación de que esto ya pasó, ya lo vimos, ya lo vivimos. Otra vez enero, y como una efeméride, los gremios dicen que necesitan una recuperación salarial, que el Estado debe hacer un esfuerzo, y finalmente, la presión hasta el final es si paran o no paran, si comenzarán o no las clases.
Nos quedamos sin un tiempo de discusión, en lugar de hablar de lo que nos pasa con la educación de los chicos, empezamos a discutir sobre si es mucho o poco el aumento, si deberían parar o no, si el esfuerzo es el suficiente y así pasamos el verano. La paritaria se limita a dos puntos porcentuales más o menos en el aumento.
En los últimos quince años, estos debates se “robaron” las discusiones más profundas del sistema, dejamos de hablar de los alumnos que perdemos porque dejan la escuela, de los aprendizajes que no logramos, del orden escolar, de la necesidad de una autoridad que les marque pautas a los chicos.
Mendoza ha sido una excepción, la discusión de un orden escolar que cuide a los chicos, el debate por una nueva alianza entre padres y maestros, entre otros temas, han ocupado el principio de clases.
El gobernador Alfredo Cornejo arrancó su discurso de asunción diciendo “en educación, lo que no ocurre en el aula, no ocurre”, centrando la discusión en los maestros, los alumnos y el aprendizaje, cosa que casualmente el gremio obvió en sus spots que solo hablan de los docentes y sus ingresos, el gobierno presentó una perspectiva de mejor funcionamiento de las escuelas, de mejores resultados para los chicos.
Lo interesante de la discusión mendocina es que este año no se habla de recursos solamente, que el gobierno habla de un enfoque de cambios, de recuperar orden, pautas, encuadrar el trabajo con los chicos. Entonces, el “índice escuela” es un valor, no solamente un número más, es la idea de que importa el aula, los alumnos y lo que allí pase. Eso es transformar un debate particular en uno general, transformar el debate salarial que solo importa a los docentes en uno que lo vincula con los intereses del conjunto de la sociedad, con el aprendizaje y el futuro.
El gremio plantea los perjuicios para los que pierden el incentivo y ese es el error; leen un premio como un perjuicio para el que no lo gana, no como un reconocimiento al que se esmera y lo alcanza. Le dicen al director general de Escuelas que no premie a los que han estado en las aulas trabajando con los chicos porque perderían los que no han ido.
La discusión se aloja en las prioridades del sistema: ¿son los docentes o los alumnos? ¿El esfuerzo de la sociedad es para que los chicos aprendan más o solamente para que los docentes estén mejor? Más allá de comprender que la estabilidad y comprensión de los conflictos docentes es importante, ¿la prioridad no está en los alumnos y su futuro?
Mendoza se ha metido en el debate en serio, pensando en los chicos, en su futuro. Es hora de que la sociedad entre a ese debate y no se quede encerrada en hablar de dos puntos más o menos de aumento y si las clases empezarán o no. Vamos por la discusión de lo público, de los problemas de toda la sociedad, en principio, y luego del problema particular de los docentes.
Si las clases no empiezan mañana, empezarán el martes o miércoles, pero habremos entrado en una discusión de futuro, estaremos más cerca de acordar una mejor escuela para los chicos, recuperaremos después los días, y lo público, lo de todos, estará más cuidado.