El grito de desahogo le quedó atragantado en las amígdalas a Gimnasia. Lo que era una especie de mini revancha, terminó otra vez en amargura, desazón y tristeza.
¿Por culpa de quién? Por culpa de un tal Pablo Quinteros. Sí, el hijo del Negro -entrenador del Independiente que el martes pasado le metió 4 al Lobo en el derby mendocino de la B Nacional- convirtió el empate en tiempo de descuento y los hinchas de la Lepra completaron una semana de ensueño ante el eterno rival.
Eso sí, a diferencia de los más grandes tras el lacerante 2-4, ayer, los pibes del Lobito se fueron del Gargantini con la frente en alto. Y no es para menos.
El equipo de Federico Basso mostró la personalidad y el orgullo necesarios para disputar este tipo de encuentros donde la actitud no se negocia y estuvo a dos minutos de la hazaña. Porque eso hubiese sido para el blanquinegro ganar el clásico liguero con un jugador menos durante casi todo el segundo tiempo. Sin embargo, el destino le negó el guiño del triunfo.
El trámite del primer tiempo fue aburrido, propio de un duelo de la Liga Mendocina contemporánea. La pelota anduvo más por el aire que a ras de suelo y hubo más pierna fuerte que juego asociado. Nada por aquí, nada por allá. Lo más claro fue un mano a mano de Morilla con Marchiori en el que el “1” del Lobo mostró su fuerza de piernas.
Gracias a Dios, el complemento tuvo adrenalina. A los 3’, Gimnasia se quedó con diez por la expulsión de Méndez. No obstante, lejos de achicarse, el visitante se hizo grande ante la adversidad y dominó el juego.
Entonces, el gol de Memo Gutiérrez, tras una jugada que él mismo comenzó, no sorprendió a nadie. Incluso, Draghi le sacó el segundo a Fuentes. La última bola de la fría tarde fue para Independiente: Quiroga le puso tiza a la ejecución y un tal Pablo Quinteros acertó el pleno.
